A Arturo Sandoval (1949) le bastaron 48 horas de mayo de 1977 para darle una vuelta a su destino. Fueron los dos días en que Dizzy Gillespie, uno de los fundadores del bebop junto a Charlie Parker, estuvo en La Habana en un crucero caribeño. Sandoval conducía un destartalado Plymouth 1951 y sabía que Gillespie quería conocer los rincones de la rumba en la ciudad. Llegó al puerto, lo esperó, lo llevó a La Habana negra y Gillespie quedó satisfecho. Por la noche, la satisfacción se transformó en sorpresa: su chofer tocaba la trompeta en el mismo club donde él se presentaría.

La anécdota forma parte de los libros de la historia del jazz y cuenta que Gillespie hizo del trompetista-chofer uno de los nuevos músicos de su banda. Pasaría más de una década, Sandoval haría giras y giras con Gillespie y en una escala en Roma en 1990 decidió que era el momento de abandonar Cuba. Gillespie intercedió en la Embajada de Estados Unidos y su protegido se transformó en refugiado del gobierno con la venia del vicepresidente Danny Quayle.

Hoy Arturo Sandoval dice que sigue agradecido de Estados Unidos por haberle dado esta oportunidad, pero antes que nada se siente un deudor infinito de Dizzy Gillespie. Su opción profesional y política (probablemente no compartida por su ex compañero de la banda Irakere Chucho Valdés, que sigue en Cuba) fue la misma que la de un puñado de músicos cubanos que emigraron a Norteamérica, entre ellos el saxofonista Paquito D'Rivera, otro protegido de Gillespie. Todos ellos ayudaron a darle un sabor nuevo al llamado jazz latino, corriente de la que el propio Gillespie se hizo estandarte en los años 40 junto a los percusionistas cubanos Chano Pozo y Mongo Santamaría.

Ganador de cuatro Grammys y condecorado en el año 2013 con la Medalla Presidencial de la Libertad de manos del presidente Barack Obama, Arturo Sandoval es una de las figuras indiscutibles del jazz en Estados Unidos. Tiene además un Emmy por la música de la película For love of country (2000), donde Andy García lo interpreta. Pero además posee una técnica fabulosa, con lucimiento en las notas altas, y una discografía de 31 álbumes. Los últimos son de este año y ya están en Spotify, Apple Music y Google Music: Duets, donde es acompañado por Stevie Wonder, Pharrell Williams y Plácido Domingo entre otros, y el álbum en vivo Christmas at Notre Dame, registrado el año pasado en la Universidad de Notre Dame (Indiana).

Este sábado y domingo estará por tercera vez en el país (vino en 1994 y en 2009) dictando dos clases maestras y un pequeño concierto en el Centro Cultural San Ginés (más info en teatrosangines.cl). Conocido además por tocar en Irakere (la banda que acompañó muchas veces a Silvio Rodríguez) y por hacer los solos de trompeta de la cinta Vampiros en La Habana (1985), Arturo Sandoval está ahora embarcado en la composición de la banda sonora de The mule, la nueva cinta de Clint Eastwood.

"Como decimos los cubanos, creo que estoy bailando en una pata", dice al teléfono sobre aquel proyecto. "Regreso el 29 de octubre a Estados Unidos después de mis presentaciones en Chile y voy directamente a un estudio para grabar la música frente a una orquesta de 80 músicos", manifiesta con indisimulado entusiasmo.

- ¿Qué representa Dizzy Gillespie para usted?

- Es, de lejos, mi mayor influencia musical. A partir de mi encuentro con él mi vida cambió y se definió mi futuro. Después comencé a tocar en su banda y lo acompañé hasta que murió en el 92. Era un músico fuera de cualquier serie, pero además creó un estilo nuevo: el bebop. Después de 70 años aún estamos tratando de descifrar y de seguir los pasos de aquella música. Creo que no hay jazzista en la Tierra al que no le guste el bebop. De alguna manera, todos somos un poco fanáticos de este estilo.

- ¿Como es la vida de un jazzista en Estados Unidos?

- El jazz nunca ha sido una música para las masas y somos pocos los que lo seguimos y lo practicamos. Pero los que lo hacemos, somos muy fieles. Eso sí, no tenemos apoyo de ningún tipo, ni de la radio, ni de la prensa escrita ni de la televisión. Mire, llevo casi 30 años viviendo en Estados Unidos y nunca he visto un sólo minuto de jazz en la televisión de este país. Eso es un crimen, algo inconcebible. No entiendo por qué no se promueve ni se fortalece un arte que representa la esencia de la cultura americana.

- Pero usted siempre ha estado agradecido de Estados Unidos...

- Sí. Estoy eternamente agradecido por las oportunidades de desarrollo y de vida que me ha dado este país. Si no estuviera contento con eso, Dios me castigaría. De no estar acá, no hubiera sido lo que soy. Yo nací de nuevo al llegar a Estados Unidos y mi instinto de superación sólo creció. Además, en este país pude darle una vida decorosa a mi familia.

- ¿Cree que pueda volver a Cuba?

- Sinceramente no. Primero tendría que ir a la embajada cubana a Washington y comprar un pasaporte cubano. Uf, muy difícil. No sé si lo logre antes de morir.

- Hace poco estuvo Silvio Rodríguez en Chile, ¿Qué opina de él?

- No quiero hablar de política. Sólo diré que Silvio Rodríguez me parece un gran compositor e incluso he grabado un par de canciones suyas en mis discos. Hay tantas cosas lindas de las que hablar en la vida, que prefiero no gastar un minuto en política. Es muy desagradable para mí.