"Creo -y puede que Naipaul diga lo mismo- que no es tu nobleza lo que te hace un escritor, ni un narrador de historias, ni tu magnanimidad, ni tus momentos de compasión. Son todos tus momentos. La gente es compleja. Tiene defectos, necesidades. Es difícil".
Es agosto de 1998 y Paul Theroux habla de la vida, de la escritura y de los puentes entre ambas en el caso del Vidiadhar Surajprasad Naipaul, Nobel de Literatura 2001 que vino a fallecer anteayer en Londres, 20 años después, a los 85 .
Theroux, nueve años menor que su mentor, se aprontaba en esa fecha a publicar La sombra de Naipaul, un relato furibundo gatillado por el abrupto fin de la relación: a través de un librero, el autor de La costa de los mosquitos descubrió que el de Un recodo en el río se había deshecho de un ejemplar que Theroux les había dedicado a él y a su primera esposa, Pat. Estaba a la venta, por US$ 1.500. Luego vino una disputa a través del fax y una indignación que terminó en La sombra..., donde dice que Naipaul, el mismo a cuya obra dedicó un libro introductorio en 1972, "instaló la mala leche como prueba de su temperamento artístico".
No fue monedita de oro el trinitense-indio-británico. Tampoco tras su fallecimiento. Pero reconocimiento no le faltó, así como la sospecha de que su obra lo sobrevivirá largamente. Su colega Salman Rushdie, con quien tuvo más de un encontrón, fue uno de los primeros en homenajearlo en redes sociales: "Estuvimos en desacuerdo toda nuestra vida, sobre política, sobre literatura, y siento como si acabara de perder a un amado hermano mayor".
Por su parte, la autora marroquí-estadounidense Laila Lalami lo describió como un "estilista fantástico". Y agregó: "En su mejor momento podía escribir con enorme ternura y buen humor sobre personas cuyas vidas habían sido borradas por las narrativas coloniales".
Emblema de lo que se conoce como literaturas poscoloniales, empujó una obra calificada por la Academia Sueca como la de un "filósofo moderno" que "transforma la rabia en precisión y permite que los sucesos hablen con su propia ironía intrínseca". Pero no fue de cuidar mucho su imagen.
Guillermo Cabrera Infante lo defendió en alguna ocasión: "Dice las verdades" y por ello "le han negado la sal y el agua por todas partes". El hombre no cejó, a veces anticipando debates que se globalizarían más tarde (como Among the believers, 1981, reporte que denuncia al Islam radical). Y a veces corriendo los cercos de la vida íntima: casado desde 1955, en 1972 inició un affaire con una anglo-argentina, también casada. Se lo contó un año más tarde a su esposa y por más de dos décadas, hasta la muerte de esta última, se movió entre ambas (sin mencionar su debilidad por las prostitutas, que confesó en una célebre entrevista).
Tras el Nobel, Naipaul consideró llegado el momento de autorizar una biografía "como Dios manda". Y su autor, Patrick French, presentó su cara más cruel. "No me afecta en lo más mínimo lo que la gente piense de mí", fue la reacción del novelista. French dijo, por su parte: "De toda la gente con la que he hablado para este libro -unas 80 entrevistas- él fue el más sincero".