Está preparando un nuevo proyecto, diferente a lo que ha hecho a lo largo de su trayectoria. Esta vez no habrá colores llamativos, ni fondos brillantes. Tampoco puestas en escena con guiños a la cultura popular latinoamericana. En Devenir, Zaida González (41) trabajará el claroscuro y realizará fotografías que "tienen que ver con que según la forma en que te paras frente a otro es como te tratan", dice.
La fotógrafa es la sexta invitada al ciclo de conversaciones Pupila de Águila del Museo Violeta Parra, por el que ya han pasado Jorge Brantmayer, Kena Lorenzini, Luis Navarro, entre otros. La actividad se realizará el miércoles a las 16.00 h. Ahí, González hablará de su obra que destaca por su particular imaginario a través del cual aborda temas como la marginalidad y la disidencia.
Zaida González creció en una familia donde las manualidades y la música eran comunes. A sus hermanos se les enseñaba a coser y hacían sus propios títeres y muñecos. El primer acercamiento que tuvo a la fotografía fue a través de su hermano Marco, el que estudiaba comunicación audiovisual. "Siempre lo veía con una cámara y me llamaba mucho la atención que tomara fotos. Lo encontraba muy bonito", recuerda.
Estudió fotografía en la Escuela de Imagen y Comunicación Alpes, y luego veterinaria en la Universidad de Las Américas, pero finalmente decidió dedicarse a lo primero. En cada una de sus series trabaja la fotografía análoga y posteriormente las pinta con lápices acuarelables.
Cuerpos semidesnudos, poses sugerentes, referencias religiosas, animales y máscaras son parte de las fotografías de Zaida González, quien recibió el premio Rodrigo Rojas de Negri en 2012.
Sin embargo, en ocasiones su trabajo no ha sido bien recibido y ha generado críticas. "He sido varias veces censurada. Es algo como universal, no solo de Chile o Latinoamérica. En una muestra en París, si bien no me sacaron una foto, pusieron una cortina encima, entonces el que quería verla tenía que abrir las cortinas, no podía ser expuesta como para que todos lo vieran. Eran unas fotos como religiosas eróticas", cuenta.
-¿De dónde surge la influencia latinoamericana presente en su fotografía?
-Si recorres Chile y vas al norte, están los cementerios con flores plásticas de colores, y las iglesias. En el sur hay animitas, y los colores también cambian. Siento que en Latinoamérica nos rebuscamos harto para tener nuestros espacios como altares. Lo mismo pasa en Bolivia o Perú. Me llaman mucho la atención los colores y cómo se adornan los espacios con las cosas que tienes o los recursos propios, me gusta eso.
-¿Cómo su propia historia personal es reflejada en su trabajo?
-Generalmente escribo harto sobre las cosas que van pasando, y observo mucho. Todo mi trabajo tiene que ver con el autorretrato, aunque no aparezca yo siempre. Al principio salía yo, me retrataba harto, creo que más que nada porque me podía manejar. Además, cuando estás empezando no cuentas con mucha gente que quiera posar, porque no confían. Ahora, ya casi no salgo en las fotos. Como que perdí un poco el conocimiento con mi cuerpo, cuando era más chica me conocía bien, las expresiones y todo. Ahora no sé cómo me estoy viendo.
-¿Cómo ve el estado actual de la fotografía en Chile?
-La fotografía está siendo más famosa de lo que era hace un tiempo. Antes era más elitista ser fotógrafo, porque igual había que gastar plata en las películas y todo eso. Hoy siento que mucha gente joven está haciendo fotografía y sobre todo están trabajando harto como desde lo emocional. Creo que eso es lo importante. Eso sí, todavía a Chile le falta desligarse un poco de las influencias extranjeras.