En 2004, cuando se estrenó Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, toda una generación sintió que estaba viendo algo realmente nuevo y original. Un viaje por la mente y los recuerdos, una historia de amor que parece inevitable, científicos haciendo experimentos imposibles, escenas extrañas y hermosas, espacios que aparecen y luego se destruyen, el payaso de Jim Carrey luciéndose en el rol de un hombre en el fondo de la depresión, la seria de Kate Winslet haciendo de su contraparte relajada, loca, ruidosa.
Ayer, 14 años después, llegó a Netflix la primera temporada de Maniac, una serie que podría ser la prima chica de esa película y que se puede describir con las mismas frases, reemplazando a los protagonistas por Jonah Hill y Emma Stone (y guardando las proporciones). Es esa prima que creció admirando a su pariente raro y adorable, pero que además tiene sus propias ideas, otros referentes y una identidad distinta para mostrar. Así es como esta serie, a pesar de todas estas conexiones, también se siente como algo nuevo y original, al menos para la televisión.
Para las formalidades y los curiosos que van a googlear de dónde salió Maniac: oficialmente está basada en una serie de Noruega del mismo nombre y que luce muy bien, pero que claramente no comparte más que algunas ideas con su versión estadounidense. Y cualquier sinopsis que se haga de esta interpretación parece insuficiente, porque a la vez explicarla de manera "suficiente" es contar demasiado.
Lo que sí se puede decir es esto: Owen (Jonah Hill) es un aproblemado, depresivo y posiblemente esquizofrénico miembro de una familia millonaria e insoportable en la que no se siente nada de cómodo, mientras escucha voces y recibe supuestas misiones para salvar el mundo. Annie (Emma Stone) es una tipa ruda, insensible, drogadicta y perseguida por problemas de su pasado que no la dejan en paz. Ambos se conocen cuando llegan a formar parte del estudio "de alto riesgo" de un nuevo medicamento.
A partir de ahí se inicia un viaje que a ratos es confuso, que mezcla fantasía con realidad, que presenta un computador inteligente y sensible a lo HAL 9000 de 2001: Odisea del espacio, que nos introduce en pequeñas películas que parecen no tener conexión con la historia principal, que nos muestra un futuro en que se arriendan amigos y familiares y en que existe la Estatua de la Extra Libertad, pero todo se hace en computadores que parecen de los años 90 y en espacios que parecen de los 70.
Con todo esto, lo natural es tratar de adivinar, de saber cómo va a calzar todo, de hacer que cada pieza tenga sentido, pero es mejor idea sentarse a mirar y escuchar sin que todo esto importe. Disfrutar del viaje que propone una serie que merecería llegar al mismo nivel de culto masivo que logró Eterno resplandor…
Y para los más desesperados por encontrar el sentido de todo, una pista entregada por la propia serie en sus minutos introductorios, donde una voz en off que habla del big bang y las primeras amebas arroja en dos frases lo que está al fondo de todo lo que vendrá. "Hipótesis: todas las almas están en búsqueda de conexión. Corolario: nuestras mentes no tienen consciencia de esa búsqueda", dice, y después sigue: "Hipótesis: todos los mundos que casi fueron importan tanto como el mundo en el que estamos. Corolario: estos mundos ocultos nos causan gran dolor". Ese es el viaje.