Hace cuatro años, las carpetas de postulación de cuatro estudiosos del pasado ingresaron a la oficina de partes del Mineduc, para que el jurado del Premio Nacional de Historia 2014 los tuviera en consideración. De ellos, tres eran mujeres y se dijo entonces que tal vez había llegado el momento de que el galardón tuviese, por primera vez desde su instauración (1974), una ganadora. Pero finalmente no la hubo, imponiéndose el historiador nortino Sergio González Miranda.

Cuatro años más tarde, las mismas candidatas de aquella vez (Victoria Castro, Luz María Méndez y Sol Serrano) se reencuentran en una carrera donde nuevamente hay un solo varón, también nortino: el arqueólogo Bernardo Arriaza. Esta vez, eso sí, resuenan aún ecos de la inédita "ola feminista" y una investigadora podría, ahora más que nunca, hacer historia: al decir de un ganador del Premio, este año "hay perfume de mujer".

¿He acá un factor? Posiblemente, aunque no sea el único ni pese lo mismo para todo el mundo. En la antesala de la entrega de 2016, Julio Pinto, que resultaría ganador, declaraba admiración por el trabajo de Sol Serrano y otras historiadoras. Sin embargo, añadía, sería "complejo" que el reconocimiento a una mujer pudiese interpretarse como una dispensa especial "por el solo hecho de ser mujer": el criterio determinante, remató, "debería ser la obra y no el género". Próximos a una nueva edición, asoman otras voces.

Para la mencionada Luz María Méndez, profesora titular del Departamento de Historia de la "U", la "manifestación global por el reconocimiento al trabajo que hacen las mujeres" refuerza "la necesidad que una de nosotras llegue al premio". Por su parte, Macarena Ponce de León, discípula de Sol Serrano en la UC y coautora de su Historia de la educación en Chile (1810-2010), destaca el que este sea "el único premio nacional que no se ha dado nunca a una mujer, tomando en consideración que las hay y muy buenas".

Las historiadoras

A fines de este mes, en fecha y hora por determinar, se despejará la incógnita, al concederse el 23° galardón estatal a un "investigador de historia patria o a quien, divulgándola con continuidad y nobleza de estilo a juicio del jurado, la mereciere". La distinción quedará en manos de un jurado que integran la recién asumida titular de Educación, Marcela Cubillos; Ennio Vivaldi, rector de la U. de Chile; Patricio Sanhueza, rector de la U. de Playa Ancha y representante del Cruch; Alejandro Guzmán, representante de la Academia Chilena de la Historia, y el mencionado Julio Pinto, como último ganador.

Si se pregunta en el medio académico, probablemente refloten las críticas al procedimiento que concede el galardón y a la composición del jurado. Sin embargo, lo que solía ser una queja publicitada, hoy apenas se esgrime. Y no es por falta de detractores.

La tradición, igualmente, sugiere hacer campaña. Pero este año el perfil es bajo: en departamentos de historia como el de la Usach dicen estar en otros afanes, aunque cada quien tiene sus predilecciones, mientras una académica UC en campaña por Serrano dice que este año "no hay campaña".

Con todo, despunta el favoritismo de Serrano (64) en su tercera incursión consecutiva. Patrocinada por el Instituto de Historia de la UC, por la facultad que lo alberga y por la rectoría, la autora de Universidad y nación publicó hace algunas semanas su ensayo El liceo, que anticipa aspectos del postergado tercer tomo de la Historia de la educación… y vuelve a instalarla en la vitrina de la opinión pública. Cercanos a la candidatura confirman cartas de apoyo de Sonia Montecino, Emma de Ramón y Lucía Santa Cruz, entre otros. En tanto, la misiva de Pablo Whipple, director del Instituto de Historia, dice que "la originalidad de sus investigaciones, el talento metodológico, su creatividad intuitiva y rigurosa a la vez, se reconocen por sus aportes originales a una historia interdisciplinaria".

No es misterio, asimismo, que Serrano es el nombre más público y político de quienes están en carrera. La autora de ¿Qué hacer con Dios en la República?, que declinó esta vez opinar acerca del premio, es de quienes ha vertido en los medios su opinión sobre los vaivenes educacionales y otros ítemes del presente. He ahí un elemento para considerar. Otro, no menor, es que ya van 20 años desde que el galardón recayó por última vez en un académico de la UC (Armando de Ramón), contando esta última con seis de los 22 galardonados. "Este premio es un reconocimiento republicano y en las últimas versiones se ha reconocido la diversidad interpretaciones, de escuelas, y el trabajo que se hace en regiones", dice Ponce de León. "Sin embargo, creo que en esta versión la candidata más fuerte proviene de la UC".

En tanto, el Departamento de Historia de la U. de Chile tiene su carta en Luz María Méndez (72). Conocida por sus estudios acerca del comercio, así como de la institucionalidad y la política mineras en los siglos XVIII y XIX, ha desarrollado líneas investigativas en historia social y cultural relativas al paisaje chileno -natural y urbano- y sus transformaciones entre los siglos XVI y XX. Igualmente, se ha adentrado en las relaciones de paz, el diálogo, la aculturación, las formas de trabajo, la minería, la demografía y la espacialidad en la Araucanía.

Mario Matus, director de la unidad académica que la apoya, afirma en la carta de patrocinio que sus obras "han contribuido esencialmente a conocer mejor desde una dinámica económica (…) el tránsito de Chile desde un orden colonial dieciochesco -posterior a las reformas borbónicas- a la consolidación de un nuevo orden republicano, a mediados del siglo XIX". Y agrega que su propuesta "es una de las escasas excepciones a un tono general más bien pesimista que caracterizaba a la historiografía chilena en este aspecto".

Méndez, por último, plantea a Culto que "es necesario que los chilenos conozcamos mejor nuestra historia, pero no al estilo tradicional de una propuesta política, que es lo más recurrente, sino a través de la comprensión de cómo hemos sido y cómo somos los chilenos, cómo generamos nuestras ciudades y viviendas, cómo transitamos por los caminos y el mar, cuáles han sido nuestros alimentos, como nos hemos relacionado unos con otros". Su libro más reciente, Cultura y sociedad en Chile. Nuevas miradas a los siglos XVI, XVII y XVIII, debe aparecer en las próximas semanas.

Desde la arqueología

El artículo 5 del Premio Nacional de Historia dice que este "distinguirá al investigador que se haya destacado por su aporte a la historiografía, comprendida desde los inicios del poblamiento humano". Caben, entonces, los arqueólogos, que no interactúan mucho con los historiadores, pero que han tenido ya a un par de los suyos entre los galardonados (Lautaro Núñez y Mario Orellana).

El caso de Victoria Castro (74), académica de la U. de Chile y la U. Alberto Hurtado, es el de una reincidente tras el premio. "Figura altamente respetada en la arqueología de la América Andina", al decir de la Encyclopedia of Global Archaeology, piensa que el estudio del pasado "aporta conocimientos que contribuyen a conformar las identidades locales, regionales y nacionales del país, así como su patrimonio".

Partícipe en trabajos interdisciplinario con biólogos marinos, lingüistas y botánicos, sus intereses han ido de las sociedades arcaicas a las comunidades modernas, poniendo especial atención a las estructuras sociales, la ideología y la tecnología de las sociedades agrarias que habitaron el Desierto de Atacama. Es autora de De Idolos a santos, Evangelización y religión andina en los Andes del sur (2009), y en esta ocasión es apoyada por el Colegio de Arqueólogos y por la Facultad de Ciencias Sociales de la U. Alberto Hurtado. "Ha aportado al país de manera sistemática con estudios etnoarqueológicos, de etnociencia y ciencia indígena", se lee en la carta de patrocinio de los segundos.

Por su parte, Bernardo Arriaza (59) es nuevamente la apuesta de la U. de Tarapacá, donde es director de relaciones internacionales. Su candidatura, respaldada por el premio Nacional Sergio González, pone de relieve su estudio de los cuerpos de hombres y mujeres que habitaron el norte hace miles de años (sus formas de vida, sus enfermedades, etc.), siendo reconocido por sus investigaciones de la cultura Chinchorro. Quienes lo postulan destacan que sus estudios contribuyen a la nominación de Chinchorro como patrimonio cultural universal, campaña en la que ha tenido un rol protagónico.

Antropólogo físico con estudios doctorales en EEUU, ha publicado más de 100 artículos científicos en revistas como PNS, Nature, Science y Archaeometry, siendo autor principal de una decena de libros sobre las primeras poblaciones de Chile (entre ellos Cultura Chinchorro. Las momias artificiales más antiguas del mundo, 2003).