Un escritor peruano llega a La Habana. Viene de cursar un doctorado en Estados Unidos, en uno de esos campus universitarios donde, como decía José Donoso, "van a morir los elefantes".
Y al lado de ese paisaje desoladoramente americano, claro, una temporada en La Habana parecía ideal.
"No fue fácil tomar la decisión, pero me ofrecieron un muy buen cargo como profesor contratado por una universidad estadounidense para encargarme del programa académico que tenía en Cuba", escribe Ezio Neyra al principio de Pasajero en La Habana, publicado por Emecé. Y más adelante anota: "Mi mudanza marcaba distancia con mi mundo conocido, y fui muy consciente del enorme océano que me separaba de los míos. Ese mismo mar que siempre ha estado cerca de mí y cerca de las dos ciudades que más significativa fueron mientras crecía: Lima y Camaná".
Ezio Neyra Magagna nació en Lima en 1980. Actualmente es profesor de Literatura en la Universidad Adolfo Ibáñez en Santiago. Llegó hace poco menos de tres meses a Chile, y hasta un par de semanas, antes de tomar el avión a Santiago, trabajaba en el Ministerio de Cultura del Perú, como director de la Dirección del Libro y la Lectura (el equivalente, con algunas diferencias, al Consejo del Libro y la Lectura de Chile).
Por eso su libro también ha viajado con él. En una práctica que las editoriales (comandadas todas desde España) rara vez llevan a cabo, Pasajero en La Habana se encuentra en librerías chilenas.
Así, puede que también sea el tema: Cuba. Cuba y la revolución. La revolución y Cuba. Porque ya sea a favor o no, aquel es uno de los puntos de encuentro de América Latina: la llegada al poder del líder del Ejército Guerrillero, Fidel Castro, en 1959. Aunque Pasajero en La Habana trata de lo micro antes que lo macro: este libro es la historia de un escritor que siente una isla dentro de una isla.
"Cuba era una serie de ideas, era representaciones de representaciones", dice Neyra, quien estuvo en La Habana entre el 2012 y el 2014.
"Es de esos lugares en donde no es necesario haber estado o haber leído sobre él para tener un conocimiento de la isla". Y agrega: "Cuba es un archivo enorme. Hay mucha frase hecha, mucho cliché alrededor de Cuba"
-¿Cómo fue recibido el libro en Perú? Te lo pregunto porque Cuba es un tema que en toda América Latina polariza.
-En general, bien. Me imaginaba que pudiera generar alguna polarización, ya que, en efecto, Cuba divide. Sin embargo, no fue así, salvo por el día de la presentación del libro en Lima, en donde un señor a quien no conocía, me preguntó, micrófono en mano, si yo estaba o no a favor del régimen de los Castro. Logré salir de la pregunta y le contesté algo que es importante, creo, respecto de este libro: a pesar de que se trata de un libro de no ficción, no se trata de uno que proponga una lectura política o que tome partido por una de las posturas existentes sobre la isla.
-De hecho es un libro más personal, ¿no?
-Sí, el libro recoge mi propia experiencia en La Habana, y la forma en que esas vivencias alteraron o afectaron mi propia relación con una serie de elementos: el dinero, la amistad, las relaciones amorosas a larga distancia, entre otros.
-En un momento incluso cuentas el proceso de escritura del libro: dices que estabas trabajando en otro libro y que este se te cruzó. ¿Fue efectivamente así?
-Sucedió tal cual dices. En esos primeros meses en La Habana hice muchos esfuerzos para avanzar una novela, pero no tenía buenos resultados. Una tarde, mientras me forzaba a escribir, noté por vez primera en detalle un pequeño mapamundi que tenía sobre mi escritorio. Me llamó la atención la forma en que la isla de Cuba aparecía representada. Parecía fragmentada. Como si hubiera sido cortada en varios pedazos. Parecía un archipiélago más que una isla. Esa imagen fue el origen de Pasajero en La Habana.
Todo país es una isla
Varios episodios suceden en Pasajero en La Habana, un libro de apenas ciento dieciséis páginas.
Ahí está, por ejemplo, cuando un amigo peruano periodista llega de visita a la isla y teme que lo están espiando. O las muchas veces en que el narrador se tiene que cambiar de departamento, en busca de un poco de privacidad. O cuando organiza una cena y se da cuenta que tiene todo menos papel confort.
Y cuando el narrador recibe la noticia que su novia, una periodista estadounidense, quiere ir a visitarlo. No ha sido fácil: han mantenido una relación a distancia y, además, llamar desde Cuba al extranjero es caro. Por eso el narrador se alegra. Su novia lo puede ir a visitar por una semana o tres. Todo depende si Ezio puede asegurarle un espacio para trabajar en el "edificio capitalista" (como llaman al tipo de construcción que empezó a proliferar en los cincuenta) donde él vive.
Y claro: el narrador dice que sí y sale corriendo a comprar un escritorio, el mejor escritorio. El problema es la oferta: la escasa oferta de muebles, entre otras cosas que ocurre en la isla. "Hasta antes de vivir en Cuba, yo estaba acostumbrado a que, con el dinero suficiente, uno puede comprar lo que se le venga en gana", dice Neyra. "En Cuba, en cambio, esto no siempre fue así ya que muchas veces no pude conseguir las cosas que quería comprar, incluso, algunas pocas veces, cosas nada suntuosas como papel higiénico. Creo que este fue uno de los aprendizajes más interesantes que tuve en esos años: relativizar la importancia del dinero, por decirlo de alguna manera. En Cuba, a diferencia de otras sociedades, no todo se mueve alrededor del dinero".
-¿Qué me puedes decir de las diferentes capas políticas dentro de Cuba? En un pasaje describes la diferencia, para algunos, entre el gobierno revolucionario y la Revolución…
-Varias veces, sobre todo entre gente que estaba por encima de los cincuenta o sesenta años, escuché hablar de la diferencia entre la revolución histórica y el gobierno revolucionario. Por supuesto, lo escuché entre gente que tenía una postura crítica respecto de lo que había sido el devenir del régimen castrista. Según ellos, el gobierno revolucionario se había distanciado de las ideas originales de la revolución, es decir, de la revolución histórica, la que proponía igualdad entre las personas, la libertad, una economía independiente, la lucha por la paz y por la justicia social, y con cuyos valores difícilmente cualquier persona podría estar en contra.
-¿Y te sentiste siempre, como dice el título, un pasajero en La Habana?
-Bueno, nunca me sentí parte de Cuba. Siempre fui un extranjero. No solamente por mi nacionalidad, sino porque también tuve la posibilidad de hacer muchos viajes fuera de Cuba y de pasar algunos meses al año fuera de la isla. De manera que mi estancia fueron, en realidad, varias estancias, y, si bien hubo épocas en que me sentí relativamente asentado, mi experiencia la mayor parte de las veces siempre fue la de un extranjero en tránsito.