Las dramaturgas chilenas en su más larga primavera
En los últimos años, la presencia de obras escritas por autoras como Nona Fernández, Manuela Infante, Isidora Stevenson y varias otras, ha crecido sostenidamente sobre los escenarios locales. Política, memoria y género son solo algunos de los ejes temáticos y críticos en sus plumas, que por décadas, dicen, fueron relegadas a los márgenes y el silencio.
Había más de 200 dramaturgas de 30 países. A fines de 1988, uno de los más antiguos auditorios de la U. de Buffalo, en el Estado Nueva York, se llenó para la primera versión de la Women Playwrights International Conference (WPIC). El encuentro proponía debatir sobre sus trabajos y obras, además de la incompatibilidad entre la escritura y sus vidas como mujeres a fines del siglo. Solo una chilena estuvo allí: Isidora Aguirre (1919-2011). Tres décadas después, y de cara al centenario de la autora de La pérgola de las flores, la aparente anécdota se convierte en precedente.
Mientras otros autores y contemporáneos suyos, como Alejandro Sieveking, Egon Wolff, Juan Radrigán y Luis Rivano escribían la historia oficial del teatro chileno, la asistente social y autora de Los papeleros pasaba meses investigando para sus obras, a la par de su vida como académica y madre. Y aunque muchas la señalan como la gran voz femenina del teatro de la época, lo cierto es que hubo otras cuyo eco fue desvaneciéndose con los años.
"La Isidora sacó la cara por muchas mujeres que se atrevían a escribir, pero había muchas otras haciéndolo en paralelo, en la generación del 50, como María Elena Gertner (1932-2013), María Asunción Requena (1915-1986) y Gabriela Roepke (1920-2013)", dice la actriz y dramaturga Nona Fernández (1971).
"Trabajaron con los teatros universitarios y sus obras estaban unidas por la cuestión social. Pero hoy todas ellas están invisibilizadas, al igual que otras que les siguieron", agrega la autora de El taller y Liceo de Niñas, y una de las directoras de la Muestra Nacional de Dramaturgia, que se desarrollará en Santiago entre el 22 y 28 de octubre. En su versión de este año, el certamen distinguió a dos autoras emergentes: Mónica Droully (Querido John/Take a chance on me) y Gabriela Aguilera (Casandra, la Sandra).
Cambio de foco
Ninguna dramaturga ha ganado el Premio Nacional de Artes de la Representación. Solo Isidora Aguirre optó en cuatro oportunidades al mismo galardón, pero le fue esquivo hasta su muerte. "Estamos todavía en el punto en el que hay que destacar el trabajo femenino, para llevar la mirada hacia allá y generar conciencia", argumenta la actriz y dramaturga Emilia Noguera (1983), cuya última obra fue Proyecto de vida (2014), historia cruzada por el clasismo y la violencia del Chile actual.
Se le suma la actriz Elisa Zulueta (1981), quien se dio a conocer como autora con la aplaudida obra Gladys (2011), en la que caían las caretas familiares a partir de una mujer con Asperger: "Si uno mira el escenario literario, parece equiparado gracias a que tenemos dos premios Nobel, mujer y hombre. Pero la realidad es que, para trabajar, por años las mujeres tuvieron que librar una batalla ardua dentro de sus casas. Las que lo hacían era para mantener a sus hijos, por ende dedicarse al arte era un privilegio, como Virginia Woolf, o incluso una batalla, la mayoría de las veces perdida", opina.
Pero si hasta el año 2015 el Teatro Nacional Chileno había estrenado 13 obras escritas por mujeres, llama también la atención que en la antología Un siglo de dramaturgia chilena 1910-2010 (2010), de María de la Luz Hurtado y Mauricio Barría, solo cinco de las 40 obras compiladas fuesen de autoría femenina: Ayayema (1964), de María Asunción Requena; La pérgola de las flores (1960) y Los papeleros (1962); Lulú (2003) de Ana María Harcha, y Rey planta (2006) de Manuela Infante (1980), hoy radicada en Japón.
Muchas, sin embargo, creen que el panorama actual es otro. Incluso desde fines de la década de los 90 y primeros años 2000, mucho antes de los estallidos del movimiento #MeToo. En 2015, el GAM tuvo una línea curatorial estrictamente enfocada en las ópticas femeninas. Ese mismo año debutaron, por ejemplo, Xuárez, la revisita al personaje de la Conquista española coescrita por Infante y Luis Barrales, e Hilda Peña, de Isidora Stevenson, el estremecedor monólogo de una madre que pierde a su hijo en una balacera en los 90.
Desde entonces, la producción teatral femenina ha puesto en escena una serie de discursos que hoy se toman la coyuntura. El de género es uno de ellos, como ha hecho Carla Zúñiga (1986) y su compañía La Niña Horrible (La trágica agonía de un pájaro azul). O también, aunque más reciente, la vulnerada voz de los niños en Carnaval, último montaje escrito y dirigido por Trinidad González (1972).
"Si revisamos la cartelera actual, la cantidad de textos escritos por hombres y mujeres no son tan distintas. Es más, hay en cartelera mujeres marcando pauta en términos dramatúrgicos, estéticos e ideológicos", dice Isidora Stevenson (1981), quien pasó de abordar la maternidad a la relación entre los humanos y la inteligencia artificial en su obra Réplica, que tendrá su primera temporada en el Teatro UC desde el 10 de octubre.
Voces fantasmales
La actriz Sally Campusano (1982), ganadora del tercer Concurso de Dramaturgia del Teatro Nacional Chileno en 2016 con su obra El automóvil amarillo, es también la coordinadora para América Latina de la WPIC. Tras su paso por Suecia y Sudáfrica, el mismo evento aterrizará por primera vez en la región, entre el 7 y 12 de octubre, con 70 autoras de todo el mundo. Su sede será el GAM, donde habrá lecturas dramatizadas y conversatorios. "Allí conocí a la dramaturga estadounidense Elana Gartner, que trabaja para una organización que entrega un premio anual a los teatros de todo el mundo que tengan una programación 50/50. Comenzamos a hablar hace 5 años, y hasta ahora no hemos podido dar en América Latina con ninguno que tenga esa política de programación", advierte.
Nona Fernández, quien en sus obras entrelaza lo político y la memoria reciente del país, agrega: "Es buena instancia para mostrar y discutir sobre lo que hacemos, pues las mujeres no escribimos sobre los mismos temas: la Manuela escribe de filosofía, por ejemplo; la Ximena Carrera (1971, autora de Medusa) y yo estamos más en la tecla política y, entre las más jóvenes, aparecen mucho las nuevas tecnologías y la cultura pop. Entonces, no somos parte del mismo monstruo ni estamos almacenadas en el mismo lugar. No solo hay diversidad de temas, sino de miradas".
Ximena Carrera, quien actualmente escribe una obra sobre las ballenas titulada Greta, que debutará en Puerto de Ideas 2019, habla de "voces fantasmales". Desde hace unos 10 o 15 años, dice, "han empezado a conformar algo más que voces individuales para pensar en algo parecido a una generación. Me parece que sin encontrar tantos temas afines, el solo hecho de conocernos y reconocer nuestros trabajos, habla de unión".
Para la hija del fallecido Premio Nacional y autor de Las brutas, en tanto, quien en enero estrenará Lear, el rey y su doble, dirigida por Jesús Urqueta, "las dramaturgas no hacemos berrinches ni exhibimos en nuestras obras desmelenados histerismos", dice. "Su visión de mundo plantea preguntas, abarca la necesidad de cuestionamiento y muestra una dimensión de igualdad que no estábamos acostumbrados a ver. No por ser mujeres, sino porque en Chile el femicidio, el abuso y la subestimación laboral contra la mujer son impresentables, y el teatro es el lugar desde donde hemos decidido plantearlo".
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