"La plata es la plata y se consigue como sea", espeta Rocío (Amparo Noguera), ñuñoína que quiere a toda costa que su hija viaje a un torneo brasileño de natación. El marido (Boris Quercia) pone por su parte la mejor cara de circunstancia ante la adversidad. Como tantas comedias, ¿Cómo andamos por casa? versa sobre el dinero: cómo conseguirlo y cómo añorarlo. En esto, Quercia parece buscar la conexión con el Chile endeudado y aspiracional de nuestros días, tal como lo hizo con el país libidinoso de Sexo con amor (2003).

Los recursos -como antes, más que antes- tienden al trazo grueso y pasan muchas veces por ese humor nacional-oficinista que en la TV luce mejor que en el cine. Y si bien se toma en serio el complejo arte de sacar risas y organiza en consecuencia una dramaturgia poblada de elementos (el reencuentro de Rocío con un viejo amor, las trampas de la hija nadadora, el bullying contra el hijo, que va cultivando la venganza), la hilaridad de vuelo rasante y los clichés sociológicos terminan imponiéndose. Dicho esto, doy fe de las risas generadas en el público, lo que debería implicar algo que escapa al alcance de estas líneas.