Andrea Marie Truden era una niña prodigio. En el colegio de monjas donde la internaron sus padres de origen yugoslavo, un ingeniero y una cantante de polka, brilló desde los seis años en el piano, además de ser una líder entre sus compañeras, vitalicia en la presidencia del curso. En su natal Nashville, terruño asociado al sonido country, fue una suerte de celebridad local durante su infancia y adolescencia en los cincuenta y sesenta. Aparecía regularmente en los periódicos regionales por su trabajo como presentadora de radio y TV en cadenas de la zona. Al cumplir 16, obtuvo una beca para estudiar música en la universidad. Parecía una Jackie Kennedy en miniatura, cuentan los que la conocieron. Por lo que se ve en los recortes de prensa de la época, no exageran: era la imagen viva de la perfección.
Miel sobre hojuelas hasta que el papá de Andrea murió. Su mamá, que en algún momento incluso cantó con el Rey de la Polka, Frankie Yancovic, quedó sumida en el alcoholismo, lo que descompuso la relación entre ambas. Hasta ese momento su única insubordinación era fumar escondida, pero la rebeldía en su interior tomó vuelo a partir de ahí. Siendo todavía una adolescente, dejó su casa y contrajo matrimonio. Aunque su relación fue corta, la dejó instalada en Nueva York, justo donde soñaba vivir desde que era pequeña. Algo en Nashville nunca le llenó el gusto, por eso rechazó cuando chica los ofrecimientos de agentes deseosos de volverla una estrella del country. La Gran Manzana, en cambio, era el escenario ideal para cumplir su sueño de ser famosa a escala planetaria, sin límites territoriales.
Andrea sentía admiración por Bette Davis, y en Faye Dunaway se veía a sí misma, aunque buscaba ser más que ellas. Quería convertirse en una triple amenaza: actuar, cantar y bailar. Andaba por la vida repartiendo tarjetas, esperando ser descubierta por algún agente con buen olfato en una ciudad donde a nadie le importaban sus credenciales juveniles. Para subsistir en el Estados Unidos de comienzos de los setenta, aquejado de una crisis financiera, aceptó cada empleo que pudo, por lejano que pareciera a sus aspiraciones. Mientras componía música para comerciales de poca monta y aparecía secundariamente en películas de bajo presupuesto, también era, a ratos, profesora de música y modelo.
Un compinche de su pareja le cambiaría la vida. Andrea lo conoció como Herbert, pero en el mundo del cine para adultos se llamaba Harry Reems. Apenas volvió a quedar soltera, recibió un llamado suyo ofreciéndole trabajo. Después de pensarlo un par de días, aburrida de la indiferencia del mainstream, aceptó la inesperada oferta laboral. En cuestión de meses, ya era una de las actrices más destacadas del porno. Bajo el seudónimo de Andrea True, protagonizó cintas con títulos como Mientras más húmeda, mejor, Por ambos lados y Mentalizada para el sexo. También fue parte del elenco de Garganta profunda 2, la secuela del mayor hito en la historia del triple equis, junto a Linda Lovelace y su amigo Reems.
Aunque disfrutaba de la popularidad, Andrea siempre desplegó un carisma superior al del promedio de sus colegas. Había algo en ella que le informaba al resto su calidad de pez grande en pecera chica. Llegaba a los estrenos de sus películas en grandes limosinas y con todo el aparataje de una estrella hollywoodense, una costumbre que luego sería copiada por el resto. Le gustaba andar glamorosa, llamativa y exuberante las 24 horas del día. Con malicia, admitía que le encantaba ser reconocida en la calle por fans encubiertos que no podían disimular su asombro al verla, sobre todo hombres mayores acompañados de sus esposas. El sostenido aumento de su fama le quitó la gracia al asunto. Por culpa de acosadores obsesionados con ella, tuvo que irse a vivir a un carísimo departamento con altas medidas de seguridad y empezó a gastar más plata de la que ganaba entre sábanas.
Tras retirarse, en 1976 partió a Jamaica para grabar un comercial. En la isla nadie sabía quién era porque, como cabe recordar, el porno antes de Internet no viajaba tan rápido ni tan lejos como ahora. Luego de realizar el trabajo, supo que no podría sacar su sueldo del país caribeño debido a problemas diplomáticos con Estados Unidos tras la elección como presidente de Michael Manley, un simpatizante de Fidel Castro. Productiva, decidió invertir el dinero en la grabación de un demo, tal como los que hacía circular por Nueva York antes de transformarse en Andrea True y perder el hábito de hacer música. Para retomarlo, escribió una letra sugerente y autobiográfica sobre sus experiencias sexuales en los sets. Fiel a su educación de dama sureña, en ningún punto recurre a imágenes explícitas. En todo caso, no cuesta adivinar de qué habla: "Pero si quieres saber cómo me siento realmente/ echa a rodar las cámaras, que comience la acción/ más, más, más/ ¿Cómo te gusta? ¿Cómo te gusta?".
https://open.spotify.com/track/4hepyFFOO9I7oZCNn3T2sz?si=CN_2vx1VQgW1lGOnnNTkXQ
En clave disco, Andrea cantó "More, more, more" pensando que era solamente una maqueta y que después haría la toma definitiva. Su seductora y jadeante interpretación, sin embargo, fue la que se prensó en el single, que salió a la venta apresuradamente en Jamaica porque su productor, Gregg Diamond, necesitaba pagarle a unos narcos antes de que le quebraran los huesos. Nada conforme al inicio, la ahora líder del grupo de fantasía Andrea True Connection, firma que adoptó en todos sus lanzamientos posteriores, se dio cuenta de que el vinilo con la canción volaba de las estanterías jamaiquinas y se bailaba en todos los clubes del país. Fue el espaldarazo que necesitaba para salir a mostrarse al mundo.
Su pasado facilitó la distribución internacional de "More, more, more". En un golpe de suerte, fue firmada por un ejecutivo discográfico que era seguidor de sus películas. Pese a que cifró grandes esperanzas en el tema, la recepción que tuvo superó todas sus expectativas. En Estados Unidos, pasó semanas peleando palmo a palmo los primeros lugares con el mismísimo Paul McCartney, también subido al carro de la victoria de la música disco junto a sus Wings y "Silly love songs". Para su sorpresa, en el extranjero, donde no se entendía la letra en inglés y nadie conocía los detalles de su carrera, la canción pegó aun más fuerte. Ese dato la hacía respirar con alivio: no la escuchaban por morbo, sino por gusto.
Desde luego, su procedencia nunca dejó de ser un foco de atracción. En las ciudades que visitaba, siempre era recibida de la misma forma, con grupos religiosos exigiendo la cancelación de sus shows y los cines porno de la ciudad ofreciendo maratones de sus películas. Por lo que aprendió tras su arribo a Nueva York, polarizar le parecía mucho mejor que ser ignorada. "Tener esta fama es una sensación maravillosa" o "me encanta ser una celebridad" son frases que salían de su boca durante sus entrevistas en aquel entonces. Al contrario de tantos otros, Andrea parecía estar plenamente consciente de sus privilegios, como viajar en primera clase o darse el lujo de tener ocho músicos y cuatro bailarines.
En vivo, daba cuenta de su versatilidad y de una energía inagotable. Al mando de Andrea True Connection, pasaba de la música disco al pop y la salsa mientras hacía gala de un despliegue escénico bombástico. Críticos de la época alaban su carisma, aunque advierten una supuesta falta de dirección en sus intentos por demostrar que es mucho más que "More, more, more", también el título de su disco debut, que se vende bastante. La suerte le dejaría de sonreír a la altura de White Witch (1977), su segundo LP, cuyos singles no alcanzan gran resonancia pese a que "N.Y. you got me dancing" dista de ser un fracaso.
https://open.spotify.com/album/3beRuMjmxbffdtQ6JEkhGW?si=hBdEcDH2SH2NVVmGyXdP9A
En White Witch, Andrea incluye un cover de Lou Reed, "Sally can't dance", acaso un spoiler de las inclinaciones rockeras que mostraría más adelante. Dando conciertos, nota que se entusiasma cuando las guitarras eléctricas adquieren protagonismo, el efecto contrario al que siente cantando "More, more, more", que cada vez la identifica menos. Sin un nuevo hit, rápidamente su nombre pierde terreno. Es abandonada por su sello discográfico y la única compañía que muestra interés en ficharla ni siquiera existe en Estados Unidos. En 1980, Andrea True publica su título final, War Machine, todo un vuelco estético, sin una pizca de música disco e ínfulas más bien new wave. La placa solamente es editada en un par de países europeos, donde pasa prácticamente inadvertida.
De a poco, Andrea True volvió a ser Andrea Marie Truden. Pese a que le llovieron las ofertas, jamás aceptó volver al porno. Tampoco vio de nuevo a su familia, de la que fue expulsada por sus opciones profesionales. Siguió cantando, en escalas cada vez más pequeñas, mientras paraba la olla como agente de bienes raíces, operadora telefónica o astróloga. A fines de los noventa, intentó volver a la industria musical grabando un demo que no fue recogido por ningún sello. Un problema en su garganta le impidió seguir desempeñándose como vocalista. Vivió con otra ex actriz porno hasta el 2011, cuando se la llevó una falla cardíaca. Numerosos obituarios la reducían a one hit wonder, como si su historia no hubiese tenido matices. Aquí va uno: sus últimos años fueron plácidos. Pese a vivir en el anonimato, logró que su autoría de "More, more, more" fuese reconocida décadas después de que el turbio de Diamond se la adjudicara. Gracias a los royalties que le llegaban semestralmente, no debía trabajar. Por lo que cuenta en la última entrevista que dio, su envidiable rutina diaria consistía en leer novelas de misterio, ver tele y fumar marihuana dándose largos baños de tina.