"El paso de Lucho Gatica por Lima fue adjetivado por Pascual en nuestros boletines como 'soberbio acontecimiento artístico y gran hit de la radiotelefonía nacional'. A mí la broma me costó un cuento, una corbata y una camisa casi nuevas".
Así comienza el Capítulo V de La tía Julia y el escribidor (1977), una novela de impronta autobiográfica, en la cual Mario Vargas Llosa da vida a las aspiraciones de narrador del joven protagonista, Mario, quien se desempeña en una radioemisora.
En la historia, la presentación exclusiva del celebérrimo bolerista es todo un acontecimiento en Perú y un fenómeno de convocatoria de sus fans. "Solo me di cuenta cabal de su fama cuando noté las colas de mujeres, en la calle Belén, esperando pases para la audición", dice el relato.
Minutos después, la situación se crispa, pues ya la transmisión ha concluido y una multitud de seguidoras presionaba con furor la puerta del auditorio. Entonces habla el propio artista: "Yo las conozco a ésas –decía, entre aterrado y furibundo–. Comienzan pidiendo un autógrafo y acaban arañando, mordiendo".
Cuando Mario y sus colegas se dan cuenta de que el cantante tenía razón en su advertencia, debieron hacer un muro humano de contención: "Nos cogían de la ropa y jaloneaban, y dando aullidos alargaban las uñas para arrancar pedazos de la camisa y el terno del ídolo".
El inesperado guardaespaldas se llevó la peor parte, y "el astro estaba indemne", aunque "de su ropa solo conservaba íntegros los zapatos y los calzoncillos".