En la breve historia de Arctic Monkeys, la banda inglesa que debutó en 2006 con el irrepetible People say I am, that's what I'm not, el momento bisagra parece ubicarse justo entre la efervescencia eléctrica de esas primeras canciones y el arriesgado Tranquility Base Hotel & Casino.

En la cocina de ese disco, 2016 parece ser el año clave: los de Sheffield se borraron del mapa y Alex Turner, compositor y cantante del conjunto, cambió de folio al cumplir treinta años.

Si para cada uno de los arranques furiosos de Arctic Monkeys, el hombre de "Fluorescent adolescent" respondía con un trabajo menos físico y explosivo al frente de su banda paralela, The Last Shadow Puppets, Turner también se perfilaba acaso como un cantautor mucho más introspectivo y sofisticado.

Así, al menos, describió él mismo su último disco en entrevista con Les Inrockuptibles.

"Hoy la gran diferencia es que comparto la escritura cotidianamente con Miles Kane en el seno de The Last Shadow Puppets, mientras que con Arctic Monkeys escribo todo solo, aislado en Los Ángeles. Hoy las fronteras se han borrado, mi escritura desde ahora forma un todo", dijo allí.

Pasados los treinta, el músico decidió empalmar sus flujos creativos a partir de un regalo de cumpleaños.

Para el sexto disco de Arctic Monkeys, el primero en cinco años, su representante le regaló un piano: "Y yo, que hasta ese momento solamente componía con guitarra, descubrí nuevos métodos de escritura. Seguí mis dedos y comencé a tocar el piano, a explorar… ese fue el punto de partida del disco", contó en la entrevista.

Un disco de grupo

El año 2014, Alex Turner comenzó a trabajar las primeras ideas de su flamante último disco, uno que divide aguas entre sus seguidores, al tiempo que dejó de verse con el resto de integrantes de Arctic Monkeys.

"Es cierto que quedamos en contacto, pero sin necesidad de encontrarnos en la misma habitación", contó a Les Inrockuptibles.

Según el músico, esta vez no solo compuso en solitario, "lo cual ya pasaba frecuentemente; también comencé a grabar sin ellos". Una libertad que, asegura, descubrió mientras componía para la cantante Alexandra Savior.

Turner hizo demos de canciones en su casa sobre un estudio de ocho pistas, las que luego deformó y enriqueció en en grupo.

"Es lo que hicimos con Arctic Monkeys, encontrándonos en los estudios de La Frette, cerca de París, y luego abriendo las puertas a otros músicos amigos. Es ahí donde lo que hubiera podido ser un disco solista se volvió auténticamente uno de la banda", asegura.

Fue el propio Jamie Cook, guitarrista de Arctic Monkeys, quien le dijo al cantante que era una buena dirección a seguir, "aun cuando las guitarras eran las grandes ausentes de mis canciones", una de las principales críticas de sus seguidores.

Según Turner, "había terminado por olvidar, estando tan solo, hasta qué punto adoraba esa mentalidad de pandilla. Los Monkeys son mis más entrañables amigos, hemos vivido todo y atravesado todo desde la infancia. La prueba: estábamos un poco oxidados musicalmente, pero humanamente no hubo la menor dificultad de adaptación. La camaradería estaba intacta".

Un extranjero en Chile

Este año no solo cambió el sonido de Arctic Monkeys. Alex Turner, además, se mudó de hogar y de continente para instalarse en Los Ángeles, California. "Es ahí donde están mis aparatos y mi piano. Por el momento, eso me retiene", asegura.

Luego explica: "Vine a California porque tenía la necesidad de cambiar de vida, de reinventarme. Sentía que me marchitaba… me acostumbré al confort, a los hábitos y hacía falta cambiar de decorado. La ventaja es que en una ciudad como Los Ángeles puedo aislarme totalmente, retirarme del mundo. Algo así no era posible cuando vivía en Londres o en Nueva York. Es decir, salir a dar una vuelta, decir 'buenos días' a alguien, no es nada incómodo ya… de hecho, adoro Los Ángeles en el frío, bajo las nubes, mientras la lluvia trae melancolía, cuando la ciudad ofrece una buena excusa para una taza de té".

"Amo sentirme extranjero", dice el músico a Les Inrockuptibles.

"En ese sentido, sin duda vivo mucho más en el interior de mi cabeza. Me haría bien tener más relaciones con gente real", añade.

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Tal vez la canción "She looks like fun", de su último disco, una en donde Turner cita a Bukowski, lo explique mejor.

"Es sobre la gente que fanfarronea, que se inventa una personalidad falsa en las redes sociales. Yo no tengo ni cuenta de Twitter o Instagram: incluyo todas mis observaciones en mis canciones", asegura.

Allí mismo se identifica: "¡Yo hago exactamente lo que denuncio en esa canción! Cuando me mudé a Los Ángeles, me transformé rápidamente en un motorista de los años 50: cuero negro y gomina. Lo necesitaba porque después del final de una historia de amor quería una nueva vida, una nueva cabeza, un nuevo yo".

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