El Ángel: ángel malo

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El resultado de esta historia es atrapante, a ratos hipnótico y a ratos quizás demasiado superficial. Ortega es un director con sentido del ritmo, tanto visual como sonoro y El Ángel no se detiene ante nada.


No es casualidad que El Ángel comience y acabe su relato al ritmo de un hit setentero, mientras su protagonista baila de una manera desinhibida y con toda libertad. No es casualidad porque su director, Luis Ortega, es hijo del mítico Palito Ortega, y porque Carlos Robledo Puch, apodado Carlitos y el protagonista absoluto de este relato, se percibe a sí mismo casi como una estrella, alguien especial ajeno al resto, alguien que puede entregarse al relajo del baile privado y simplemente gozar la vida sin importar qué.

Desde el relato en off que abre la historia, sabemos que Carlitos, como le gusta que lo llamen, ve el mundo de manera distinta. Para él, todo eso de la propiedad privada no viene mucho al caso. Si él quiere entrar a una casa y encuentra una ventana abierta, ahí estará robando algunas chucherías que regalará a alguien o un auto que luego abandonará. Sus padres no lo entienden. Aurora (Cecilia Roth) y Héctor (Luis Gnecco) son personas honestas, trabajadoras y que no han hecho más que velar para que su hijo tenga lo mejor; pero ya alcanzando la veintena, saben que el muchacho no va por buen camino. Tantos "regalos" o "cosas prestadas" con las que llega a casa, los han puesto en alerta. Pero no es algo que a Carlitos le haga problema -la vida es para vivirla- y todo escala y enloquece cuando se hace amigo de Ramón (Chino Darín) y del padre de este, José (Daniel Fanego), comenzando así a trabajar de manera más seria en el mundo del hampa.

El resultado de esta historia es atrapante, a ratos hipnótico y a ratos quizás demasiado superficial. Ortega es un director con sentido del ritmo, tanto visual como sonoro y El Ángel no se detiene ante nada. También es verdad que está más interesado en momentos específicos de la vida de su personaje que en buscar respuestas del porqué hace lo que hace. En ningún caso trata de hacer de esta historia un tratado psicoanalítico de Robledo Puch y hasta puede ser mejor que así sea. Es un relato que avanza de la mano de su carismático y demente protagonista sin juzgarlo ni menospreciarlo. En su último trecho la historia se estanca, y donde antes había novedad ahora existe repetición, y es que ni siquiera la película puede escapar de la burbuja de la enajenación en la que cae.

Lorenzo Ferro, en el rol titular y haciendo su debut en la actuación, sorprende en el manejo de un personaje tan querible como temible, repleto de ambigüedades (sexuales, psicológicas, sociales) y que impresiona siempre, haciendo que El Ángel sea más que un simple y estilizado retrato de uno de los asesinos más carismáticos de Argentina

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