Cielo, estreno chileno-canadiense del ciclo Miradoc, cuenta con nombres de trayectoria en sus créditos: en la producción está Paola Castillo; en el montaje, Andrea Chignoli, y en la fotografía, Benjamín Echazarreta. El resultado es un filme con imágenes de una belleza embriagadora, que dejará más de un boquiabierto, incluso si ya se ha visto Nostalgia de la luz, que también miró las estrellas desde el desierto de Atacama.

Eso sí, la fusión de forma y contenido se resiente por los apetitos líricos de una película que parece descreer del potencial poético de sus imágenes, lanzada como está a subrayar lo mágico y/o lo místico de cada elemento del entorno humano y geográfico que se dedica a retratar.

La recurrencia con la cual se introduce esta dimensión en testimonios, interacciones y meras contemplaciones, imponen un registro anunciado y hablan con elocuencia de una propuesta que deslumbra al tiempo que cojea.