La última palabra de Denis Johnson

ICULT denis johnson
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Elogiado por Philip Roth y admirado por Jonathan Franzen, el estadounidense Denis Johnson murió el año pasado no sin dejar libros por publicar. Acaba de aparecer el volumen de relatos El favor de la sirena, donde el tema de la muerte sobrevuela sus páginas.


Un alcohólico en rehabilitación le escribe cartas a familiares y amigos. En su mayoría son mensajes bastante racionales, aunque de vez en cuando surgen delirios y hasta un par de recados al Papa y a Satanás. "Discúlpenme", dice, "pero ahora tengo que quemar esta página y escribirle a Dios mientras siga en llamas". Un ejecutivo publicitario recuerda gente, momentos, sentimientos y visiones que le quitan el aliento. "Esta mañana me ha asaltado una tristeza tan grande por lo deprisa que pasa la vida, por la capacidad que tiene el fracaso de reinventarse de formas novedosas", nos cuenta. "Ha sido tanto que he estado a punto de estrellar el coche". Y más adelante el lector se encuentra con una mini-picaresca carcelaria, el relato de lo que sucede cuando un grupo de hombres sin demasiado futuro sobreviven en un lugar que, según uno de los personajes, "huele a desinfectante y algo más que debería ser destruido por un desinfectante".

Los tres primeros cuentos de El favor de la sirena, el volumen póstumo de Denis Johnson (1949-2017) se pueden leer como una continuación del mundo creado por este autor estadounidense. Es un mundo lleno de seres desorientados y marginados, de historias sobre vidas y momentos tan brutales como líricos.

Publicado por Random House, El favor de la sirena es el esperado regreso de Johnson al cuento -el género que lo hizo famoso-, así como su primer libro póstumo: el autor estadounidense terminó de corregirlo afectado por un cáncer de hígado. No alcanzó a verlo en librerías. Johnson murió en mayo del 2017, a la edad de 67 años.

"El mundo sigue girando", dice uno de los personajes de El favor de la sirena, uno que tal como Johnson escribe en contra de una enfermedad fatal. "Y es evidente para usted que mientras escribo esto yo no he muerto. Pero puede que sí cuando usted lo lea".

Vidas aturdidas

Hijo de un funcionario del Departamento de Estado, Denis Johnson nació en Alemania y pasó su infancia entre Washington DC, Japón y las Filipinas. Comenzó su carrera como poeta: publicó su primer libro a los 19 años. Era 1969 y Johnson estudiaba el pregrado en la Universidad de Iowa. Entonces conoció a Raymond Carver, uno de sus maestros, y con quien regularmente iba de bares.

Por esos años, además, John comenzaría a consumir marihuana, heroína y pastillas de todo tipo. Era el inicio de lo que él llamó "mi década perdida". "Apenas escribí 37 poemas y dos cuentos", recordó alguna vez.

Reacio a las entrevistas y apariciones públicas, Johnson confesó que luego de esa década volvió a casa de sus padres. Tenía más de treinta años y se inscribió en Alcohólicos Anónimos, en 1983 publicó su primera novela Ángeles derrotados y luego de eso comenzó una nueva etapa. Una que incluía, entre otras cosas, el cristianismo. "Pero estoy seguro de que puedes encontrar muchos creyentes que sin duda dirán que me iré al infierno", bromeó.

De a poco Johnson recogió anécdotas de sus años como alcohólico y drogadicto: fue con ese material que dio forma a los relatos que conforman Hijo de Jesús, sin duda uno de los libros más importantes de la literatura estadounidense. Son once cuentos breves sobre soñadores, adictos y almas perdidas. "Añadí un montón de cosas que nunca me pasaron a mí, aunque casi todo lo que está ahí le pasó a alguien que conozco", dijo. Hijo de Jesús se publicaría en 1992 y siete años más tarde se adaptaría al cine con Billy Crudup, Jack Black, Holly Hunter y Dennis Hopper.

Su carrera despegó. Algunos de los mejores nombres de la literatura contemporánea lo alabarían: "Una prosa de un poder y estilo asombrosos", dijo Philip Roth. "Su obra está a un nivel diferente del resto: un verdadero maestro", según la autora británica Zadie Smith. Y el novelista Jonathan Franzen lo puso de esta forma: "El Dios en el que quiero creer tiene la voz y el sentido del humor de Denis Johnson".

Triunfo sobre la tumba

Hasta hace poco la obra de Johnson era casi inhallable en español. En los últimos años aquello cambió: libros como la ganadora del National Book Award Árbol de humo (novela bélica sobre Vietnam), Que nadie se mueva (un policial), Sueños de trenes (un gótico sureño) y Los monstruos que ríen (otra novela bélica, esta vez en África) se pueden encontrar, con distinta suerte, en librerías locales.

El próximo en llegar será El favor de la sirena, que continúa con su estética y temática e incluso tiene cameos de ciertos personajes de Hijo de Jesús. Aunque en este libro, a diferencia de su canónica colección de cuentos, en muchas ocasiones sus narradores reflexionan sobre qué significa estar a pasos de la muerte. Ahí está ese escritor que viaja a San Francisco. En un restaurante se obsesiona con una mujer que se parece a la esposa de un amigo; minutos más tarde lo llama y se entera de que éste ha muerto. "Guardé mi teléfono", dice, "y pude escribir la mayor parte de la conversación en este diario, en esta misma página, antes de que mi mano empezara a temblar tanto que tuve que parar".

En sus últimos años Johnson vivía entre el paisaje desértico de Phoenix, Arizona, y la frontera con Canadá, en el estado de Idaho. Enseñaba escritura creativa en diferentes universidades de Estados Unidos. Y también llegó a escribir guiones para HBO que nunca se filmaron. Según algunos de sus estudiantes, el autor de Hijo de Jesús tenía tres reglas de oro en sus talleres literarios: escribir desnudo, poner en papel lo que uno nunca se atrevería a decir; escribir con sangre, como si la tinta fuera demasiado preciosa para desperdiciarla; y por último escribir desde el exilio, como si nunca se pudiera volver a casa y por lo tanto cada detalle fuese de una importancia vital.

Semanas antes de su muerte, Johnson recibió una llamada de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Le comunicaron que se realizaría un evento en su nombre. Y querían saber si haría una excepción a su regla de no asistir a ceremonias. "Ja", rió el autor. Sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida. "Lo veo muy difícil".

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