Cómo se armó el espectáculo que trajo de vuelta a Roger Waters

Tras cortar su paréntesis de doce años fuera de las giras internacionales, justo para el cambio de siglo, Roger Waters no se bajó más del avión. Salvo algunos breves recesos, la carrera del fundador de Pink Floyd en el siglo XXI se ha desarrollado fundamentalmente en la ruta y sobre el escenario, con montajes conceptuales que desde In the Flesh (1999-2002), la gira que lo trajo por primera vez a Chile, se han vuelto cada vez más complejos.

Si bien cuesta pensar en una puesta en escena que supere la majestuosidad y la épica de The Wall Live, el show que montó durante dos noches el Estadio Nacional en marzo de 2012, anoche, en su quinto paso por el recinto de Ñuñoa —y para el que se vendieron prácticamente todas las entradas—, el británico llegaba con otro espectáculo de dimensiones monumentales en el que el uso de la tecnología es tan gravitante como el discurso político.

Con una escenografía inspirada en el disco Animals, publicado por Pink Floyd en 1977, el Us+Them Tour, que debutó en EE.UU. en mayo de 2017 y finaliza el próximo mes, hizo su desembarco oficial en Santiago durante la mañana del viernes pasado, un día después de la llegada de Waters a Pudahuel. Ese día comenzó la instalación del escenario y de la gigantesca pantalla de alta definición que abarca casi todo el ancho de la cancha.

A esto se suma un sofisticado sistema de amplificación con parlantes en las tribunas, en cancha y sobre el escenario, que conforman un potente set de sonido que le da al espectáculo una atmósfera envolvente y cinematográfica.

Todo lo anterior fue testeado ayer por la tarde por el propio Waters, quien tras salir de su hotel y firmar discos se dirigió a Ñuñoa para probar el sonido. Pasadas las 16.00 horas, mientras el público aguardaba la apertura de puertas, sonaba desde la cancha "Another brick in the wall", uno de los 25 temas que se esperaban para el show de anoche.