La lluvia se instaló temprano sobre Ciudad de México, un miércoles gris para despedir a Lucho Gatica, el chileno que llegó hace 60 años para convertirse aquí en la voz internacional del bolero. Su partida marca las esquinas de la capital azteca, radios y titulares tributan a quien llaman "uno de los suyos". Afuera, el mundo llora a un ícono de la canción, adentro el bolero se desliza sereno entre familiares y amigos, un pequeño grupo que en silencio lo despide en el Panteón Francés. Flores a nombre de Armando Manzanero, Alejandro Sanz o la familia Castro, entre otros que manifestaron su pesar. Julio Iglesias dice adiós a su "queridísimo compadre", y sus hijos esbozan una cercanía con Rancagua, la ciudad que hoy vive duelo oficial. "En la intimidad cantaba siempre, siempre, La Cueca del viento, no puedo hablar en público de esa canción, pero sí su significado está enraizado con su faceta chilena", señala Juan Campo, compadre y de sus más cercanos: "Luego se viene a México y su primer gran éxito fue No me platiques más, de ahí se abre una historia de leyenda".

Fue Luis Gatica, su hijo y actor mexicano, quien hoy toma la voz familiar. "Lucho Gatica hay solo uno", aclara, "cuando comencé mi carrera él puso atención a mantener mi nombre por delante. Y así será", señala. "Como padre era un desmadroso", ríe, "reunirse cada vez con él siempre fue no menos de diez botellas, no paraba con los chistes y el sacerdote dijo que mi padre estaría con San Pedro brindando con ron, pero sin duda que estaría con un vino tinto".

Entre las anécdotas, Gatica Mercado recuerda que "una de las princesas de España, que es no vidente (N. de la R. Margarita, hermana menor del rey Juan Carlos), pedía acercarle el rostro para tocarle su cara, fue parte de las amistades en ese país que más tiempo extendió. Siempre que pasamos por España, pasó su rostro por las manos de la princesa".