"Voy a cumplir 30 años y la verdad es que estoy empezando a redescubrir música. Ya empiezo a escuchar cosas con cierta nostalgia", reconoce Henry D'Arthenay, cantante y guitarrista de la banda venezolana La Vida Bohème, quienes se presentarán por tercera vez en Chile hoy en la discoteca Blondie, junto a sus paisanos de Los Colores.
"Tengo la fortuna de tener amigos chilenos y otros que viven allá desde hace muchos años. Me pareció bastante chistoso ir a un par de café con piernas que me llevaron. Afuera había algo como para inscribirte en la milicia, bastante irónico. La guerra y el sexo siempre fomentando la economía", recuerda el también compositor de temas como "Radio Capital" o "Você", ésta última incluida en su reciente producción, La lucha (2017). "De Santiago me quedan ciertos poemas, (el barrio) Bellavista. Me gusta Álex Anwandter. Amo lo que representa y que el tipo se anima a hacer cine. Es de esas personas que cuando aparecen en una escena es importante darle voz. Mi mejor amigo de la infancia vive allá. Esas cosas son súper importantes para mi en este momento... también nos tatuamos la última vez".
Junto con sus compañeros de banda, Daniel de Sousa (guitarrista), Daniel Briceño (bajista) y Sebastián Ayala (baterista), tienen preparado un concierto especial. "Últimamente los shows los estamos cambiando noche a noche, muchas veces hay improvisaciones que ni yo mismo sé cuánto van a durar. Vamos a hacer un set gigante, podemos hacer tres horas tranquilamente", dice D'Arthenay. " Grateful Dead me pegó muy fuerte. Te abre el campo de visión. Noche a noche tienes mucha oportunidad de cambiar, de dar un sentimiento genuino de ese momento", suelta ahora en referencia a la desaparecida banda estadounidense que convertía sus conciertos en rituales únicos.
Ya pasaron cinco años desde que La Vida Bohème sorprendió al llevarse Álbum de Rock en los Grammy Latinos con su segundo disco, Será (2013), aquella producción con la que se abrían al mundo de manera orgánica, fusionando sus orígenes post-punk y dance con el que debutaron en Nuestra (2011), para entregarse a su arraigo folclórico caribeño con muestras entusiastas de la electrónica. Es la fórmula con la que se han convertido en quizás la banda venezolana más inquieta de los últimos años.
En La lucha se entiende que el razonamiento gira en torno a la existencia. Hay un peregrinaje entre disputas internas y colectivas que indagan la dicotomía del ser humano en clave de pop rock y electrónica tropical, alentados por el afropop. La Vida Bohème, fiel a su discurso, cedió poco ante Eduardo Cabra (Visitante en Calle 13) como productor. Esta placa también es una rebelión contra el totalitarismo y un viaje hacia la introspección como ese lugar de exilio para alzar una voz de identidad explosiva. Una búsqueda y reflejo de su propia situación como pioneros de esa diáspora musical venezolana en la que se encuentra la última oleada del rock de su país.
Su discografía habla de un concepto que inteligentemente se fue desarrollando durante su primera década de formación . Así se terminó gestando la noción que supone la trilogía: "Nuestra será la lucha". Un trayecto que va de lo naive hasta la complejidad de sus fusiones, alimentando los dotes vanguardistas de la agrupación. Fue pasar de la revuelta contra el sistema a su propio cambio, el interno. "Los discos que vienen ahora, porque se vienen en cantidad, serán por diversión", adelanta Henry con un misticismo particular, haciendo guiño a The Clash.
Y paradójicamente al camino electrónico que la banda fue tomando, su líder da cuenta de una pasión por el rock que no secunda esa creencia limitante actual de que el género está desapareciendo. "Creo mucho en el rock en vivo. Amo la electrónica. La gran diferencia entre alguien con una laptop y tres personas, está en esa comunicación tácita".