Era el día de aniversario del cuarto de siglo de la Reina Isabel en el poder, en 1977, y esos delincuentes juveniles con guitarras llamados Sex Pistols lanzaban un single con una letra como de democracia de los acuerdos. "God save the Queen/ The fascist regime/ They made you a moron/ A potential H Bomb", iniciaba la canción, para luego rematar en un estribillo con esa positividad marca de la casa: "Don't be told what you want/ don´t be told what you need/ There's no future/ No future for you". Y dicen por ahí que la juventud no tiene ideas constructivas cuando se les da la oportunidad…

Según el bando que uno tome es cómo se puede entender la historia de Sex Pistols. Por una parte, tenemos un manager, Malcolm McLaren, reconocido por su sentido de la oportunidad y el gusto por el escándalo beneficioso. Por otra, una pandilla de no-músicos lo suficientemente geniales y arrogantes para editar un pedazo de historia en forma de disco. Lo bueno es que para ambas posiciones hay sendos documentales, de calidad dispar, aunque con el mismo director detrás.

El primero llamado The Great Rock 'n' Roll Swindle, de 1980, ideado por el representante, mostraba a la banda como un invento comercial y/o manifiesto político muy lucrativo. Con la dirección de un inexperto Julian Temple, ese híbrido bastante indigesto entre documental y ficción, tuvo una respuesta en 2000 con el muy destacable The Filth and the Fury, de mejor factura y con el grupo en pleno para reivindicar su autonomía y rol histórico.

En ese último film aparece su vocalista Johnny Rotten, para explicar su ausencia del documental anterior (donde sólo aparecía en imágenes de archivo), pasar el bulldozer sobre los restos del escaso prestigio de McLaren y lamentarse que en los afanes del negocio del manager hubiese caído un tipo voluble como Sid Vicious, entregado a la heroína y a la mitificación punk, previo a la confusa muerte de su novia y a su suicidio posterior.

Aunque aclaremos una cosa, el que hablaba en el documental ya no se hacía llamar "Rotten" (podrido), sino que empleaba su apellido de pasaporte, Lydon, tal como lo hizo desde 1978 al salir de Sex Pistols. Justo desde el momento en que terminó el último concierto de la banda diciendo "¿alguna vez han tenido la sensación de haber sido engañados?" y tuvo la idea de crear un vehículo donde demostrar su gusto por el dub, la música negra y el krautrock, que debía esconder de la mirada molesta de McLaren. Ese artefacto (que no banda, ya veremos por qué) se llamó Public Image Limited o PIL e iniciaba su carrera hace 40 años diciendo algo tan decidor como "Nunca escuchaste una palabra de lo que dije/ Sólo me miras por las ropas que uso".

https://www.youtube.com/watch?v=n9ki_x_aMP8

Justamente es un nuevo documental el que grafica las aventuras de John Lydon durante los 40 años posteriores a la (primera) separación de The Sex Pistols. Como para no perder la denominación de origen, el film se llama The Public Image is Rotten, que también es el nombre de un flamante box set de 5 discos y 2 DVD que grafica las diversas encarnaciones de la corporación que formó Lydon en 1978.

¿Corporación? Sí, un concepto amplio con el que Lydon y los miembros originales, Kaith Levene en guitarra y Jah Wobble en el bajo, pretendían unificar las diferentes actividades que implicaría PIL. Se hablaba, entonces, no sólo de una banda que editaría discos, sino que de una empresa que crearía soundtracks para películas, artes gráficas y diseño de tecnología musical.

Según el referencial libro Rip it up and start again. Postpunk del crítico inglés Simon Reynolds, incluso, contrataron un contador y una realizadora de videos, con el fin de mostrarse lo más alejados del prototipo del grupo rock y revelando, a la vez, el carácter industrial de la creación de la música "rebelde" como el mismísimo punk.

Bonitas (y conceptuales) intenciones que nunca se concretaron y quedaron más bien como declaraciones del siempre activo mediáticamente John Lydon. Las aguas turbulentas dentro de la banda por la escasa actividad en vivo y las difíciles relaciones entre los amigos de infancia Lydon y Wobble y el talentoso Levene (despedido de The Clash años antes por su enfoque excesivamente vanguardista) determinarían que luego de la edición del segundo disco Metal box (Virgin, 1979) el bajista se escapara con las cintas grabadas e hiciera un disco por su cuenta con ellas. ¿Querían punk, los señores lectores?

Si es así, seguimos. El problema, según Wobble en el libro de Reynolds, es que no todos estaban tomando las mismas drogas. Obvio. Mientras él dedicada sus noches (y días posteriores) al speed, el resto de la banda optaban en el menú por la heroína y la marihuana o un combo de las 3 juntas. En esa bruma tóxica, PIL no sólo creó un clásico moderno, sino que extrañamente generó un éxito radial en Inglaterra con "Death Disco", mezcla de lamento de Lydon por la reciente muerte de su madre junto a una versión torturada de la música de "El lago de los cisnes" de Levene, un bajo de hard funk, cortesía de Wobble, y un ritmo, por supuesto, Disco. Así con primera letra mayúscula. Herejía absoluta para un grupo derivado del punk.

https://www.youtube.com/watch?v=eNWZepWteDM

De los 39 años restantes bien puede obtenerse información acabada en el documental y en el box set aludidos. También del recambio constante de integrantes (donde llegó a grabar incluso un extraviado Ginger Baker de Cream) y de todas las maneras en las que Lydon se ha dedicado a epatar a una audiencia siempre fácil de molestar. Ahí, se pueden meter en el mismo saco el famoso anuncio de mantequilla en la televisión, su participación en realities e, incluso, la última defensa trasnochada que hizo de Donald Trump.

En todas ellas, hay algo de propositivo, aunque esté presentado con conceptos contradictorios y cierta gratuidad muchas veces. Mal que mal, es el mismo señor que, en 2016, respondió a un vaso lanzado desde el público en Chile con sólo una maldición y con la continuación del show. Con una toalla ensangrentada como turbante a falta de una cresta punk.

https://www.youtube.com/watch?v=lIJCvhYjJNo