Los aficionados a la floricultura, que en general querían y hasta respetaban a Leo Sharp, dicen que el anciano cayó en el tráfico de drogas por no entender el mundo digital. El vendedor de lirios publicaba un catálogo impreso con las flores más coloridas de su cosecha anual. Era un auténtico hit y a Sharp las ventas le permitían llevar una vida digna. Hasta que el comercio se hizo electrónico.
Sin entender la blogosfera, el entonces septuagenario florista siguió con el papel, pero las flores perdieron popularidad y se hicieron anónimas. El veterano de la Segunda Guerra perdió la brújula, sus catálogos pasaron al blanco y negro y el dinero de los lirios rojos, amarillos y rosas nunca más llegó a su casa de Indiana.
Fue en ese momento que uno de los agricultores de su granja le dijo que podía arreglar su situación económica trabajando de "mula", nombre que en la jerga del narcotráfico designa a quienes transportan drogas de una ciudad a otra. En una época nefasta, en el mismo año del ataque a las Torres Gemelas, Leo Sharp cambió de oficio y pasó a llamarse "El tata". Así le decían quienes le pagaban por ser su "mula" entre Tucson (Arizona) y Detroit (Michigan), cubriendo una distancia de 3.172 kilómetros desde la frontera mexicana a los lagos lindantes con Canadá.
Para este recorrido, similar al que hay entre Santiago y Punta Arenas, Leo Sharp usaba su camioneta Lincoln color negro. A pesar de su edad, era confiable para sus empleadores: el ex floricultor se encargaba de llevar la droga desde una ciudad a otra sin intermediarios.
Cuando en la tarde del 21 de octubre del 2011 fue interceptado por una patrulla de Detroit, Sharp había llegado a trasladar más de mil kilos de cocaína. En el juicio se declaró culpable, su abogado alegó demencia a su favor, pero la corte le dio tres años de cárcel, de los que sólo cumplió uno por su aparente débil salud.
Poco antes de aquella sentencia de junio de 2014, The New York Times le dedicó un magnífico y generoso artículo escrito por el periodista Sam Dolnick que aunque no ayudó a aligerar el fallo de la jueza Nancy Edmunds, sí generó el interés de Hollywood. Cuando Leo Sharp recién cumplía condena, el director Ruben Fleischer adquirió los derechos de la historia periodística para llevarla al cine. Como suele suceder en el negocio del cine, el guión fue cambiando de manos y finalmente fue Clint Eastwood quien tomó el proyecto. Lo dirigió este año y ya está listo para ser estrenado el 14 de diciembre en Estados Unidos: se llama The mule (2018). Eastwood es Sharp (pero con el nombre de Earl Stone) y Bradley Cooper interpreta al agente de la DEA (Drug Enforcement Administration) que le sigue la pista.
Eastwood en Detroit
The mule llega a salas justo en tiempo para entrar a disputar los Oscar (a Chile arriba en enero) y algunos medios especializados ya han manifestado que si la personificación de Eastwood es convincente bien puede ser su oportunidad para obtener el Oscar a mejor actor. A la fecha, el realizador de Los puentes de Madison (1995) tiene la estatuilla a Mejor director por Los imperdonables (1992) y fue nominado en la categoría actoral en Million dollar baby (2004).
El filme lo devuelve además al entorno urbano de Detroit, la ciudad donde vivía el viejo cascarrabias Walt Kowalski, su personaje en Gran Torino (2008). Esta fue la última película donde Eastwood actuó y dirigió y a una década de su realización muchos la siguen considerando superior a las posteriores El francotirador (2014) y Sully (2016). Es más, el guión es de Nick Schenk, el mismo de Gran Torino.
A los 88 años, Eastwood casi iguala los 87 que Leo Sharp tenía cuando fue detenido en el 2011. Está, probablemente, en las mismas excelentes condiciones físicas que sorprendieron a los policías de Detroit cuando lo vieron saltar de su camioneta, pocos minutos después que el oficial Craig Ziecina le preguntara que llevaba en la parte trasera de la Lincoln.
El dato sombrío de la historia es que Leo Sharp no podrá ver la película: alcanzó a vivir algunos años más tras salir de prisión y murió a los 92, en diciembre del 2016, en la misma ciudad de Michigan City (Indiana), donde nació y cultivó sus flores antes de dedicarse a portar droga por Estados Unidos.
La conexión Sinaloa
La película de Clint Eastwood, cuyo trailer ya comenzó a circular y muestra el momento en que Earl Stone (o sea Leo Sharp) es capturado por la policía, cuenta además con la actuación de Bradley Cooper como Colin Bates, el hombre de la DEA que le siguió los pasos. En rigor Colin Bates se llamaba Jeff Moore y tiene el pelo algo más corto y puntiagudo que el de Bradley Cooper, pero se sabe que Hollywood es Hollywood y, sobre todo, que Eastwood confía en el actor: Cooper fue la gran fortaleza de El francotirador.
Aunque según el diario especializado Variety el filme es más bien una cinta de entretención pura e incluso sus pretensiones no están en el campo de los Oscar, es evidente que cualquier producción que cruce historias de narcotráfico y carteles tendrá una resonancia política. Un dato significativo de la odisea de Leo Sharp es que sus empleadores (que tenían su monarca en El Viejo, probable chapa de Pedro Delgado-Sánchez) obedecían al cartel de Sinaloa. Es decir, a la organización alguna vez liderada por Joaquín "El Chapo" Guzmán, el enemigo público número 1 de la DEA.
Según la información manejada por el organismo, Sharp llegó a recibir hasta un millón de dólares en total por sus labores de chofer. Para su abogado defensor, las cosas eran así: el anciano era presa de desvaríos seniles y su condición de veterano de la Segunda Guerra, con medalla de bronce incluida tras pelear contra los nazis en Italia, era un atenuante de sus crímenes en la tercera edad.
Es poco lo que se sabe de la trama de la cinta, pero hasta ahora Warner Bros. ha dejado entrever que la familia de Earl Stone será un pilar de la historia y que de cierta manera se trata más bien de una víctima del narcotráfico que de un empleado a sueldo de Sinaloa.
Atendiendo al pulso emocional de Clint Eastwood es probable que la acción vaya por ese lado. Y es posible, ¿por qué no?, que haya escenas que descoloquen y emocionen: Leo Sharp, con la voz quebrada, suplicó al final del juicio que se conmutara su pena a cambio de cultivar papayas hawaianas para el gobierno. "Son tan dulces y deliciosas", fue el argumento que no cambió la decisión de la jueza Nancy Edmunds.