La verdad, no pasaba nada. Cansados, hicieron una pausa y fueron por unas Coca Cola en la sesión entre el guitarrista Scotty Moore y el bajista Bill Black acompañando a un chico de 19 años. Verano en Memphis, 5 de julio de 1954, estudios Sun. Elvis Presley no está ahí para juegos. Sabe desde el día en que ganó notoriedad en su escuela cantando sobre un perro muerto, epifanía que lo transformó de niño tímido y mimado a chico popular, que en el escenario está su destino. De pronto deja la bebida, coge su guitarra y comienza a rasguear los acordes de "That's all right", un viejo blues de Arthur "Big Boy" Cudrup. Bill Black lo sigue al galope desde el contrabajo mientras Scotty intercala adornos desde la guitarra eléctrica. "Era un muchacho auténtico que no estaba imitando a nadie", evoca la voz envejecida del guitarrista, seguido de Bruce Springsteen sobre ese instante en que el rock & roll se cristalizó. "Uno escucha músicos esclavizados con la belleza de la invención sin saber muy bien hacia dónde van", reflexiona el Boss, "solo descubriendo y dejándose llevar literalmente mientras la música va sonando".
Esas opiniones y otras como la de Tom Petty, más historiadores, ejecutivos discográficos y amigos, forman el relato coral que acompaña la extraordinaria selección de imágenes, archivos caseros y fotografías de Elvis: The Searcher (2018), documental disponible en HBO GO en dos partes. Nada de músicos dando declaraciones sentados tras una consola con una guitarra a la vista -cliché número uno del género-, sino voces en off relatando y analizando la vida y la obra del rey del rock & roll. Es un detalle valioso porque que exuda respeto y la dignidad que la figura merece tras un proceso en que Elvis significa más parodia que leyenda en la cultura pop.
La regla dominante es retratar su condición de pionero y el talento sobrenatural para absorber musical y culturalmente el entorno soslayando el racismo imperante. Aunque sobreprotegido, Elvis recorría barrios a la búsqueda de vecinos que tuvieran radios o instrumentos, se metía a las iglesias para escuchar coros, o recorría la calle Beale en Memphis, zona de espectáculos y juerga dominada por negros.
The Searcher deja una sensación triste también. Elvis fue un genio ecléctico y creativo -"esto es Picasso, algo que agarra tus influencias y las lleva a un sitio nuevo", observa Tom Petty-, que similar a un antiguo cohete de la carrera espacial trazó uno de los ascensos más radicales de la cultura pop en una misión que finalmente lo derrumba. Muy pronto quedó orbitando solitario, envejecido antes de tiempo, atrapado en una sociedad con un manager como el coronel Tom Parker, incapaz de refrescar su carrera.
Si en 3 horas y 15 minutos The Searcher explica por qué Elvis es más que un símbolo kitsch gusto de abuelos, sino el detonador de la música pop contemporánea, las 3 horas y 25 minutos de soundtrack disponible en iTunes y Spotify reúnen más que éxitos, sino las canciones forjadoras de su estilo, incluyendo las versiones originales de varios de sus tempranos hits porque, curiosamente, el rey del rock fue un campeón del cover. En rigor, Elvis Presley no inventó nada. Pero en el momento preciso lo fundió todo para crear una cultura donde el sexo, la rebeldía y la frustración encontraron su lugar.