Alvaro Enrigue, escritor mexicano: "Si hoy alguien defiende las fronteras es solo para generar capital político"
Premio Herralde de Novela en 2013 por Muerte súbita, el autor radicado en Nueva York habla de su libro más reciente, Ahora me rindo y eso es todo, la historia de un viaje en carretera por territorios apaches.
Todo comenzó con una pista falsa. Hace poco menos de 20 años, mientras el escritor y académico Álvaro Enrigue (México, 1969) cursaba su doctorado, su profesor y maestro José Emilio Pacheco comentó en una clase que el padre del poeta Alfonso Reyes había participado en una expedición para detener a Gerónimo. Para Enrigue, el dato resultó revelador. Le intrigó que la historia mexicana se cruzara con la apache de esa forma, casi como si fuera un cuento de Borges. Así comenzó su obsesión con la figura del jefe militar nativo americano, aquel que "los niños gritan su nombre desde el trampolín cuando se tiran a la piscina", y quien entre 1858 y 1886 luchó contra los ejércitos mexicano y estadounidense. Eso sí: con el tiempo, y al investigar más, Enrigue se daría cuenta que el dato de su maestro era efectivamente borgeano; es decir, apócrifo.
"En cualquier caso, esa pista falsa produjo que comenzara a buscar detalles sobre un conflicto que, por su incidencia en los westerns y por la importancia cultural que estos tienen en toda la América del Norte, se asocia con el nombre de Gerónimo", cuenta Enrigue desde Nueva York. Y ese interés lo llevó, entre otras cosas, a leer libros sobre Gerónimo, y a descubrir que este, para su sorpresa, era mexicano. O que podría haberlo sido.
"Su nación era la apache. Gerónimo era un aborigen americano, indio americano, nacido en 1829", cuenta Enrigue. "Eso quiere decir que tenía automáticamente derecho a la nacionalidad mexicana", dice, porque la Constitución de 1824 concede la nacionalidad "no solo a todas las personas que nacieron en México, sino también a los nativos americanos".
En todo caso Gerónimo es solo una de las tantas capas de Ahora me rindo y eso es todo, el nuevo libro del autor mexicano, ganador del Premio Herralde en 2013 por Muerte súbita, novela que le abrió las puertas al mercado literario global: Enrigue, de hecho, responde esta entrevista entre presentaciones; hace unas semanas lanzó Muerte súbita en China y luego Ahora me rindo... en Barcelona.
Hace nueve años que Enrigue vive en Nueva York. Actualmente es profesor en la Universidad de Hofstra, donde hace clases de literatura del siglo XVII ("es decir, soy el profe que enseña El Quijote"), así como también dirige un taller con jóvenes Dreamers o hijos de inmigrantes latinos, en las oficinas de la asociación mundial de escritores PEN. De alguna forma, es ya un habitual de la escena literaria neoyorquina, y eso, en gran parte, gracias a la traducción de Natasha Wimmer de Muerte súbita, donde imagina un duelo de tenis entre Caravaggio y Quevedo.
"Pero bueno, ya llevo cinco años hablando del mismo", dice. "Ya estoy hasta los huevos de ese libro. Así que cambiemos de tema, por el amor de dios".
¿Cuál fue su reacción al descubrir que Gerónimo era mexicano?
Asombro, claro. Además, hay que pensarlo en el contexto en que vivo. Porque en este, que es un país de diversidad racial infinita, los más humillados por los gobiernos públicos, desde el federal hacia abajo, son los mexicanos. Por lo que es tremendamente significativo que el símbolo de la valentía, y de la resistencia, que es el indio Gerónimo, sea un mexicano. O posible mexicano. Es un poco de relatividad frente a los valores nacionalistas que nos están atormentando, porque ahora la gente quiere creer que las fronteras han sido siempre las mismas, y hasta quieren acorazarlas.
Dice Enrigue que buscaba transmitir la sensación de ir en auto, en un viaje largo por la carretera, y escuchar las estaciones de radio confundirse. Por eso las transiciones entre historia e historia en Ahora me rindo... a veces ni se notan. Así, no solo está la historia de los apaches, sino también la de Camila, una mujer que se hizo apache, y la de los generales Miles y Zuloaga. Y, por último, está el presente de la novela; el escritor mexicano que hace un road trip desde Nueva York hasta el suroeste, donde fueron las guerras apaches, junto con su esposa Valeria y sus hijos.
"Al principio las cosas aparecen. La escritura es un gesto desafiante al que ya nos acostumbramos: donde no había nada, alguien pone algo y los demás lo vemos", se lee al inicio de Ahora me rindo y eso es todo. "Por ejemplo la pradera: un territorio interminable de pastos altos. No hay árboles: los mata el viento, la molicie del verano, las nieves turbulentas del invierno".
¿Es la apachería, ese tercer país como dice la novela, una exploración necesaria hoy?
No, no creo que la apachería sea hoy un tercer país. Porque está vacía. El crimen es que se peleó esa guerra y nadie más ocupó ese territorio porque solo los apaches lo podían ocupar. Ahora hay unos pueblos más bien vacíos en el medio del desierto y luego, si subes a la montaña, hay lo que en México llamamos rancherías o acumulaciones de cuatro o cinco casas. Son zonas donde todavía hay letreros que dicen que no hay que dejar salir a los niños, a partir de las cinco, porque se los pueden comer los lobos.
De todas maneras, la novela está cruzada por tantas fronteras, que se percibe un cuestionamiento a la idea de países y naciones...
Contra lo que milita la novela, si militara, o si una novela pudiera militar, es justamente contra la noción de que existen identidades fijas. Es parte del contenido político de la novela, y parte importante, ya que fue escrita durante la parte final de la campaña de Trump, y luego durante su presidencia. Hoy, si alguien habla de las fronteras, lo que está haciendo es generar capital político, porque las fronteras no existen.
Una de las historias es la de un autor que escribe la novela que estamos leyendo. ¿Por qué usar esta estrategia narrativa?
Siempre creí que los libros vienen de los libros, pero conforme envejezco me doy cuenta de que los libros vienen de la vida. Cada vez me pongo menos estructuralista y pienso que el autor sí existe. Que cuando leemos una novela también leemos un documento de cómo pensó una mente en un momento de la historia. Tal vez nuestro sentido en la vida sea dejar testimonio. Y en el caso de esta novela el de una familia recompuesta, como la mía. Por eso era fundamental, para que funcionara, que aparecieran los nombres de mis hijos y de mi ex señora. Porque justamente quería dejar eso: un registro de cómo ser familia, y de cómo ser una familia feliz, a principios de este siglo.
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