La ambiciosa Historia política de Chile, 1810-2010, cuyos tomos III y IV llegaron a librerías hace unas semanas, ha sido una carrera de largo aliento y de varias estaciones. Entre ellas, las que dan forma al tercer volumen, que trabaja los "problemas económicos". Son, estos últimos, ítemes arduos que rara vez llegan a las páginas culturales de la prensa, siendo la historiografía económica un territorio tan fértil como cualquiera. Y que rara vez tienen esta preeminencia en una historia política.

Tan importante participación supone abrir puertas y ventanas a "los vínculos y mutuas determinaciones entre política y economía en el desarrollo económico nacional, y sus conflictos más gravitantes". Así lo expresan, en la introducción, los coeditores Andrés Estefane y Claudio Robles. Y así se va demostrando a través de los 11 capítulos, que convocan a historiadores de vasta trayectoria como el estadounidense William Sater y a un joven economista como Gonzalo Durán, que analiza la desigualdad y los salarios en los siglos XIX y XX. Un tema que viene trayendo cola, mundialmente, desde que Thomas Piketty se convirtió en superventas con El Capital en el siglo XXI, y localmente con hitos como la publicación de Desarrollo y desigualdad en Chile (1850-2009). Historia de su economía política, del uruguayo Javier Rodríguez (2017).

La contribución de este egresado de la UC, camino a doctorarse en la Universität Duisburg-Essen, lleva por título Desigualdad y salarios en perspectiva histórica, siglos XIX y XX, y forma parte de un plan de investigación desarrollado en la Fundación SOL, de la que es investigador, y que tiene como núcleo el mundo del trabajo, la desigualdad y las relaciones de producción.

¿Puede verse su texto como un gesto de validación de la economía política? ¿Hay una economía "apolítica" en cuestión?

El concepto de economía política no es unívoco y en él caben enfoques divergentes. Sin embargo, alude en términos generales al abordaje de la economía como una relación social e histórica y, en tanto tal, no ajena a las relaciones de poder (y no aislable disciplinariamente de las ciencias sociales). Dentro de este espacio, las relaciones entre el capital y el trabajo son emblemáticas. El capítulo del libro se explaya en las relaciones de poder en torno a dos cuestiones: salarios mínimos y negociación colectiva. Si decimos que la economía política analiza los problemas económicos y sociales considerando el punto de vista de las relaciones de poder, no hay una economía "apolítica": lo que existe es una filosofía, que también es política, que busca ocultar o que desconoce este punto de partida en el cual se basa la reflexión posterior. En este sentido, escuelas de pensamiento económico que presentan escaso interés por cuestiones referidas a la distribución y que omiten las asimetrías en las relaciones industriales, como la seguida por los Chicago Boys (escuela monetarista), tienden a situarse en este terreno. Pero eso no es apolítico: es muy político.

En años recientes despunta el interés de los historiadores económicos por la desigualdad en Chile. ¿Qué ítemes están más inexplorados?

Hay un renovado interés por el estudio de las desigualdades, en parte provocado por las propias contradicciones del capitalismo, con su desigualdad intrínseca que en el último tiempo se multiplica y genera una respuesta social, y también por la promoción que viene de los propios organismos internacionales que buscan proteger al actual modelo económico de sí mismo (por ejemplo, advirtiendo erosión en la cohesión social, un posible debilitamiento de la demanda interna, etc.). Ahora, creo que es muy importante explorar más en la historia económica del trabajo y de la acción sindical. La hebra distributiva es algo que se puede profundizar, pero no simplemente en el terreno de lo salarial, sino también en el problema de distribución de poder político.

Ud. observa que la desigualdad en Chile se mantuvo "relativamente estable" en los siglos XIX y XX. ¿Cómo sitúa ese escenario a la economía local respecto de otros países?

En el concierto internacional, la economía chilena es pequeña y no es particularmente gravitante. Sin embargo, dentro de la actual fase del capitalismo, el neoliberalismo, Chile se anticipa en la adopción de este sistema. A casi 40 años de ese giro, el examen de Chile viene desde el centro y desde la periferia mundiales. Thomas Piketty realizó un estudio empírico de la participación del 1% más rico en países de ingresos altos, donde muestra que las grandes potencias están lejos de llegar a los niveles que se exhiben en el caso chileno. En Chile podemos observar varios pasajes de extrema concentración: de 1860 a 1873, el 1% capturó en promedio el 31% de los ingresos; en 1918, el 35%, y para 1937 también superaba el 30%, tal como en 2010. Mientras, EEUU tiene sólo dos episodios donde el 1% acumula más del 20%. En Gran Bretaña no se registran episodios con una concentración por sobre ese porcentaje.

Ud. concluye que la relación salario-productividad da pistas acerca del origen de la desigualdad en el proceso del trabajo. Que esta brecha haya alcanzado "niveles históricos" , ¿indica que la lucha contra la desigualdad va en la dirección equivocada?

La entrada más directa al problema de la desigualdad se obtiene al situarse en el mundo del trabajo, donde se produce y distribuye primariamente la riqueza. Una forma de abordar esto es adentrándose en la cuestión de la explotación laboral en tanto relación constituyente del capitalismo, un desafío complejo y aún vigente de investigación. Lo interesante es que incluso más allá de esa cuestión basal profunda, y al contrario del discurso económico imperante, se puede observar que los salarios y la productividad del trabajo no exhiben un desarrollo similar: el desarrollo de la productividad laboral ha sido superior al desarrollo de los salarios reales. La brecha se observa desde fines del siglo XIX y se ve acentuada desde fines de la última dictadura. La pregunta que cabe formular, entonces, es, ¿dónde va a parar esa productividad laboral que no está siendo remunerada?

Proyecto en cuatro tomos

Cinco años de trabajo, cuatro tomos, cinco editores, 56 autores y más de 1.500 páginas. Todo un opus, al alero del Centro de Estudios de Historia Política (Cehip) de la UAI, la Historia política de Chile, 1810-2010 llega finalmente a su última entrega. El martes 25 de septiembre se presentaron los tomos III (Problemas económicos) y IV (Intelectuales y pensamiento político) en una ceremonia en la que participaron el Secretario General de la Presidencia, Gonzalo Blumel, y la premio Nacional de Historia 2018, Sol Serrano. Está última aprovechó su rol de comentarista para decir que la obra completa le recordó ciertos rasgos de su herencia socialcristiana, en el sentido de que, "cuando un placer es un deber, el placer es doble".