Las palabras pueden ser explosivas en cualquier calle de Beirut, pero aquel día en el barrio cristiano de Fassouh la mecha ya está encendida. Tony, un mecánico nacionalista y cristiano, no quiere arreglar una tubería en mal estado que derrama agua desde su balcón a la calle. En rigor no es que no quiera, sino que no está dispuesto a hacerlo, pues quien se lo pide es Yasser, jefe de obras y, para más remate, refugiado palestino musulmán. Al segundo intento de convencerlo, Tony explota, le lanza las cañerías por la cabeza a los hombres de Yasser y éste lo llama "estúpido".

Ese es el primer improperio de la película El insulto (2017), del libanés Ziad Doueiri (1963). El segundo es mucho más grave e impresentable. En un intento de hacer las paces instigado por el jefe de Yasser, todo se va de las manos y Tony le dice a Yasser: "Tal vez Ariel Sharon (el fallecido primer ministro de Israel) debería haberlos exterminado a todos". Yasser, que bajo su aparente calma oculta una dignidad de hierro, le responde rompiéndole dos costillas.

Luego los enemigos callejeros se van a tribunales y una primera sentencia falla a favor del palestino Yasser. Como Tony tiene ira infinita se hace asesorar por un abogado que se mueve como tiburón en las engañosas aguas de los juzgados. Ambos van a un juicio que a esas alturas se transforma en tema de actualidad nacional.

¿Pueden dos tipos enojados relanzar la guerra civil que durante 15 años masacró a El Líbano? ¿Sufrieron más los musulmanes o los cristianos? ¿Cuál es la verdad? La cuarta película de Ziad Doueiri plantea estas preguntas y también aporta una mirada didáctica a un conflicto que duerme como una bomba de tiempo.

Nominada al Oscar extranjero 2019 (donde ganó la chilena Una mujer fantástica), El insulto logró también la Copa Volpi a Mejor Actor en el Festival de Venecia 2018 para el actor palestino Kamel El Basha en el rol de su compatriota capataz Yasser Salameh. Desde esta semana ya se puede ver en los cines de Chile.

Donde encontró problemas fue en los países árabes, donde fue boicoteada por grupos pro-palestinos y por el Movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS). Finalmente se estrenó, superando los escollos que sí impidieron la exhibición de The attack, la cinta anterior de Doueiri, filmada en Israel. Aquel largometraje, sobre un médico de origen palestino en Tel Aviv, fue prohibida en El Líbano y el mundo árabe por haber filmarse en Israel.

Desde Los Angeles, donde prepara un filme en inglés acerca del nacionalismo en Estados Unidos, Ziad Doueiri habla con Culto.

¿Cómo surgió la historia de El insulto?

La película derivó de algo que me pasó. Yo estaba regando las plantas en el balcón de mi departamento en Beirut, el agua cayó sobre un señor que era palestino, se inició una discusión y le respondí de mala manera. Luego de eso me disculpé y después de un tiempo lo resolvimos amablemente. Sin embargo, pensé que aquella situación podía ser el puntapié inicial para construir un guión. En Beirut es común que se pueda desatar una batalla campal a partir de la más mínima provocación. Lo he vivido desde que era joven en las calles: si te pasas de la raya te pueden apuntar con un rifle Kalashnikov.

¿Por qué el personaje del cristiano Tony parece siempre tan enojado?

Porque había que darle complejidad a los personajes. En la superficie, Tony es un tipo violento, pero bajo esa capa de ira hay una tragedia que no ha contado. Lo mismo sucede con el musulmán Yasser: parece muy tranquilo, pero acarrea una historia de brotes de violencia. Los abogados de ambos se centran en estos aspectos: el defensor de Tony quiere mostrar que el tipo violento es en realidad Yasser, mientras que la abogada de Yasser apunta a la inherente ira de Tony. Hacia el final, los roles de alguna manera se invierten. Es un duelo, como un western. La única diferencias es que en vez de balas hay palabras.

¿El insulto es una reacción al boicot a su filme The attack?

Quiero aclarar algo: provengo de una familia musulmana de izquierda y mis padres lucharon junto a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Tres de mis primos murieron peleando junto a los palestinos. Pero el problema surge cuando la elite intelectual palestina (fundamentalmente escritores, cineastas y periodistas) ataca mi película anterior, The attack, sin siquiera haberla visto. Eso una forma de fascismo. Por eso he contraatacado. Me consideraron un traidor sólo porque la filmé en Israel. Desde ese momento me he vuelto anti-palestino. Y cuando hablo de anti-palestino no me refiero a estar contra la causa palestina, sino que contra la "intelligentsia" de izquierda. Creo que ellos han traicionado la causa palestina, que es la de la libertad, la democracia y la posibilidad de expresar tus ideas. Se transformaron en fascistas. Yo los llamo fascistas anti-liberales.

¿Usted tiene afiliación política?

Tras el asesinato del primer ministro libanés Rafik Hariri en el 2005 fui parte del movimiento multipartidista Alianza del 14 de Marzo. Siempre me he considerado un liberal, demócrata y no religioso. Me siento más cerca de las Fuerzas Libanesas, que es un partido político cristiano, aunque yo no soy cristiano y provengo de una familia musulmana secular. Pero quiero dejar en claro que la izquierda y la derecha en El Líbano no es como la izquierda y la derecha en Latinoamérica. No creo apropiado hacer una conexión automática, pues la gente creerá que yo soy un tipo de derecha sólo porque no estoy alineado con los palestinos. Eso no es así. En El Líbano, todo es mucho más complejo.

En la película se evidencian los crímenes sin castigo cometidos por cristianos, pero también por los palestinos

Yo crecí odiando a los cristianos de derecha en El Líbano. Cada vez que mi familia culpaba a alguien, era a ellos. Ellos eran como Pinochet para nosotros. Sin embargo mientras crecía empecé a enterarme de que ellos no eran los únicos que cometieron los crímenes en nuestro país. También hubo musulmanes que lo hicieron. También hubo palestinos. Y esa creo que es la principal razón por la que las fuerzas de apoyo a los palestinos boicotearon la película. Es porque cuento la verdad. No es porque cuente una mentira. Ellos cuentan con el apoyo internacional hoy. Pero de lo que se trata es de ser justos. Y también hay que ser justos con los cristianos. Lo importante es que se conozca la verdad. Mientras no se sepa, no puede haber reconciliación. Supongo que puede pasar lo mismo en Chile con la dictadura de Pinochet.