Estaba en Florencia, Italia, muy cerca de la esquina del Hotel d'Arno. No lo sabía entonces pero aquel era el mismo hotel donde Henry James (1843-1916) escribió El retrato de una dama, acaso la gran obra del narrador y crítico literario estadounidense nacionalizado británico. Aunque entonces, a mediados de los 70, John Banville (Wexford, Inglaterra, 1945) todavía era un escritor y lector en ciernes, y James no le llamaba la atención. Años antes había leído Una vuelta de tuerca, pero no le impresionó demasiado. Por lo que no abrió otro libro de James hasta esos vagabundos días en Italia, cuando encontró una vieja copia de El retrato de una dama y se sumergió en la vida de Isabel Archer, una joven norteamericana que ha perdido recientemente a su padre, y quien es invitada por un tía a pasar unos meses viajando por Europa, donde conoce a Gilbert Osmond.

Casi 50 años más tarde, el premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014 se siente cercano a la obra de James. Tanto que él mismo la ha continuado: en La señora Osmond su nueva novela, el autor irlandés escribe la secuela de El retrato de una dama. Es una historia que parte con Archer, ahora conocida como la señora Osmond, escapando de Roma y de su demoledor matrimonio con Gilbert.

"Fue mi esposa, gran admiradora de James, quien hace unos años me instó por primera vez a escribir una continuación del Retrato", dice Banville desde Dublín. Entonces no le pareció buena idea. "Pero luego, en 2016, sucedió algo y volví a la idea: tal vez necesitaba un descanso de las novelas en primera persona sobre narradores obsesionados consigo mismo".

En todo caso, no es la primera vez que Banville juega a ser un ventrílocuo literario: su novela La rubia de ojos negros (Alfaguara) también era un juego de impostura. En esta rescataba a Philip Marlowe, el detective de Raymond Chandler. Aunque claro: puede que La rubia de ojos negros sea una doble impostura, ya que ni siquiera era su libro, sino de Benjamin Black, el heterónimo con que Banville firma sus novelas policiales.

- ¿Considera La señora Osmond una secuela o un libro inspirado en El retrato de una dama?

- Mi novela no es una secuela, sino una finalización de El retrato de una dama. El mismo Henry James se refirió al hecho de que había dejado su novela sin terminar, abandonando a su heroína precisamente en el momento decisivo de su vida, y al menos un par de ocasiones consideró escribir la "segunda mitad", pero para entonces ya tenía otras cosas por hacer. Así que supongo que decidí, con la alegre arrogancia del artista, hacer el trabajo por él.

- ¿Cómo cambió su percepción de El retrato de una dama desde aquella lectura en Florencia?

- Uno de los aspectos fascinantes del Retrato es que cada vez que uno lo lee, es una novela diferente. Sospecho que este es el caso con todas las grandes obras de arte, que cambian junto con nuestros cambios. En mi primer encuentro con ella, Isabel parecía la heroína por excelencia que "enfrentaba su destino" y lo controlaba. Luego, cuando leí el libro otra vez en la madurez, reconocí sus limitaciones, y vi lo joven que era y que por las condiciones sociales no tenía demasiado control, al igual que la institutriz condenada en Otra vuelta de tuerca. Más tarde, ya cerca de la vejez, volví una vez más a la "señora Osmond" y descubrí lo egoísta que es, aunque esta no sea malvada como Gilbert Osmond.

- ¿Cuánto tuvo que planear en cuanto a trama y estilo?

- Como dijo el mismo Henry James: "En la literatura uno avanza por un mundo en el que no se sabe nada excepto el estilo, pero en el que también todo se salva por ese mismo estilo". Creo que esto es cierto, y lo he convertido en uno de mis lemas como escritor. Me interesaba ver si podía acercarme un poco al estilo de James en el Retrato -el estilo, digamos, de su edad media- y me fascinó descubrir una forma de escritura completamente nueva, rápida, fluida y casi tranquila. Escribí el libro en aproximadamente un año de trabajo constante. Fue lo mismo que le tomó a Henry James escribir el Retrato, novela que, por supuesto, es mucho más extensa que La señora Osmond. Y en cuanto a la trama, estaba todo allí desde el principio, entregado por el propio James, por así decirlo. Isabel tendría que regresar a Roma y ahí "afrontar su destino", como dijo su creador.

- Hoy no se puede leer El retrato, así como La señora Osmond, sin pensar en la relación entre género y literatura. ¿Sintió algún tipo de conflicto al escribirla?

- ¿Conflicto?, ¿por qué? El retrato es una de las grandes novelas feministas, supongo, y estoy feliz de pensar que también lo es La señora Osmond. Pero eso es accidental: no me propuse escribir una novela feminista, del mismo modo que no soñaría con escribir una novela política, o cualquier otro tipo de novela. Una novela es una obra de arte -al menos, pretendía que La señora Osmond fuera una obra de arte- y, como tal, debe ser completamente autónoma.

- Raymond Chandler y ahora Henry James. ¿Por quién más le gustaría hacerse pasar literariamente?

- Creo que estoy al final de mi etapa como ventrílocuo. De todos modos, mi próximo proyecto es una novela con la voz de John Banville. A ver cómo me va.