Tenía sentido y razón. A mediados de la década del 2000, las viejas orquestas de cumbia ya descansaban en el museo de la memoria musical chilena y sus añosas melodías asomaban como perfecta excusa para que alguna estrella de la época tuviera algo más con qué adornar sus tocatas en fiestas "mechonas" u otros eventos del tipo. Joe Vasconcellos y Sexual Democracia habían hecho algunos guiños simbólicos al género de las sonoras en los 90, pero faltaba un recambio genuino del género más allá de la tecno cumbia del norte y la vertiente romántica que explotaría años después con nombres como La Noche y Américo.
Y eso fue precisamente lo que empezó a pasar en lugares como el Galpón Víctor Jara, en la Plaza Brasil de Santiago, con Chico Trujillo al frente de un contingente que completaban Juana Fe, Combo Ginebra y Banda Conmoción, entre otros. Músicos inquietos que renunciaban al traje colorido al estilo de Pachuco en Viña 86 y que inyectaban realidad y contingencia a la pachanga, dando un nuevo significado a la cumbia como lucha y en plena época de reivindicaciones estudiantiles y otras urgencias sociales todavía no resueltas.
No pasó mucho tiempo antes de que se empezar a hablar de la "Nueva Cumbia Chilena" justo en días en que se sinceraba el gusto por un estilo que siempre fue popular aunque históricamente ninguneado. Estos nuevos cumbieros, sin embargo, fueron resistidos por la vieja guardia. El poco espacio que les quedaba a los más experimentados empezaba a ser invadido por conjuntos de aparecidos que en cosa de años proliferaron de manera explosiva. Solo entre 2003 y 2008 surgieron agrupaciones como Tomo Como Rey, Santa Feria, Villa Cariño y La Combo Tortuga, todos siguiendo los pasos de Aldo "Macha" Asenjo y un Chico Trujillo que a esa altura del partido ya había aportado con "Loca" (2008), quizás el último gran clásico de la cumbia chilena, y consolidando a esta generación dentro del género con otras piezas valiosas como "Callejero" (2007), de Juana Fe.
Sin embargo, a una década de lo que en un momento pareció ser una valiosa renovación de estilo, la "Nueva Cumbia Chilena" se ha convertido hoy en una dudosa mezcla diluida en el simplismo musical y una majadera apología al "carrete", la "noche" y las "malas mujeres". Lo advirtió el mismo Juan Ayala, ex Juana Fe en una entrevista reciente: que le provocaba pudor escuchar a nuevas bandas y que lamentaba que ese primer impulso haya perdido fuerza y, sobre todo, texto. Lo curioso del asunto es que salvo excepciones como Santa Feria, un grupo que sí ha sabido reinventarse también desde lo lírico, el grueso de agrupaciones de la familia cumbiera transita entre la intrascendencia artística y el triunfo comercial. Porque en días en que prácticamente no existe músico chileno que no se lamente por lo "mala que está la cosa", son los grupos de cumbia los únicos que disfrutan de un buen pasar y una agenda llena de compromisos. Por cierto que eso no está nada de mal y probablemente se lo tengan bien ganado, pero cuesta no pensar que lo están logrando con una propuesta que dista tanto de lo que pudo haber pasado hace más de una década: que esta vieja Nueva Cumbia Chilena se hubiera convertido en mucho más que en solo una acotada pausa de lucidez.