Lo escribió Joaquín Edwards Bello y nosotros no podríamos decirlo mejor: "¿Quién hace los mitos? Nadie lo sabe. Nacen, crecen y pasan. Después de mantenerse en el aire —a veces un mes, a veces menos—, se pierden por los espacios del olvido".
En el podio de lo vergonzante, disputándole medallas al Perro que habla y la Mujer gallina, el Chupacabras aparece en los 90 como una extraña fabulación. Mezcla de soterradas disputas en el seno mismo de la ruralidad post-contrarreforma y un imaginario popular parasitado casi en su totalidad por las fantasías de la telemanía. Este bicho trashumante, el cuco de los potreros de un Chile que avanzaba firme en la urbanización a destajo, se movió saltando tapias y dejando restos de sangre y plumas.
"Es una vida casi extinta en el planeta/ es algo que viene más allá de las estrellas", cantaban los Tiro de Gracia en ese track que sonó en radios y caseteras del país completo. En tiempos de tolueno y Supernintendo, el "Chupacabras" fue al mismo tiempo una canción ondera y un llamado a no cruzar las alambradas que marcaban el límite entre la población —ahora barrio— y los terrenos que todavía conservaban su medieval estampa.
En mi infancia tardía, esta rareza potreril era la quimera que acechaba las penumbras de la etapa 1 de la población San Pablo. Antes de conocer el folk-horror y el satanismo, la mitología popular del valle central nos había proveído de quimeras de dudosa procedencia. En Internet, el Chupacabras era un experimento de la CIA. En el imaginario de Lenwadura y compañía, el "Chupacabras" encarnaba una especie de Trauko secular: "Amador del sexo/ sangre, hambre de olor femenino/ confundido como el violador de Maipú/ el Chupacabras, ser ardiente/ como tú y como yo".
https://open.spotify.com/track/1ZZXuEFC87l047nDRLVmG7?si=ypqvgfWZRuy7rwmtAmwlGQ
Monstruo de exportación o pesadilla local, el "Chupa-cabras" —qué grotesco suena— suponía una explicación ridícula de las perversiones de ciertos machos con pericia en el arte de la seducción. Mientras la prensa de la época lo colocaba como una amenaza extraterrestre que venía a asolar la escasa riqueza de campesinos pobres, en el imaginario rapero el "Chupa-cabras" encarna esa zorronería aspaventosa tan al uso en sus pares de la época: desde la "Chica eléctrica" —ahora revisitada con culpa— o el ex Los Tetas preguntando dónde está el funk —¿en serio a nadie le producía escozor el erotismo fritanga de esa canción?—, el rap local mainstream lucía orgullosas chapas de una masculinidad sin límites. De otro planeta.
La superposición de la figura extraterrestre y el trauko-urbanita funcionaba bien como un producto de una imaginación contaminada de una vez y para siempre: las amenazas vienen siempre desde afuera. El "Chupacabras" de los noticiarios y el del popular single eran una delimitación de ese otro más allá de los límites de la polis, sea esta población de subsidio o metrópolis infausta y gris.
Aunque la letra abunda en neologismos y jitanjáforas que parecen no querer decir todo lo que la canción podría realmente decir, los escasos versos nos invitan a pensar en tentaciones y conductas proscritas: "Abracadabra, chupacabra, una penetración al hoyo negro del espacio enfermo".
En un artículo publicado recientemente en The Guardian, el historiador Stuart Walton señala que la creencia en OVNIs —y, sospecho, por descontado, en todo el confeti que le sigue, Área 51 incluida— estaba decayendo. La razón es sencilla, aunque podría debatirse: todos poseemos los medios para registrar y documentar lo que sea en cualquier momento y al instante. La aparición de fenómenos de esta calaña, por suerte, ahora solo caben en la mente de gente prescindible como Salfate. Como mito llegó y como mito se fue: perdido en los espacios del olvido o la memorabilia de trasnoche.
De el "Chupacabras" de Tiro de Gracia nos queda el groove y un coro que se sabe hasta mi hermano chico.
https://www.youtube.com/watch?v=tsZt6drS6Ps
Tiro de Gracia estará en el #RBMSTGO para la celebración de los 30 años del rap chileno. El próximo viernes 26 de octubre en el Teatro Caupolicán.