El reencuentro de dos hermanos gitanos en Cádiz, el puerto andaluz al sur de España, es el origen narrativo de la película Entre dos aguas (2018), que ayer se quedó con la Concha de Plata a Mejor película en el 66° Festival de Cine de San Sebastián. Ellos son Cheíto e Isra. El primero es cocinero y el segundo viene saliendo de la cárcel por un lío de drogas. Ambos son además dos personajes que ya estaban en La leyenda del tiempo (2006), pero niños.
La película, protagonizada por los auténticos hermanos Israel y Francisco Gómez Romero, se instaló desde su estreno como una de las favoritas en el mayor festival de cine de España. Desde su título, tomado del tema homónimo de Paco de Lucía, la película funciona además como un gran homenaje a la cultura gitana.
Si Entre dos aguas resultó ser la ganadora del premio máximo de San Sebastián, la argentina Rojo (2018), de Benjamín Naishtat, fue el filme que acaparó más premios: Mejor director para Naishtat, Mejor actor para Darío Grandinetti y Mejor fotografía para Pedro Sotero. A grandes rasgos, Rojo (Darío Grandinetti) es la historia de un abogado en un pueblo aparentemente tranquilo del interior argentino, súbitamente sacudido por un asesinato.
Todo transcurre a fines de 1975, en plena dictadura y cuando la organización anticomunista Triple A siembra el crimen. En el filme, el actor chileno Alfredo Castro interpreta al detective Sinclair, quien viene de Chile y tiene conexión con las autoridades del país.
El jurado presidido por el cineasta estadounidense Alexander Payne (Los descendientes) le entregó el Premio Especial del Jurado a Alpha, The right to kill, cinta del venerado realizador filipino Brillante Mendoza que escarba en las oscuras y tenebrosas operaciones del gobierno de su país para combatir el narcotráfico. En la competencia Horizontes latinos, donde estaba la chilena Enigma de Ignacio Juricic, ganó la argentina Familia sumergida, de María Alché.