Paul y Ringo: el lazo de los sobrevivientes
Luego de quedarse sin sus camaradas, ambos músicos han estrecho sus vínculos, conscientes de que son los únicos protagonistas y propietarios del legado más relevante de la música popular.
1968 es para los beatlemaniacos el año de la fisura. Empiezan los quiebres detonados por la adultez, la independencia, la muerte del mánager Brian Epstein, las distintas direcciones estilísticas que impuso el Álbum blanco, las turbulencias financieras que significó el sello Apple. Pero haciendo un foco mayor, hay otra grieta que también se empezó a abrir: la de Paul McCartney, gran jefe de esos días al frente del cuarteto, con Ringo Starr, el baterista que la historia ha indicado como el integrante con menos peso en las decisiones profesionales de la agrupación.
Hastiado de los tormentos personales de cada uno de sus compañeros, y sintiéndose cada vez más despreciado, Starr pensó por primera vez la opción de bajar la cortina y decir adiós. No tenía ganas, casi no se sentía importante. Sus camaradas intentaron de todo, desde flores para recibirlo hasta convencimientos de última hora.
Pero Paul no quería perder el tiempo. Prolífico durante esos días posteriores a Sgt. Pepper, con apetito de vanguardia y una capacidad de compositor que se estaba abriendo a otras rutas, el bajista se encerró en el estudio para registrar las baterías de varios de algunos temas esenciales del White Album, partiendo por las dos que abrían el álbum doble: "Back in the U.S.S.R." y "Dear Prudence". En ambas, el querido Ringo no aparece en los créditos.
Quizás como vuelta de mano, "Don't pass me by", de ese mismo título y que figura como una de las composiciones más destacadas del percusionista, sólo fue grabada por McCartney y Starr. John y George, esta vez, no se asoman en el registro final.
Ese año 68, quizás esa escena íntima en Abbey Road, es finalmente como 2018: ambos son los únicos sobrevivientes y propietarios del legado Beatle. No hay otros que puedan contar la historia cómo se vivió.
Quizás por eso, según ellos mismos han apuntado, han decidido seguir girando para mostrar lo que nadie más podría mostrar. Richard Starkey con su All Starr Band, ese proyecto donde desde 1989 se van alternando distintas figuras del rock clásico (con dos escalas en Chile en 2011 y 2015); y bueno, su ex camarada con giras kilométricas donde parte abundante del repertorio está centrado en su cima creativa de los 60.
Pero no todo fue cortocircuito. El disco Ringo, de 1973, marca un hito: ha sido el único álbum donde los cuatro músicos, con la banda ya disuelta, aparecen en los créditos. Eso sí, todos grabaron por separado. Por ejemplo, Paul aparece como compositor de "Six O'Clock".
Los 70 tuvieron también otras reuniones. Por ejemplo, en 1974 se ven las caras en la casa del cantautor Harry Nilsson en Los Angeles, en noches de grabación y borracheras donde también aparecen otras luminarias del pop inglés, como el propio Lennon.
Pero los 90 y los 2000 han sido los más fructíferos en los abrazos, quizás asumiendo que ya no hay más y que la otra mitad de The Beatles ha partido. En 2014, se reunieron en los premios Grammy de EE.UU. para festejar las cinco décadas del arribo de los Fab Four a Norteamérica, ese Big Bang que cambió para siempre la cultura popular.
Paul también ha felicitado a su colega cuando en marzo pasado fue condecorado como Sir. A ambos también se les ha visto cenando junto a sus esposas, en reuniones esporádicas que son el sueño absoluto de cualquier beatlemaníaco en el planeta.
Pero ellos están para frenar los anhelos. En todas sus entrevistas de los últimos años, han recalcado que no quieren salir de gira juntos. Que prefieren que todo siga así. Que la magia fue solo una vez y no están dispuestos a marchitarla ya en su adultez.
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