Completamente vestida de rojo y de radiante melena blanca, Carmen Barros luce como una Marilyn Monroe de 93 años. Está sentada al interior del ex Teatro La Memoria, la actual sala del Duoc, donde esta misma tarde sumará un nuevo estreno a su carrera de más de siete décadas. Su última aparición en tablas la hizo en El marinero de Fernando Pessoa, que Alejandro Goic dirigió en 2015 y donde compartió el escenario junto a Bélgica Castro y Gloria Münchmeyer. Esta vez, en Tukoo! Tukoo!, o la princesa de la luna lagartija, la obra del dramaturgo y director filipino Anton Juan, la actriz y cantante que dio vida a la primera Carmela de La pérgola de las flores (1960) y a la popular Marianela que cantaba en radios será una de las mujeres de confort, eufemismo con que se solía llamar a las jóvenes forzadas a la esclavitud sexual por los militares japoneses de la Segunda Guerra Mundial.

"Mi padre -Tobías Barros- era militar y diplomático, y fue embajador en Alemania en los 40 y después en Italia. Entonces, me tocó ver desde muy cerca toda esa gran cultura pero también los estragos de la guerra", recuerda. "Recorrimos Europa en auto y estaba totalmente paralizada y a oscuras por los bombardeos. Y Alemania era Europa entera; en París, en Dinamarca, en Praga y en todas partes estaba Alemania, menos en Suiza. Eso aún me impacta mucho, porque la invasión que se produjo en la guerra fue feroz, y esta obra tiene mucho de eso".

Volver a los escenarios la tiene "absolutamente encantada", comenta, pero ha puesto sus condiciones: "Actuar a mi edad tiene sus complejidades, y memorizar mucho ya no quiero. Tengo buena memoria, la verdad, pero cada vez quiero tensarme menos. Mi personaje leerá una carta en la que narra su historia y las de otras mujeres que pasaron por lo mismo", agrega.

En su agenda de 2019 ya hay otros compromisos ineludibles: está ensayando junto a Luis Vera para un concierto de repertorio chileno popular que dará en abril, inicialmente en el Teatro Oriente y con canciones de Violeta Parra, Víctor Jara, Luis Advis y Patricio Manns. De la mano del productor Enrique Inda, en tanto, Barros dirigirá una nueva versión de la comedia musical ¡Esta señorita Trini!, que ella misma protagonizó en 1958. "Estamos pensando en Antonia Santa María para el protagónico, y en Daniela Vega para otro de los roles", cuenta.

Callas hasta las lágrimas

Lo narra con lujo de detalles, como si hubiese sido ayer. Era 1953 y estaba en Roma, casada hacía poco con el piloto Jaime Amunátegui, de quien se separó al poco tiempo. Sus hijos eran pequeños, y una amiga le aconsejó ir a ver a María Callas cantar en vivo: "Estaba presentándose con la Norma de Bellini, que era la que mejor le quedaba. Salió al escenario y realmente era un ropero de tres cuerpos, una mujer gigante y que vestía pésimo. Le dije a mi mamá que solo había que oírla y taparse los ojos, y apenas empezó a cantar la primera aria tuve un impacto físico. Se me llenaron los ojos de lágrimas", recuerda Barros.

Creció escuchando a Mozart, Haydn y Beethoven, y de pequeña tomó clases de canto. Siguió con piano, y hasta fue aprendiz de Jenny Krause, hija del pianista alemán Martin Krause, uno de los maestros de Claudio Arrau. Soñaba con dedicarse a la ópera y hacer honor a su nombre además: "Me llamo Carmen Aída, como las famosas óperas de Bizet y Verdi, pero es una coincidencia", dice. "De igual manera esa jugarreta me incentivó a trabajar en ello, y tuve opción de hacer mi carrera como cantante; me invitaron a cantar a Viena y Nueva York, y en 1946 hice de Marcelina en la ópera Fidelio de Beethoven en el Municipal (junto al elenco del Metropolitan). Pero opté por mis hijos, y nunca me arrepentí de eso. Además, yo tenía una voz pequeña".

-Su época está llena de grandes actrices: Ana González, Delfina Guzmán, Bélgica Castro y otras... ¿Se siente parte de ese grupo?

-Sí, pero siempre fui más ecléctica y andariega. Estaba en muchas cosas. No era solo actriz ni cantante, también hice labores diplomáticas. Por eso, cuando me dicen que deberían darme el Premio Nacional, digo ¿y de qué? A la trayectoria podría ser, pues hay muchas actrices que dedicaron su vida solo al teatro, y yo no fui una de ellas.

-Ud. militó en la Izquierda Cristiana y se fue tras el Golpe del 73. ¿Cómo fue terminar "emparentada" con la familia Pinochet?

-Mi único hijo hombre, Jaime, se casó con Jacqueline Pinochet. Tengo un nieto que también se llama Jaime, Jaime Augusto, y lo adoro a morir. No lo veo tanto como quisiera, pero lo siento bastante cercano a mí porque es el único artista de la familia: es cineasta. En realidad, yo nunca tuve mucho contacto con la familia de ellos. Ni siquiera los conozco, y por decisión mía.

-Usted ha dicho que no le teme a la muerte. ¿Se refugia en la fe?

-No le temo, la odio. No me gustaría que mi vida terminara ahora, que lo paso tan bien y hago hartas cosas. Soy muy creyente también, pero a la vez una gran pecadora pues ya no practico la religión como antes. Es uno de los beneficios de llegar a esta edad: el cura me dijo que no era necesario ir más a la iglesia. Estoy convencida de que haré un traspaso de existencia y que volveré a reunirme con toda la gente que quise y aún quiero. Sueño muchas de mis noches con eso.

TUKOo! TUKOo! o la princesa de la luna lagartija

22 de noviembre al 2 de diciembre en Teatro DuocUC, ex La Memoria (Bellavista 0503). Ju. a do. 20.00 h.

$ 6.000 general y $ 3.000 est. y 3a edad. Más información en duoc.cl.