La raíz sin su savia
Por Marcelo Contreras
Gepe toca una guitarra acústica en medio de un taller mecánico versionando "Sad but true" de Metallica. La cámara captura un rostro impasible mientras la canción se desdibuja de sus líneas originales. Los comentarios del video publicado en YouTube en 2014 lo destrozan, la mayoría metaleros que consideran un sacrilegio su atrevimiento. Porque, es cierto, Gepe se atreve y la audacia se agradece en la música. Otra cosa es que resulte.
Este disco rastrea en la obra de Margot Loyola, artista empecinada con la tradición y la autenticidad, cuya idea del folclor consistía en parte en eternizar las costumbres. Las composiciones que recopiló estaban blindadas en su pureza y, en ese sentido, Gepe se metió en las patas de los caballos al reformular material tallado en piedra. "Habían canciones que me gustaban", declaró a larata.cl, "pero que no las alcanzaba a entender por dónde agarrarlas".
El músico tiene variadas ideas sobre arreglos y sonidos, una de las cualidades indiscutidas de Folclor imaginario: el arrullo de los instrumentos a leña, la pulcritud primorosa de las guitarras y arpas, la pastosidad del contrabajo. Esa variedad de recursos y ángulos se reduce violentamente cuando se trata de su voz para sellar la artesanía instrumental. Un tono de lamento y cansino uniforma las canciones, el mismo barniz para cada pieza. El efecto es contraproducente porque los gratos decorados instrumentales se relativizan cuando opta por el mismo punto en el bordado melódico.
La vertiente ejemplifica cómo Gepe aplica claves fallidas para reinterpretar el espíritu del tema. Se trata de una atrevida letra sobre una amante que necesita saciar la lujuria experimentada con su pareja. "Quisiera yo calmar la sed que me ha dado tu amor ardiente", clama. El canto original de Margot Loyola en ese título es duro, árido, desértico, sostenido en una intensa cuota de drama: "esta sed que tengo, mi vida, de tu boca", subraya. En cambio con Gepe se ablanda, cede, no queda rastro del fuego en tales versos. Esa desconfiguración también pasa la cuenta, entre otras, a Que sacarán con quererme y su giro de recia cueca a lo mortecino, cortesía de una línea vocal crepuscular.
Folclor imaginario grafica una aproximación millenial a la música recopilada por Margot Loyola. Gepe aplica una trilla retirando lo agreste y lo rudo en favor de un ambiente mullido y seguro, consonante con los reclamos y anhelos de esa generación y su necesidad imperiosa por evitar las inclemencias propias de la existencia humana. Es la raíz sin su savia.
Folclor imaginario, pop real
Por Mauricio Jürgensen
Se atropellaba al tratar de describir lo que estaba preparando: en ese momento ni siquiera sabía si iba a ser un disco, un concierto o un árbol de covers o de canciones inspiradas en Margot Loyola. Pero era fácil advertir que Gepe (36) estaba particularmente entusiasmado cuando a fines del año pasado admitía en una temprana entrevista lo conectado que estaba con el mundo musical de la fallecida folclorista.
No se le veía así desde hace mucho tiempo, quizás desde los días en que llegaba a las crónicas de los diarios con chaleco de lana y una guitarra colgada de un estuche escolar para hablar de Taller Dejao y de cómo alucinaba por igual con la música de Violeta Parra y de Sonic Youth, y de cómo él veía con una claridad irrefutable, imposible de discutir, que existía un vínculo evidente entre ambos.
Ese mismo brillo en los ojos se le vio cuando estaba preparando el que terminó siendo uno de los mejores discos chilenos de la temporada. Folclor Imaginario es precisamente eso; la fantasía de la raíz y las múltiples posibilidades que nacen cuando se vuelve al origen. Efectivamente también es un disco de lecturas de canciones grabadas por la mujer fallecida en agosto de 2015 a los 96 años y que él conoció dos años antes. Pero también de otras canciones que, como lo dice su título, surgieron a partir de ahí. Es el rescate de la que dedicó la vida a rescatar la música chilena, pero está lejos de ser un acercamiento antojadizo o sobreconceptualizado. Es más bien un tributo libre y honesto, de lo mejor que haya firmado el músico nacido en San Miguel.
El disco en cuestión, 13 temas armados con arpas, charangos, guitarras y contrabajos, es una joya inesperada después de un álbum apresurado como Ciencia exacta (2017) y en épocas en que compañeros de generación hacen grandes esfuerzos por encontrar la brújula de vuelta. El músico nacido Daniel Riveros lo vio antes, miró hacia atrás para avanzar y el mejor ejemplo de que este álbum es tradición y modernidad, pasado y futuro, se encuentra en un tema llamado "Amoríos pasajeros", una melodía nacida a partir de una improvisación donde interviene el cantante chileno de trap Gianluca y con el que convierte esta cruza insólita, insospechada, de locos, en una pieza que funciona a la perfección, casi como un canto campesino del futuro, quizás como la mejor postal de lo que significa hacer música popular en 2018.
Gepe, uno que se ha reinventado sin la presión de tener que hacerlo, encontró en este proyecto difícil de calificar una de las propuestas más lúcidas de la temporada y era obvio que esto iba a pasar, por la profunda emoción que significó hacer, y hoy escuchar, esta nueva cumbre del pop chileno llamada Folclor imaginario.