Su último libro, The last London, se anuncia como la entrega final sobre Londres de Iain Sinclair (Cardiff, 1943). La idea de la ciudad como un palimpsesto ha permeado su obra y él ha recorrido sus caminos olvidados o abandonados, material y metafóricamente.

En un libro temprano, Calor de Lud (1975) señalaba la alineación oculta de las iglesias construidas por Hawksmoor -lo que inspiró a Peter Ackroyd y Alan Moore-. Su primera novela, White Chappell, trazos rojos (1987), transcurre en el barrio donde Jack el Destripador encontró a sus víctimas. En muchas exploraciones, la caminata es su método: recorriendo la autopista M-25 o siguiendo los pasos de un poeta loco. Una serie de obsesiones aparecen o reaparecen: el hampa; los desposeídos; artistas bohemios; sociedades secretas; el desdén por algunos "grandes proyectos". Una muestra es la antología La ciudad de las desapariciones (Alpha Decay, 2015). No todo es londres-céntrico: en American Smoke (Alpha Decay, 2016) está la búsqueda estadounidense de la Generación Beat.

-Londres ha sido su obsesión y caminar, la forma no única de explorarla...

-Caminar ha sido mi placer durante muchos años. Y mi ritual diario. El método más seguro para conocer los detalles de una ciudad complicada: algo es antiguo y laberíntico, algo está recuperándose de la Segunda Guerra, algo es nuevo e ilegible. Pero otros viajes, en automóvil con el cineasta Chris Petit, o en el cisne a pedales con Andrew Kötting, también han sido importantes. Para estar allí, es necesario estar en movimiento. Las expediciones con Petit y Kötting han sido una manera de tener largas conversaciones sobre cine, escritura, historia, el fútbol, el rugby, la vida.

-¿Hay espacios sagrados en las grandes ciudades?

-Hay lugares secretos por descubrir en cada ciudad. Eso es lo que tenemos que creer. Y hay individuos que dedican sus vidas a encontrarlos.

-Desde American Smoke hay referencias a Bolaño...

-Bolaño, como poeta y mitógrafo, fue un autor que me intrigó. Primero leí Los detectives salvajes y seguí el camino hacia atrás. Encontrarme con alguien que lo conoció en Barcelona lo puso en un foco de atención más sostenido. Sus métodos añadieron color a la forma en que me acerqué a American Smoke.

-¿Qué se pierde en Londres?

-Un cierto tipo de Londres está tomando su último aliento. La ciudad sobrevivirá, incluso después del enredo del Brexit. Intenté sobreponerme en The last London a que el tipo de escritura que había practicado durante más de 50 años ya no era aplicable. Londres era un relato para el mundo digital: snapchat, twitter, descargas, imágenes generadas por computadora. Historia falsa. Noticias que nunca sucedieron.

-¿Y al habitar una ciudad ignorando su historia?

-Sin historia, la ciudad no existe. Al vivir sin vestigio de ese conocimiento -lo que se ha ido, lo que viene-, nos convertimos en zombis, sonámbulos, ahogados en un narcisismo desconcertado.