James Bond 25: la misión más compleja del agente 007

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Spectre, de 2015, fue el último estreno de la franquicia con Daniel Craig, quien abandonaría el personaje en la próxima entrega.

Diversos problemas en la producción de su nueva película llenan de incertidumbre el futuro de la saga. El renunciado director Danny Boyle habría intentado modernizar a un personaje hoy acusado de sexista.


En cierta medida, la salida de Danny Boyle de la película número 25 de James Bond, anunciada hace algunos días -tres meses antes del inicio del rodaje-, fue parte de la rutina de Hollywood. El argumento de las "diferencias creativas" con un director se repite cada vez más seguido de parte de los grandes estudios cinematográficos, que no suelen entregar demasiado margen de error -ni libertad- a los realizadores cuando se trata de superproducciones.

Pero la situación actual de la saga James Bond es particularmente compleja. No sólo por los efectos prácticos que tendrá la salida de su nuevo director, lo que, entre otras cosas, retrasará el estreno de la cinta hasta por lo menos 2020, cinco años después de la última entrega (Spectre, de 2015). También, porque cuando Boyle fue anunciado en marzo, la franquicia parecía al fin sacudirse de una serie de cuestionamientos que recibió en el último año. Las esperanzas estaban en que el realizador de Trainspotting ideara una historia capaz de revigorizar a un personaje que, en muchos sentidos, parece anclado al pasado. Su salida ha implicado que esos fantasmas vuelvan a aparecer.

Cuando se confirmó la nueva cinta, que será la última con el actor Daniel Craig como protagonista, se abrió también el debate. En días en que la industria se replantea el trato histórico hacia las mujeres, la exaltación de las aventuras de un personaje -a ojos de hoy- misógino y violento, no parece entregar el mejor de los mensajes. "Sería más fácil aceptar sus fallas si no se vendiera como un modelo a seguir para los hombres", aseguraba The Guardian ya en enero.

El sexismo de la franquicia inspirada en las novelas de Ian Fleming, que en más de medio siglo en pantalla -y salvo contadas excepciones, como "M"- presenta personajes femeninos como meros objetos de deseo del héroe, no es el único dardo que ha recibido la saga. En más de una ocasión el personaje también ha sido acusado de racista, de representar una superioridad británica blanca. Una especie de apología colonialista de un imperio que ya no es tal. "Cualquier análisis honesto de Bond concluirá que a lo largo de 24 películas, el personaje ha sido un tremendo cretino en el mejor de los casos, y un racista abusivo en el peor", aseguró la revista GQ, mientras que el diario inglés Independent fue aún más tajante: "Incluso un Bond reinventado no hace sentido en la sociedad moderna".

Por lo mismo, hace años se rumorea que la saga ha evaluado hacerle un cambio profundo a su protagonista, y ha trascendido varias veces -siendo siempre desmentido- que el actor Idris Elba podría convertirse en el primer Bond de raza negra, e incluso que el agente 007 podría pasar a ser una mujer.

Otro día para morir

En rigor, toda la era de Daniel Craig en la piel de Bond ha sido un intento de modernizar al personaje, con algunas entregas, como Casino royale (2006) y Skyfall (2012), reconocidas como algunos de los mejores títulos de la saga. El 007 de Craig ha incluido muchas de las fallas de sus predecesores, pero en vez de ser presentadas como algo glamoroso, se muestran como una tragedia, con un héroe condenado a la soledad e infelicidad por su propia decadencia.

Boyle habría intentado responder directamente a la contingencia con su nueva película, lo que sentenció su salida. Según el periódico The Guardian, el director coescribió un guión en el que el personaje se veía enfrentado a su propia misoginia, haciendo referencias a los movimientos #MeToo y Time's Up. El realizador, además, habría insistido en incluir un antagonista ruso, como referencia a los escándalos políticos que vinculan a ese país con la Casa Blanca. Este exceso de coyuntura habría escandalizado a los productores, poco dispuestos a perder a parte de su público en un proyecto que costará por lo bajo US$ 200 millones.

Sin director, con un guión descartado y sin plazos concretos para el inicio de la producción, una de las franquicias más longevas e icónicas del cine vive sus días más inciertos en casi tres décadas, desde los seis años que pasaron entre la salida de Timothy Dalton y la primera cinta con Pierce Brosnan, en 1995. Algunos medios han instado a Craig a dar un paso al costado y no arriesgarse a cerrar su participación en la franquicia con una cinta marcada por sus problemas tras las cámaras, mientras que otros han ido más lejos y han propuesto matar a 007 en su próxima aventura. Y aunque la historia ha enseñado que Bond siempre se las arregla para volver, esta vez su regreso se ve más complejo que nunca.

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