Luo Hongwu, el protagonista de Long day's journey into night, se pone los lentes en 3D para ver la película que dan en el cine. En ese momento aparece también un anuncio sobre la pantalla para que los propios espectadores de Long day's journey into night usen sus gafas en tres dimensiones. Junto a Luo compartirán la misma experiencia visual. Mágicamente, la vida del que está sentado en la butaca y la del personaje podrían ser una sola.

Este es el juego estético y dramático que propone el segundo largometraje del realizador chino Bi Gan: una película dentro de otra, pero una que empieza recién a la hora de metraje. Antes, la historia sólo ha sido contada en dos dimensiones y por eso no se deben usar los lentes 3D. ¿Un capricho preciosista? ¿Un intento de subvertir la narrativa? Probablemente todo eso, pero mucho más.

Estrenada en el último Festival de Cannes, Long day's journey into night recibió elogiosas críticas desde los medios más industriales como The Hollywood Reporter, pero también de los relativamente alternativos en la línea de Indiewire. El primero la llamó "una hazaña cinematográfica lenta e hipnótica" y el segundo la consideró una "fascinante innovación fílmica hacia fines expresionistas".

La película fue elegida para abrir el próximo 25 Festival de Cine de Valdivia, que se extenderá desde el 8 al 14 de octubre en la capital de la Región de los Ríos. Lo que hace el encuentro, uno de los más antiguos y cinéfilos del país, es sólo ser fiel a su manifiesto programático: ya en el 2015 había estrenado en Chile Kaili blues, el sorprendente debut de Bi Gan (1989), ganador del premio al mejor nuevo director en el Festival de Locarno.

En aquel filme se contaba la historia de un doctor en un pequeño pueblo y un plano secuencia de 45 minutos en una motocicleta se robaba la atención del espectador. Ahora, Bi Gan descoloca con otro pasaje sin cortes, pero de una hora. Es el del 3D y es una secuencia onírica en la vida de Luo, quien regresa a su ciudad tras años de ausencia.

Para el cierre de Valdivia se escogió Yara (2018), del iraquí Abbas Fahdel, que en el 2015 también presentó en Valdivia su documental Irak, año cero (2015), ganador del Festival Visions du Réel (Suiza). Ahora Fahdel se pasa a la ficción y cuenta la historia del amor veraniego entre Yara y Elias en un valle perdido de El Líbano. Los paisajes montañosos, la múltiples etnias y religiones y la emigración de la población se cuelan en esta trama, demostrando que el documentalista nunca deja de latir en Fahdel.

Entre las películas chilenas que estarán en Valdivia destaca La casa lobo (2018), de Joaquín Cociña y Cristóbal León. El filme participa en la competencia internacional y viene de exhibirse con éxito en el último Festival de Berlín, donde obtuvo el premio Caligari. Rodada con la técnica de animación de stopmotion y con figuritas de papel maché, la cinta plantea una fábula con ribetes de horror: un señor con acento alemán de una locación muy parecida a la ex Colonia Dignidad cuenta la historia de María, una niña que huyó junto a tres cerditos y en el bosque es acechada por un lobo.