Hasta el momento de su trágica muerte, el 2 de octubre de 2017, Tom Petty mantuvo bajo llave los laberintos más profundos de su vida privada. Pese a consagrarse como un ícono americano gracias a hits como "Free Fallin'", "American Girl", "Learning to Fly", "Mary Jane's Last Dance", entre muchos otros; a sus figuraciones en MTV y a sus trabajos con ilustres de la talla de Bob Dylan, George Harrison y Johnny Cash, el público estadounidense no conoció en detalle los fantasmas que lo carcomían, ni tampoco muchas de sus luces, hasta que apareció la biografía de Warren Zanes en 2015 y que acaba de ser editada en español.
En Petty, la biografía, el cantautor se abre sin filtro a Zanes -un rockero amigo suyo- y lo mismo ocurre con la totalidad de los Heartbreakers, la banda que formó en 1976 en Gainesville, Florida, y que lo acompañó durante cuatro décadas, incluida su última gira que finalizó el 25 de septiembre, días antes de su fallecimiento por una sobredosis accidental de fármacos. Petty sufría enfisema pulmonar, problemas en la rodilla y una fractura en su cadera.
El cantautor fue siempre llevado de sus ideas. De hecho, pese a sus insoportables dolores, quiso mantener a flote su última gira, con 53 conciertos en Estados Unidos, ya que sentía que no podía defraudar a sus seguidores. Ese sentimiento de culpa y deber lo acompañó durante parte importante de su vida, desde su infancia en el sur del país con un padre que lo golpeaba, hasta los días en que debió despedir al baterista de los Heartbreakers, Stan Lynch o su complejo divorcio que lo llevó a consumir heroína y a distanciarse de sus dos hijas.
El libro está narrado como una historia épica de rock and roll. Porque Petty le dio la mano a Elvis Presley siendo niño, luego fue apadrinado por Leon Russell y llegó a declararse en bancarrota para que el sello respetara sus derechos durante la grabación de su mejor álbum, Damn The Torpedoes, de 1979. También produjo a Del Shannon y gracias a una "casualidad" en 1988 formó parte de The Traveling Wilburys, junto a Dylan, Harrison, Jeff Lynne y Roy Orbison. Fue en esa época en la que profundizó los lazos con el exbeatle, uno de sus pocos pero buenos amigos.
"Jeff Lynne y George Harrison estaban en una sala privada de un restaurante francés (en Los Angeles) cuando Petty entró a comer de pronto con su hija Adria. Harrison le acababa de pedir a Lynne el número de teléfono de Petty, así que le dijo al personal que llevasen a su nuevo y sorprendido amigo a su mesa (…). Harrison siguió (luego) a Petty en su auto por Beverly Hills hasta su casa alquilada, donde los dos hombres tuvieron por fin la ocasión de estar solos por primera vez. Cogiendo una guitarra y poniéndose a rasguear Norwegian Wood Harrison dijo: 'Esta te la sabes ¿verdad?'. Sorprendido por la facilidad y la indiferencia con que jugaba con su propia leyenda, Petty enseguida fue arrastrado por el cálido encanto de Harrison", narra Warren Zanes.
Otra figura clave para Petty fue Mike Campbell. Con el guitarrista de los Heartbreakers trabajó en una cofradía tipo Lennon y McCartney y fue el único presente en todos sus álbumes. Pero en una ocasión, cuando Campbell quiso aventurarse en un disco solista, pero con un sonido y una voz que sonaba idéntica a Petty, éste le dijo: "Crecimos en los mismos barrios, hablamos la misma jerga. Pero no creo que sea así como querrías presentarte". "Fue un gran consejo", diría Campbell después.
La relación con su banda no fue del todo fácil. En su libro, Zanes también cuenta que la adicción a la cocaína del bajista Howie Epstein obligó a Petty a no esperarlo para la sesión fotográfica para la portada de Echo (1999). También se vivió un momento único cuando los Heartbreakers se pusieron a ensayar como banda de apoyo de Dylan. En uno de los primeros ensayos, Dylan llegó tarde y después de hora y media, Stan Lynch anunció que se largaba porque tenía dos entradas para ver a Frank y Sammy. La banda sudó frío ante una eventual reacción dylanesca. "¿Frank y Sammy? Me encantan", lanzó Dylan. Y entonces los dos partieron al concierto. Todos quedaron boquiabiertos.
Y en otro pasaje que retrata el espíritu de Petty, el autor rescata un diálogo con el cantante en 2013: "He completado el círculo. Ahora, cuando hago un disco, sé lo que quiero. No necesito la chispa de un productor. La chispa me la doy yo mismo. No quiero consejos. Ya no podría tolerar ningún tipo de batalla con un productor sobre la mejor manera de hacer algo".