Catherine Millet, escritora e intelectual francesa: "Muchos de los varones que fueron denunciados por el #MeToo da la casualidad de que eran judíos"
"En nuestra sociedad occidental ya no se puede hablar de patriarcado", asegura desde Buenos Aires, "porque en los sectores profesionales las mujeres son dominantes, y en estos casos ya no hay patriarcado".
Catherine Millet es una intelectual y escritora francesa, que a comienzos de año junto a otras intelectuales y artistas de su país firmaron un documento en el que le respondían al movimiento #MeToo, que nació para denunciar de forma viral el abuso sexual en Hollywood. En el documento las cien firmantes hablaban de una época marcada por el puritanismo, donde las mujeres son tratadas como "pobres pequeñas cosas bajo la influencia de demoníacos machistas, como en los tiempos de la brujería". La fiebre por denunciar a los eventuales abusadores o violadores, con prueba o sin ella, "lejos de ayudar a las mujeres a empoderarse, en realidad sirve a los intereses de los enemigos de la libertad sexual, los extremistas religiosos" y reaccionarios. Entre las artistas e intelectuales que firmaron el documento estuvo nada menos que Catherine Deneuve.
Pero Millet estuvo a la par de Deneuve, ya que fue una de las redactoras y convocantes. Para ella la libertad sexual no es nada nuevo, hace un tiempo publicó La vida sexual de Catherine M., que vendió tres millones de ejemplares y se tradujo a varios idiomas. Además es una experta en arte: fundó y dirige la revista Art Press. De paso por Buenos Aires, gracias a una invitación de la Secretaría de Cultura de Argentina, inauguró la décima versión del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires y conversó con Culto.
Es una tarde agradable sobre la ciudad. Son los primeros días primaverales del año y Millet ha tenido un día intenso, pero eso no impide que exhiba de vez en cuando una perversa sonrisa. Y es que ella se considera una provocadora, y esa sonrisa la exhibe cuando dice algo en ese tono. Esa sonrisa es lo primero que observo al llegar, sorprendida de que sea el primer varón que la entrevista.
-Hace un tiempo usted junto a Catherine Deneuve salieron a cruzar al movimiento #MeToo, esto dio a entender que no existía un feminismo sino varios feminismos, y dentro de ellos dos grandes movimientos visibles, el que encarnaba #MeToo y el de ustedes, pero el resto de los feminismos sigue invisibilizado. ¿Es así?
-Yo creo que desde el origen del movimiento feminista, que se puede remontar a fines del siglo XIX, hay varias ramificaciones y una gran diversidad, y por lo mismo lo más correcto sería hablar de feminismos. De hecho, después de la carta en la que le contestábamos a #MeToo recibí cartas y leí artículos de mujeres que comentaban lo que habíamos escritos y decían: "Yo con esto sí estoy de acuerdo, en cambio con esto otro ya no estoy de acuerdo".
"Lo que yo reprocho al #MeToo es esa voluntad de ser hegemónico, y lo digo porque después de la publicación recibimos ataques muy violentos de parte de esas mujeres activistas de ese movimiento, que nos decían que no teníamos el derecho de marcar una diferencia, y yo creo que están con un sueño bastante alejado de la realidad. Sueñan con un movimiento unificado, que era necesario al principio del siglo XX pero que ya no es necesario".
-Hay una intelectual y escritora chilena que se llama Diamela Eltit que señaló hace no mucho que patriarcado era "una palabra vacía". ¿Concuerda con eso?
-No sé exactamente qué habrá querido decir esa mujer con esa declaración, pero lo que yo sí pienso es que en algunos medios o por lo menos en nuestra sociedad occidental ya no se puede hablar de patriarcado, porque en los sectores profesionales las mujeres son dominantes, y en estos casos ya no hay patriarcado. Le voy a dar un ejemplo: en Francia tanto en la magistratura como en la policía hay mujeres que ocupan cargos muy altos, entonces no se puede hablar más de patriarcado. Subrayo que es interesante que sea en la magistratura y en la policía. Además si usted se pasea por las calles de París podrá ver más varones empujando cochecitos de bebés que mujeres. (Ríe y señala). Como verá, me gusta la provocación.
-Usted ha observado que las generaciones más jóvenes se tienden a aislar y a dividir en grupos de varones y mujeres, y que el sexo aparece como una experiencia extraordinaria, que se le da mucha importancia. ¿Hay una especie de miedo a este encuentro, miedo o demasiada expectativa?
-Efectivamente es algo que me impacta mucho cómo los jóvenes se van aislando, quedando cada sexo con el suyo. Me llama mucho la atención cuando uno entra a un café en París puede observar fácilmente que hay grupos de chicos por un lado y grupos de chicas por el otro. Es algo que me genera mucho interés y de hecho el año pasado publiqué un libro sobre D.H. Lawrence, quien ya a inicios del siglo XX había observado esta tendencia.
-Por otra parte, en las generaciones de escritores de lengua castellana que van de los treinta a los cuarenta y cinco años es muy raro encontrar el erotismo representado en sus libros. ¿A qué cree que se deba eso?
-Es algo que observo no solamente en la literatura sino en otros ambientes también, y me da la sensación de que las generaciones jóvenes son más puritanas que la nuestra. Yo creo que la explicación más fuerte es que no quieren tener la sexualidad de sus padres.
-¿Sería como una reacción a los padres, a los 60 y a todo ese liberalismo sexual?
-Sí, pero también evocaría el discurso ambiente sobre la sexualidad en nuestras sociedades, y no hablo solamente de las producciones pornográficas, sino que se multiplican en las revistas para los jóvenes artículos sobre la sexualidad, que para un joven o un joven-adulto pueden crear cierta obligación a vivir la sexualidad de cierta forma que puede ser difícil de llevar a cabo, o sea que uno no puede abrir una de esas revistas sin encontrar artículos que explican cómo gozar más o cómo tener más experiencias sexuales.
-Ha dicho que estamos viviendo un tiempo similar al de la Inquisición. En un libro de historia sobre esa época leí que más que ser un modo de juzgar y condenar a la gente era un modo muy aceitado de delación. ¿Se refería a esto cuando habló de Inquisición?
-Precisamente es una de las razones por las cuales criticamos el movimiento #MeToo, por esa delación en la plaza pública, porque lo que se está fomentando es una publicación en las redes sociales y en la prensa incluso de nombres de varones acusándolos de violación, y en muchos casos sin que la justicia se haya pronunciado sobre su culpabilidad, y sin embargo cuando el nombre ya está publicado en Internet, para la sociedad ese varón es un violador.
"Hay una intelectual francesa que señaló con mucha certeza que el #Meetoo en Francia tomó el nombre de #BalanceTonPorc (denuncia a tu cerdo) y que esa expresión, sobre todo la parte de denunciar, fue muy usada durante la Segunda Guerra, cuando precisamente se denunciaba a los judíos. Y por otro lado, la palabra porc o cerdo también ha sido usada para llamar a los judíos. La usaban los nazis y se usa todavía por los islamistas, lo cual significa que la expresión #BalanceTonPorc está usando un vocabulario que molesta mucho".
-¿Llega a ser antisemita o no da para tanto?
-No lo sé, no creo, sin embargo hay que advertir que muchos de los varones que han sido denunciados por el #MeeToo da la casualidad de que eran judíos.
-¿Hay una relación inquisitorial o de moral victoriana con el surgimiento de las ultraderechas en Europa y en Estados Unidos con Trump?
-Los pedidos por una censura que aparecen en Francia muchas veces emergen en entornos que se piensan de izquierda y no de derecha, y los que se reivindican en el movimiento #MeToo y que reclaman cierta censura resulta que son muchas veces mujeres que se piensan de izquierda. Eso se puede hablar en cuanto a los movimientos feministas, pero también se puede hablar de movimientos antirracistas, que paradójicamente están practicando una forma de racismo invertido; hay ejemplos de ello en Canadá, en Francia, lo cual hace muy raro lo que estamos viviendo ahora.
-En Latinoamérica, principalmente en Argentina y Chile, se está dando una discusión por el aborto. En Argentina, como sabrá, el proyecto de ley fracasó en el senado, y en Chile hay un movimiento fuerte para lograrlo. ¿Cómo ve esos movimientos y la exigencia de las mujeres por un aborto legal, seguro y gratuito?
-Por supuesto, si mañana me piden firmar un manifiesto en Chile o en Argentina lo firmo enseguida. Ahora en Francia nosotras las mujeres tenemos la suerte de beneficiarnos de este derecho hace mucho tiempo, y creo que debería ser un derecho fundamental de las mujeres. Me parece que no hay ningún país en América Latina donde el aborto sea libre.
-En Uruguay y Cuba parece que es legal…
-Entonces significa que tenemos una parte importante del mundo donde este derecho no les es reconocido a las mujeres.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.