Los mecanismos de los premios ministeriales suelen ser consuetudinarios y basados en la acción por reacción. Un caso es el Premio Nacional de Artes Musicales, que existe desde 1992 y desde hace varios años acoge una crítica porfiada aún sin solución: hay una aplastante mayoría de músicos llamados "doctos" o "clásicos" entre los premiados y las excepciones fueron Margot Loyola en 1994 y Vicente Bianchi en 2016. Algunos creen que, como pasa con el de Literatura (alterna poesía y prosa), debería mezclar galardones clásicos y populares.
El premio se entrega este martes 30 a las 13 horas en la sala La Capilla del Teatro Municipal, tras previa deliberación del jurado y quienes abrigan la esperanza de que nuevamente pueda haber una excepción a la regla tal vez tengan que esperar: el creador de las "Tonadas de Manuel Rodríguez" falleció el 24 de septiembre y, por consecuencia, su voto de jurado ya no existe. Durante unos días se mantuvo la decisión de que no habría reemplazo para él, pero finalmente se optó porque el puesto lo ocupe el director de orquesta Juan Pablo Izquierdo, Premio Nacional de Música 2012.
El ex conductor de la Orquesta de Cámara de Chile es un apasionado abogado de la música docta contemporánea y ya en 2014, cuando Vicente Bianchi postuló por quinceava vez sin éxito, su voto fue fundamental para que el galardón cayera en manos del compositor chileno radicado en Israel León Schidlowsky (1931). Lo irónico es que dos años después Schidlowsky se excusó de participar en la votación. Nadie lo reemplazó y Bianchi ganó a los 96 años.
En la versión 14 del galardón, el jurado estará integrado además por la ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Consuelo Valdés; el representante del rector de la U. de Chile Ennio Vivaldi, Rafael Epstein; el representante de la Academia Chilena de Bellas Artes, Andrés Maupoint (profesor de la Facultad de Artes de la U. de Chile), y el rector de la Universidad Católica de Temuco, Aliro Bórquez, en representación del Consejo de Rectores. Para la entrega del galardón en 2020 se contempla la presencia de dos nuevos jurados del ámbito musical nacional.
Para muchos aquella modificación es la que finalmente podría balancear las distinciones hacia la música no docta. Por ahora, los creadores clásicos siguen en la delantera de posibilidades. Una de las favoritas es Sylvia Soublette (1922), compositora clásica y educadora. Fundó el Conjunto de Música Antigua de la UC en 1960 y es apoyada por el rector de aquella casa de estudios y por el ex presidente Ricardo Lagos, entre otros.
También por la Universidad Católica es respaldado el compositor Alejandro Guarello (1951), quien tiene más de 70 obras, dirigió el Instituto de Música de la UC y fue presidente de la SCD. Lo postula además la Asociación Nacional de Compositores y es un hombre muy conocido en la academia.
Tan cultor del repertorio contemporáneo como Guarello aunque esta vez en el terreno de la electroacústica es Gabriel Brncic (1942), quien desde 1974 vive en Barcelona. Un año menos tiene Hernán Ramírez Avila (1941), que durante toda su vida en Viña del Mar ha compaginado la profesión de médico dermatólogo y compositor, con más de un centenar de obras.
De una generación mayor es Juan Allende-Blin (1928), radicado en Alemania y famoso por haber completado la ópera La caída de la casa de Usher de Claude Debussy. No es descabellado suponer que las preferencias de Juan Pablo Izquierdo puedan ir para él: el año pasado dirigió la pieza mencionada con la Sinfónica Nacional de Chile.
A nivel de interpretación clásica quien va por el premio es el destacado guitarrista Luis Orlandini (1964), que también es desde principios de año decano de la Facultad de Artes de la U. de Chile. A pesar de que de los 13 galardonados desde 1992, sólo dos han estado ligados a la música popular, Orlandini no ve tantas distinciones: "Hoy entiendo la música y las artes en general como un movimiento cada vez más permeable y de encuentros".
Entre ambos mundos
A medio camino entre lo docto y popular se ubica el compositor y director de orquesta Guillermo Rifo (1945), quien estuvo durante más de 20 años en la Escuela Moderna de Música y que además ha sido difusor de obras de Vicente Bianchi y arreglista sinfónico de creaciones de Violeta Parra.
Dos años más que Guillermo Rifo tiene el pianista Roberto Bravo (1943), postulado por tercera vez, en esta ocasión por la Universidad Tecnológica Metropolitana (Utem) y con el apoyo del ex presidente Eduardo Frei. Como Rifo, Bravo no distingue entre clásico y popular y así lo demuestra su repertorio, que va de Bach a temas de películas animé.
"Creo que el premio tiene que darse a los músicos que realmente le aporten al país e ir más allá de un circuito muy limitado", dice Bravo. "Lo de León Schidlowsky fue bien escandaloso. Es música complicada, para un público minoritario. Toma un tiempo que aquellas obras puedan ser comprendidas o se hagan clásicas por su belleza. Ahora bien, el concepto de belleza en las obras contemporáneas es diferente al que manejamos el común de los mortales", agrega.
Deuda a Nueva Canción
Tal vez la peor de las omisiones del Premio Nacional chileno fue para Luis Advis (1935-2004), quien tenía doble militancia y doble mérito. Podría haber ganado por los dos lados: tenía formación clásica y fue uno de los grandes arreglistas y compositores de la Nueva Canción Chilena.
Patricio Manns (1937), su representante más antiguo, es postulado por la Universidad de Playa Ancha. "Ningún representante de la Nueva Canción Chilena recibió el premio. Ni Víctor Jara, ni Violeta Parra, ni Rolando Alarcón, ni Luis Advis", afirma el autor de "Arriba en la cordillera", entre otras 300 canciones. Y agrega: "Muerto Víctor Jara y Violeta Parra, se puede decir que soy el sobreviviente".
Sobre la dicotomía clásica/popular del Premio, Manns plantea: "Ha sido una cuestión muy debatida, pero lo cierto es que todas las músicas del mundo se escriben con las mismas siete notas".
Otra representante de la Nueva Canción que esta vez postula es Isabel Parra (1939). Trae el apoyo del Museo Violeta Parra y es su segunda vez. En entrevista con Culto en agosto, la cantautora manifestaba una evidente desconfianza: "El Premio Nacional nunca ha siso democrático; es sectario y antimujer".
De la misma raíz musical proviene Horacio Salinas (1951), director de Inti-Illimani, postulado por amigos y músicos cercanos. "Hay que entender la trascendencia de los candidatos a la hora de decidir. Me imagino que con esos datos a la mano se podría acabar el hermetismo que han tenido estos galardones", afirma. Consultado sobre el argumento de los músicos clásicos, que a su favor dicen que este premio es el único para ellos versus los muchos en la música popular, Salinas dice: "Creo que podría ser muy pedante de parte de un músico pensar que tiene que ser premiado, independientemente de lo que su obra signifique para la gente".