Gratis todos los miércoles.

Afuera del metro, al lado de los camiones con comida, semáforos, estaciones de buses, donde fuera: ahí estaban los buzones de plástico rojo plantados en las esquinas de Nueva York.

Y gratis todo los miércoles.

En sus 63 años el diario alternativo The Village Voice tuvo varias etapas. Pero a grueso modo se podría decir que pasó de ser un semanario contra-cultural a uno (más o menos) tradicional. O por lo menos a un diario que no se adaptó a los tiempos digitales.

Si bien hace un año que no salía edición impresa, el sitio web (con valioso material) seguía funcionado. The Village Voice tenía un equipo de periodistas e intentaba tomarle el pulso a una ciudad que cada día que pasa se encarece más y más.

Hasta el pasado 31 de agosto: tras varios años de declive, Peter Barbey, el último propietario del Voice anunció su cierre definitivo.

"En estos últimos años, The Village Voice tuvo que afrontar una realidad económica cada vez más difícil para aquellos que producen periodismo y prensa escrita", dijo Barbey, quien compró el diario en 2015. "Fuimos optimistas, pensamos que las cosas mejorarían rápidamente".

El fin de este semanario no significa solamente el fin de la contracultural; sino también de cierto tipo de prensa que actualmente solo existe en la web. Y que probablemente nunca más se leerá en papel.

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1955: Dan Wolf y Ed Fancher y Norman Mailer se unen para crear un diario del underground. Su idea era llegar donde los medios tradicionales no llegaban. Así lo puso Mailer en una columna, publicada justamente en The Village Voice, de 1956: "Siento los indicios, las pistas, el susurro de un nuevo tiempo que viene".

Wolf era psicólogo, Fancher un psicoterapeuta más o menos hippie y Mailer, a esas alturas, un novelista conocido por su exitoso libro Los desnudos y los muertos (basado en sus experiencia en la guerra).

Los tres vivían en el barrio de Greenwich Village, zona bohemia donde en los años siguientes Bob Dylan, Jimi Hendrix y Joan Baez pasarían y tocarían y dejarían una estela contra-cultural, que se esparciría por toda la ciudad, el país y hasta el mundo.

En la década del cincuenta y, culpa de la ola anti-comunista del senador McCarthy, Estados Unidos pasaba por una de sus peores etapas en cuanto a ideas y debates culturales y políticos. Por eso mismo, según Wolf, The Village Voice se creó "cuando las vulgaridades del macartismo habían marchitado las posibilidades de un verdadero diálogo entre las personas".

"Las mejores mentes en Estados Unidos, radicales y conservadores, se estaban repitiendo", dijo Wolf. Y a partir de eso, justamente, se planeó un diario que diera cuenta lo que sucedía en los bordes de la sociedad.

La idea era básicamente una: tomar el pulso a una ciudad en constante ebullición como NYC, la cual de a poco se convertiría en el centro cultural del mundo.

Así como también provocar al lector, claro.

Y lo consiguieron.

Especialmente Norman Mailer, quien más que escritor siempre se promocionaba justamente así: como un provocador.

Durante más de 63 años, The Village Voice mezcló periodismo con activismo. Hubo artículos sobre defensores de los derechos de los homosexuales y los Panteras Negras; el movimiento de liberación femenino; sobre tiendas que vendían psicodélicos y adornos navideños eróticos. No solo eso: como pocos medios, The Village Voice se opuso abiertamente a la guerra en Vietnam. Respaldó el movimiento de los derechos civiles. Y le dio plataforma al mismo Norman Mailer (y a su ego).

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Norman Mailer venía del éxito de su novela Los desnudos y los muertos, pero de a poco se iba ganado enemigos y antagonistas varios. Es más: su nuevo libro, El parque de los ciervos, no tuvo una primera buena recepción. Por lo que fue él mismo quien pagó de su bolsillo para que The Village Voice pusiera un gran anuncio bajo el siguiente título "En todo Estados Unidos El parque de los ciervos ha recibido nada más que elogios".

Y abajo venían frases, todas destrozando su novela, sacadas de varias críticas y reseñas.

De alguna manera funcionó: El parque de los ciervos se mantuvo en la lista de los más vendidos por varios meses.

Ahí el autor estadounidense entendió que provocar era una buena forma de figurar. Por lo que pidió tener una columna en The Village Voice donde, según él, buscaba explorar la violencia, la histeria, el delito y la confusión en una sociedad todavía pacata y puritana.

"Quería que llegara la revolución; quería sangre en las calles; quería que el apocalipsis comenzara", escribió, tiempo después, Mailer sobre esos años. "Pero por supuesto Dan (Wolf) se oponía".

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La columna de Mailer se volvió un hit, así como un centro de atención del ego del escritor. Un punching-ball que los lectores atacaban desde todos los frentes.

Mailer decía ser "un idealista dialéctico" y no tenía problema en interrumpir una columna para advertirle al lector que "por favor se concentre. El arte de la escritura cuidadosa está comenzando a desaparecer ante la impotencia mental de un público tan perezoso como el presente".

En un momento incluso Mailer comenzó a tomar preguntas de los lectores. Y hasta les respondía con largas y acaloradas diatribas. "Este tipo Mailer. Es un hostil y narcisista. Una peste. Mejor que le corten su columna", escribió un lector.

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Mailer nunca creyó que el semanario sobreviviría. "Su despedida debe ser como fuegos artificiales llenos de gloria".

Así, luego de 17 semanas, Mailer se alejó del Village. Conservó su parte de la empresa; pero no volvió a colaborar en casi tres años.

Fueron tres años en que The Village Voice se volvió el diario alternativo de NYC. Nombres como el dibujante y novelista gráfico Robert Crumb, también poetas y escritores de la talla de Ezra Pound, Henry Miller, Katherine Anne Porter, James Baldwin y E.E. Cummings; todos esos pasarían por el periódico neoyorquino semanal.

Y luego, en los ochenta y noventa, Jonathan Lethem, Alice Sebold, Colson Whitehead firmarían en sus páginas. Eso sin contar de la cobertura en cuanto al desarrollo inmobiliario de una ciudad como Nueva York: como pocos medios, The Village Voice investigó a Donald Trump –quien desde los setenta mostraba practicas dudosas para hacer negocios–. Aquellos artículos se han convertido en un recurso para cubrir y hasta entender el modus operandi del actual presidente estadounidense.

Por eso, según Barbey, su último dueño, hoy se está trabajando para completar la digitalización de los archivos de The Village Voice. "Para que las futuras generaciones", anuncio, "puedan vivir la experiencia de este tesoro cultural y social de la vida de este país".