John Moore, un fotógrafo en la frontera de EEUU
El reportero ganador del Pulitzer presenta hoy en Santiago su libro Undocumented, que compila diez años de trabajo en la línea divisoria con México. "Siento la obligación personal e histórica de estar allí", declara a Culto.
La noche del 12 de junio pasado no hubo luna en el Valle del Río Grande. La zona al sur de Texas y que separa a México de los EEUU parecía ser el escenario perfecto para que los cientos de familias centroamericanas que aún buscan cruzar la frontera lograran escabullirse en la oscuridad. Bien lo sabía el fotógrafo estadounidense John Moore (51), quien ese mismo día siguió con su cámara a los agentes de la Patrulla Fronteriza. "Llegó un grupo de gente y vi a una mujer hondureña con su pequeña hija de 2 años en los brazos", recuerda. "Llevaban dos meses caminando, cruzaron el río desde México y fueron detenidas esa noche antes de ser enviadas a un centro de procesamiento para una posible separación. Pude ver el miedo en sus ojos".
Uno de los oficiales le pidió a la mujer que bajara a su hija para registrarla, y tan pronto como sus pies tocaron el suelo, la niña comenzó a llorar. Moore dio unos cuantos disparos con su cámara, y dos semanas después la revista Time publicó en su portada del 2 de julio la imagen de la desconsolada pequeña en medio de uno de los operativos impulsados por el presidente Trump, que pretendían separar a más de 6 mil niños de sus padres al ingresar ilegalmente a EEUU. La escena la completaba el propio mandatario sobre un fondo rojo, y a la izquierda la leyenda "Welcome to America".
"Es importante ponerle una cara humana a una historia que a veces se cuenta por números. Si la historia tiene una cara más humana, encontraremos soluciones más humanas", comenta hoy el reportero, quien lleva diez años registrando la inmigración indocumentada y militarización en la frontera de EEUU y México. "A pesar del impacto que tuvo, creo que la portada posiblemente causó confusión, pues mi intención tuvo que ver más con la política de 'tolerancia cero', y yo no la hubiese diseñado de esa manera porque no me gusta que se modifiquen mis fotos. Yo intento hacer mi trabajo con pasión y contar historias con exactitud, y pienso que acá nos distrajo la portada en lugar de pensar en el asunto más importante, que era la política que estaba aplicando entonces el gobierno de Trump", agrega.
Habla perfectamente español y está radicado en Nueva York hace una década. Como muchos otros fotoperiodistas, admira a Cartier Bresson y al brasileño Sebastião Salgado, y de Chile, en tanto, nombra a Tomás Munita y Matías Recart como "los mejores narradores visuales de su generación". Premiado en 2005 con el Pulitzer por su cobertura de la guerra de Irak junto a la Associated Press (AP), Moore se encuentra en Santiago invitado por Getty Images, su actual agencia, para presentar esta misma tarde, a las 18.30 horas y en el espacio WeWork de Las Condes (Apoquindo 5950), su libro Undocumented (2018). En 200 páginas, el volumen reúne diez años de su registro en la cuestionada puerta de entrada a EEUU.
"El fenómeno de la migración y los éxodos que ha generado se han vuelto cada vez más frecuentes y masivos en el mundo, y en muchos casos las causas son parecidas: violencia y pobreza", comenta. "En Europa y EEUU hubo una reacción ante esto, pero hemos visto a la política de derecha aprovecharse de la incertidumbre de mucha gente ante los cambios demográficos que trae la migración. Esto fue clave en la elección de Donald Trump y está lejos de terminar, y yo siento el deber personal e histórico de estar allí", agrega.
Zona de conflicto
Ha pisado más de 70 países en los últimos 25 años. Vivió en Nicaragua y México, en 2014 cubrió el brote de ébola en Liberia y también el conflicto en Medio Oriente. El 27 de diciembre del 2007, John Moore presenció el asesinato de la ex primera ministra pakistaní Benazir Bhutto, quien recibió disparos en el cuello y el pecho por parte de un suicida que luego detonó una bomba que causó la muerte de 38 civiles. Su hazaña le valió dos reconocimientos de la World Press Photo, además de la prestigiosa Medalla de Oro Robert Capa en 2008.
"Algunos retos de mi profesión son sumamente físicos, y he tenido que lidiar con los efectos psicológicos de la cobertura de los conflictos", cuenta. "Para mí es muy importante además no retraumatizar a los personajes de mis fotografías. Intento hablar con ellos y establecer un poco de conexión personal. La fotografía siempre es una colaboración, y mi papel es seguir adelante incluso cuando es difícil".
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