Son cerca de las 2 de la mañana del pasado jueves. Eduardo Parra (75) se bajó hace un rato del escenario del Movistar Arena donde tocó con Los Jaivas, en la celebración de los 55 del conjunto que él mismo ayudó a fundar en 1963. Desde los teclados, y siendo el integrante de mayor edad, ha sido piedra angular de su historia.

Concentra todos los requerimientos en el backstage: fotos, firma de autógrafos, saludos de músicos y familiares, todos quieren conversar con él; y él, amable y cercano, accede. La ocasión era especial y esperable: es su retorno tras alejarse en 2009 de los escenarios por problemas derivados de la poliomielitis que lo aqueja desde que era niño. Una serie de secuelas que se acentuaron en la adultez y que le han impedido no sólo presentarse en vivo con normalidad, sino que también viajar por tramos extensos o retomar la intensa agenda de los músicos en la ruta.

"En este momento no siento la cadera. Para mí el ideal sería estar acostado, ese sería mi ideal en este momento. No me dura mucho en el día. Me dura la levantada, la ducha, levantarme y ya al mediodía empiezo a sentir los dolores. Y me tomo el Paracetamol, que me ayuda, por lo menos al levantarme, pero ya a estas alturas, cuando son las 2 de la mañana, estoy en las últimas, no puedo estar bien", confiesa el autor de la mayor parte de las letras de los viñamarinos.

El músico ha vivido durante casi toda su vida con la enfermedad incurable, la que afecta el sistema nervioso, provocando parálisis y debilidad muscular, entre otras dolencias. "Quedé cojo de una pierna, se me atrofió", dice. Pero fue otro hecho el que detonó el empeoramiento en su estado de salud. "No recuerdo el año, pero fue después de Alturas de Macchu Picchu (1981), cuando en medio de un show en Orléans (Francia) se desprende una barra de iluminación y pasó como un viento por mi espalda y me trizó una vértebra. Eso fue fulminante, porque fue otro problema más a los huesos, al movimiento y las articulaciones, le agregó tanto que no sé como resisto estar parado aquí".

Aún así se mantuvo por 46 años en la banda, aunque tomando por 10 años un fuerte calmante llamado dextropropoxifeno ("con el que se me arregló el mundo", dice). Pero tras la prohibición del medicamento en Francia, volvieron los dolores. Y de eso ya han pasado 15 años, donde debió dar el paso más doloroso de su carrera: alejarse en 2009 de los conciertos, dejar de tocar junto a su grupo de toda la vida.

"Hay que tener valor. Y también, no me he retirado de Los Jaivas, sino que me bajé del escenario. Fue raro, no fue doloroso, fue extraño, curioso. Doloroso no creo, pero curioso sí, no estar en los conciertos. Pero al correr de los años me he ido acostumbrando", explica.

Y así es como desde Francia, donde vive hace cerca de 40 años, le dio un giro a su carrera y se volcó al manejo comunicacional de la banda a través del universo digital. "Necesitábamos comunicarnos con la gente no solo en el escenario, ahora administro tres cuentas de Facebook, otras dos de Twitter, tres sitios web, todos relacionados a Los Jaivas, además de la revista del grupo. Esto es muy importante y suple lo emocional de no tocar", cuenta. Además, sigue con su labor literaria con algunas publicaciones, como su poemario Santiago, que editó en 2013.

Ante ello, el reestreno en sociedad en el recinto del Parque O'Higgins tenía que estar a la altura de su pasado y su presente, en sincronía con su épica: el músico abrió el show estelar recitando los versos de Pablo Neruda en su obra Canto general. Pero luego se volvió a situar detrás de su teclado Moog para interpretar "Sube a nacer conmigo hermano". Ahí su pulso se vio más pausado, menos preciso y algo errático.

Él mismo lo aclara después en camarines: "No es el teclado mismo mío, el mío era el modelo D, análogo. Este hay que programarlo. No me sentí cómodo para nada tocándolo", cuenta. También subió a escena para recibir la torta por los festejos de la banda, ahora tocando el bombo en "Corre que te pillo", y las maracas para el cierre con "Todos juntos".

"Yo no venía a hacer el concierto, para eso se necesita por lo menos un año de ensayo. Lo mío fue un acto simbólico para estar presente", cuenta. Y sigue: "Sentí la familiaridad de estar nuevamente con Los Jaivas, aunque hayan pasado sus años. Si hubiera que tocar de nuevo juntos no sería un problema, aunque sí necesitaría un año de ensayos intensos. Y estos 55 años me tocaron el corazón. Consideré que era una fecha top que puede tener un grupo; o sea, 55 años de carrera es una cosa digna de mencionar, de vivirla, no podía no estar. Uno nunca se puede olvidar de un escenario, como un futbolista que no se puede olvidar del césped".

Finalmente, el instrumentista concluye tajante el motivo de su adiós a la música en vivo: "Al final de cuentas, estoy lisiado".

-¿Le gustaría volver a tocar con ellos algún día de modo permanente, como antes?

-Lo he pensado harto y no sé, eso solo Dios lo va a decidir.