La idea de grabar una canción como regalo de cumpleaños para un abuelo adquiere ribetes más allá del cariño cuando ese abuelo es Lucho Gatica. En las celebraciones por sus 90 años, el sábado recién pasado, el cantante chileno recibió de sus once nietos el registro en estudio con sus voces a cargo de un medley de varios boleros que él ayudó a volver universales: "El reloj", "No me platiques más", "Contigo en la distancia". Fue uno entre varios regalos que lo animaron durante todo un día de celebración familiar en casa de su hija Aída, en Ciudad de México, donde hoy el intérprete vive bajo los cuidados requeridos por una diabetes y parcial deterioro cognitivo, alejado del canto profesional aunque no de la vida social ni del entusiasmo por la música.
También en Chile hubo regalos por fuera del cánon. El más imponente, el que durante la tarde se develó en el Teatro Regional de Rancagua: una estatua en bronce con las figuras de Lucho Gatica y su hermano Arturo de poco más de dos metros de altura. En ceremonia ante admiradores, autoridades regionales y algunos parientes, el alcalde de Rancagua, Eduardo Soto, describió el momento como "un anhelo para quienes sentíamos que había que saldar una deuda".
Lucho Gatica nació en Rancagua el 11 de agosto de 1928, y cursó sus estudios escolares allí en el Instituto O'Higgins, donde desde temprano destacó su afición por el canto. Una primera mudanza a Santiago, a los 16 años, activó un ascenso que en menos de una década lo tenía con discos multinacionales y contratos de presentación en el extranjero, hasta convertirlo en la más exitosa voz del bolero nacida en Sudamérica.
"Gracias por no olvidarlo y por hacerlo inolvidable", comentó a nombre de la familia Juanita Gatica Cortés, la hija mexicana del cantante, quien viajó especialmente a Chile para participar de la ceremonia en Rancagua, coronada con un impecable concierto ad-hoc del conjunto La Flor del Recuerdo. Emocionada, la mujer repartía la atención de sus pocas horas en la ciudad entre las celebraciones oficiales y la conversación con primos a los que apenas conocía. Sólo una vez había estado antes de visita: su padre y su madre, la actriz y reina de belleza portorriqueña Mapita Cortés, llegaron a presentarla al resto de la familia cuando ella tenía 3 años.
"A mi papá lo quieren en Cuba, lo quieren en España, lo quieren en Brasil, en México y en tantos países, pero por supuesto que este cariño chileno es diferente y especial para él", destacó. "Todo esto está hermoso, y qué padre sería que él estuviese aquí. Le encantaría verlo".
La condición actual de salud de Lucho Gatica es de cuidado pero no limitante, dice su hija. "Lo que más disfruta es a sus nietos: platicarles, contarles anécdotas de su carrera. Recibe a algunos amigos. No está para nada aislado. Es muy querendón".
-¿Canta?
-Claro, mucho. Pone discos y se puede pasar horas cantando solo en casa.
Las actividades de promoción para su álbum de duetos Historia de un amor, hace cinco años, fueron las últimas señas profesionales de Lucho Gatica en público. Su vínculo con Chile había quedado afianzado poco antes, en 2012, con un homenaje en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara a nombre del entonces CNCA, aunque no hubo este fin de semana pistas de saludo de autoridades de Cultura a su nonegésimo cumpleaños. La rutina del cantante de admiración transversal -con cupo tanto en películas de Pedro Almodóvar como en novelas de Mario Vargas Llosa y crónicas de Pedro Lemebel- es hoy privada y doméstica. Su relevancia volvió el sábado a quedar fuera de duda en la ceremonia en Rancagua con los saludos grabados en video por personalidades tan dispares como Armando Manzanero y Sergio Pirincho Cárcamo ("he dado toda la vuelta y soy un rockero que admira el bolero de Lucho Gatica", decía allí el locutor radial), y notas de prensa como la de la web de Billboard saludando a "una leyenda viviente".
"Mi padre siempre trabajó con la conciencia de que aportaba algo más allá de él, de su carrera", comenta Juanita Gatica. "Era su amor por la música, y saber que la canción es parte de una herencia cultural mayor. Él siempre lo tuvo claro". Con él en la distancia, ese legado fue prueba viva en Rancagua.