Lo más sorprendente para cualquiera que vuelva a ver Halloween (1978) cuatro décadas después es lo alejada de los excesos del subgénero cinematográfico que ayudó a crear: el slasher, como se conoce a las cintas de terror centradas en asesinos psicópatas que acosan y matan a adolescentes, generalmente con cuchillos o sus propias manos.
Pero si en exponentes posteriores la tendencia de estas películas pasó a ser la sobrecarga de sexo, desnudos, sangre y violencia gore, en la primera Halloween no hay mucho de eso. Hay un breve desnudo al comienzo de la película, se habla más de tener sexo de lo que se ejecuta, y, quizás lo más curioso, hay una ausencia casi total de sangre. Cada asesinato que comete el psicópata Michael Myers sucede rodeado de sombras, con una cámara lejana que se rehúsa a mostrar detalles.
Con su tercera película, y su primer gran éxito comercial (la cinta recuperó más de 230 veces su presupuesto), John Carpenter, con su sello de tomar un control casi total de sus proyectos (dirigió, escribió y compuso la música), consiguió muchas cosas: lanzó a la fama a Jamie Lee Curtis, creó a uno de los antagonistas más memorables de la cultura popular, y estableció implícitamente las reglas de un género que sólo crecería en popularidad, pero también en la exageración de su manual.
Halloween dio paso a la era dorada del género, que siguió con Viernes 13 (1980) y Pesadilla (1984). Pero ya en esas cintas se hacían presentes clichés de los cuales el género nunca escaparía: las muertes son rápidas, gráficas y sangrientas, los adolescentes que consumen drogas o tienen sexo premarital eventualmente terminan asesinados, y siempre se alza una heroína que sobrevive a la masacre del asesino. Rápidamente, las cintas slasher comenzaron a ser tildadas de puritanas, por su visión moralista de la adolescencia, y misóginas, por cómo las peores muertes eran reservadas para mujeres ligeras de ropa. Luego del éxito de Scream (1996) que revivió el género justamente burlándose de él, las cintas de este tipo comenzaron a decaer.
El mismo Carpenter se negó a dirigir la secuela Halloween II (1981), manteniéndose como guionista, y sólo produjo Halloween III (1982). La franquicia luego continuó, mucho más excesiva, sin la participación de su creador. Eso hasta que el director David Gordon Green y el guionista Danny McBride convencieron al realizador para volver a involucrarse en la saga con la secuela que se estrena el jueves en Chile, también llamada Halloween, y que ignora todos los eventos de las cintas posteriores a la primera de 1978. Carpenter produjo, compuso la música y actuó como consultor creativo de la iniciativa que trae de vuelta a Jamie Lee Curtis como Laurie Strode, enfrentándola una vez más a Michael Myers. Película con el desafío no menor de replicar la calidad de una cinta paradójica: tan influyente como irrepetible, aún cuatro décadas después.