El año era 1978 y Enrique Lihn caminaba por las calles de Manhattan. En ese entonces Nueva York era una ciudad en decadencia, con sucias calles llenas de borrachos tirados, drogadictos en las esquinas y asaltos a las seis de la tarde.
Al poeta chileno, en todo caso, esa sordidez urbana lo inspiraba: "Si el paraíso terrenal fuera así", escribió de aquel viaje, "el infierno sería preferible".
Un año antes de la visita del poeta, Martin Scorsese había inmortalizado esa ciudad en decadencia en Taxi Driver, película sobre Travis Bickle, un taxista y veterano de la guerra de Vietnam que desciende psicológicamente. Hasta volverse loco y violento. "Por la noche salen bichos de todas clases: furcias, macarras, maleantes, maricas, lesbianas, drogadictos, traficantes de droga... tipos raros", dice Bickle sobre la Nueva York setentera. "Algún día llegará una verdadera lluvia que limpiará las calles de esta escoria."
Hay algo en común entre la figura de Bickle caminado bajo las luces de neón y A partir de Manhattan, el libro que resultó del paso de Lihn por Nueva York. Tanto en la película como en el poemario estamos frente a un hombre inmerso, como decía Federico García Lorca (ese otro poeta que escribió sobre esta ciudad), en esa "angustia imperfecta de Nueva York".
A partir de Manhattan se publicó por ediciones Ganymedes (Valparaíso) en octubre de 1979. El tiraje inicial fue de 5.000 ejemplares. Tanto en la portada como en la biografía se muestra la foto de un Enrique Lihn (de 50 años) con lentes, bufanda y un sombrero de copa. En su cara hay un rictus serio, aunque, a la vez, no demasiado serio, sino tal vez una parodia de la seriedad. Esa misma seriedad que Lihn le criticó a Pablo Neruda por su "carácter complaciente consigo mismo y falto de sentido autocrítico".
Nacido en 1929, el entonces poeta, narrador y ensayista trabajaba como profesor-investigador en el Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Chile. Hacia fines de los setenta libro suyos habían sido traducidos al francés y al inglés. Y su faceta cómica, o paródica, también circulaba: ya fuera por la publicación de Batman en Chile, una novela sobre un Batman financiado por la CIA que llega a Chile para detener el gobierno de la UP (la novela se publicó apenas un par de meses antes del golpe de estado). O por sus performances de la mano de Gerardo de Pompier, su otro yo, un caballero afrancesado, caduco y anquilosado.
Fue con ese bagaje biográfico, así como bibliográfico, con que Lihn parte a Nueva York, escribe y luego publica A partir de Manhattan (el cual pide a gritos una re-edición deluxe, ojalá con fotos y material adicional).
A partir de Manhattan es un libro que hoy se puede leer como la angustia de un poeta quien constantemente piensa en lo que a dejado atrás: Chile. Y en este caso, además, el Chile en dictadura.
"Traté de instalarme afuera, pero nunca pude. Siempre me he quedado con la incertidumbre de qué hubiera pasado si me hubiera ido, porque muchos escritores de mi generación lo hicieron", le dijo Lihn al periodista Juan Andrés Piña. "Yo he viajado, pero nunca me quedé. A pesar de que no existió ese exilio formal, pienso que los escritores hispanoamericanos vivimos en un exilio interior".
Poemas de la multitud que vomita
En A partir de Manhattan Lihn relata su contacto con Nueva York a través de una serie de poemas. Hay versos sobre el metro, las catedrales, los museos, los mendigos y las multitudes que no hacen más que vomitar más y más gente.
Eso sí: no todos los poemas que Lihn escribió "a partir de Manhattan" son sobre Nueva York, lo que por momentos hace que este libro se convierta en un volumen de crónicas de viajes. Así, en A partir de Manhattan hay paseos por San Francisco, Texas, Madrid y Barcelona. Paseos en que Lihn explora el paisaje tanto como la mirada y el lenguaje. Ahí está, por ejemplo, "Nada que ver en la mirada": Un mundo de voyeurs sabe que la mirada/ es sólo un escenario/ donde el espectador se mira en sus fantasmas.
O "Edward Hopper", donde le rinde homenaje al pintor estadounidense: Eso pintó Edward Hopper/ un mundo de cosas frías/ y rígidos encuentros entre maniquíes vivientes (…) eso pintó: un camino sin principio ni fin/ una calle de Manhattan entre este mundo y el otro.
Pero claro: antes que todo y nada, A partir de Manhattan es un libro tenso. Un poemario sobre la tensión entre salir de Chile o quedarse y morirse en éste. Así lo pone el mismo Lihn en "Nunca salí del horroroso Chile", uno de sus poemas más conocidos:
Nunca salí del horroroso Chile
mis viajes que no son imaginarios
tardíos sí - momentos de un momento -
no me desarraigaron del eriazo
remoto y presuntuoso
Nunca salí del habla que el Liceo Alemán
me inflingió en sus dos patios como en un regimiento
mordiendo en ella el polvo de un exilio imposible
Otras lenguas me inspiran un sagrado rencor:
el miedo de perder con la lengua materna
toda la realidad. Nunca salí de nada.
"¿Merecimos los chilenos tener a Lihn?", escribió Roberto Bolaño en una de sus columnas, publicada en Las últimas noticias. "Esta es una pregunta inútil que él jamás se hubiera permitido. Yo creo que lo merecimos. No mucho, no tanto, pero lo merecimos."
A su regreso de Nueva York Lihn celebró cincuenta años. Y luego de la publicación de A partir de Manhattan volvería varias veces a Estados Unidos como profesor visitante en distintas universidades. También realizaría performances en Santiago: el happening Adiós a Tarzán, como una parodia a la dictadura, y la lectura de El Paseo Ahumada en ese misma calle y con un megáfono, lo cual le valdría un breve arresto policial.
Nunca saldría del horroroso Chile de Pinochet: el 10 de julio de 1988 –diez años luego de su viaje a Nueva York–, Enrique Lihn moriría de cáncer de pulmón. Apenas tres meses antes que el NO ganara el plebiscito.