La sociedad cinematográfica que el director afroamericano Antoine Fuqua y el actor Denzel Washington han llevado desde hace años, recuerda otras duplas como Scorsese-De Niro o Burton-Depp. Desde el año 2001, cuando filmaron Día de entrenamiento, cinta por la cual Washington ganó su segundo Oscar, han participado en otros tres proyectos. Como de costumbre, el trabajo de Washington siempre es para apreciar, y Fuqua es un director que tiene ritmo, visualidad y que sabe producir un buen cine de palomitas. Eso sí, la tendencia en los logros de esta dupla viene a la baja. Ya había pasado en el remake del clásico del oeste, Los 7 magníficos y vuelve a ocurrir en esta segunda entrega de El justiciero.

Encontramos a Robert McCall (Washington) trabajando como chofer de una aplicación móvil. Sus días pasan con tranquilidad y tan excitantes como ver pintura secándose. Con algunos de sus clientes ha formado vínculos, uno de ellos es Sam, anciano sobreviviente del Holocausto, historia que jamás toma relevancia. En su barrio, McCall, siendo el buen samaritano que es, toma bajo su alero al joven Miles (Ashton Sanders), un quinceañero con aptitudes artísticas pero a un tris de transformarse en pandillero. Largas conversaciones con Sam y Miles nos quieren mostrar a nuestro héroe en su nueva vida, más o menos alejado de la violencia. Contabilizando más de una hora de metraje, llegamos al fin a la acción, cuando nos enteramos que Susan (Melissa Leo) compañera de McCall de sus tiempos en la CIA, ha sido asesinada. Junto a su ex compañero, Dave York (Pedro Pascal), unirán fuerzas para tratar de dar algo de vida a esta historia.

"No aburrirás" es una de las máximas del thriller de acción y suspenso, pero esta vez Fuqua peca de manera mortal al no tener claro lo que quiere hacer. La primera entrega de esta serie fue una cinta de acción de tomo y lomo, esta vez Fuqua quiere inyectar algo de drama existencial e insuflar de alma a su personaje principal, pero es difícil ponerle alma a alguien que nunca ha estado vivo, por mucho que lo sientes a leer En busca del tiempo perdido de Proust o Entre el mundo y yo de Ta-Nehisi Coates. No ayuda tampoco que las vueltas de tuerca se vean venir a kilómetros de distancia y que las contadas escenas de acción sean filmadas sin mucho ingenio ni ganas. A ratos pareciera que ni siquiera Washington está esforzándose; suerte para nosotros que incluso cuando no tiene ganas le salen las cosas bien y es él quien mantiene a flote a este desganado justiciero.