Tras el éxito comercial de su disco McCartney II (1980), Paul McCartney regresó al estudio con Wings para intentar dar forma a un nuevo disco. Aunque las relaciones ya venían algo desgastadas después de la frustrada gira a Japón a principios de año, la banda pudo ensayar y grabar varias canciones, aunque varias sufrieron cambios en el proceso.

En paralelo, buscando nuevos estímulos y algo de apoyo, Paul retomó contacto con alguien que lo acompañó por casi toda una década y lo impulsó a crecer como músico: George Martin, el antiguo productor de The Beatles.

El proceso continuó por varias semanas, hasta que un hecho inesperado frenó drásticamente las grabaciones: en la noche del 8 de diciembre, John Lennon fue asesinado a pasos de su residencia en Nueva York.

La mañana siguiente, McCartney llegó al estudio, aún en shock por la muerte de su viejo aliado aunque intentando no mostrarse afectado. Según el relato de cercanos en varias biografías, intentó sin buenos resultados mantener el ritmo de la grabación, hasta que Martin decidió poner en pausa el proyecto.

En febrero de 1981, las sesiones se retomaron en el lujoso estudio de Martin, los Air Studios de Montserrat. En ese lugar, McCartney buscó refuerzo en otros músicos como el virtuoso bajista Stanley Clarke, su compañero de ruta Ringo Starr y algunos artistas por los que sentía admiración: Stevie Wonder y Carl Perkins. Laine no fue llamado en esta oportunidad y, con eso, el fin de Wings quedó sellado.

El resultado llegó un año y medio más tarde a las tiendas, bajo el título de Tug of War. Los aplausos fueron unánimes y Paul recibió las mejores críticas en años.

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Se trata de un trabajo ambicioso, que cruza el sonido pop típico de los 80 en cortes como "Take it Away" y el éxito "Ebony & Ivory" (a dúo con Wonder), junto a creaciones más ambiciosas, sumando bronces ("Ballroom Dancing", "Wanderlust") y violines ("Here today", escrita a la memoria de Lennon).

Como se pudo comprobar después, Tug of War significó el momento de mayor inspiración para McCartney en los 80, una década difícil para los músicos de amplia trayectoria, quienes al tratar de manterse vigentes, apostaron por jugar con las nuevas tecnologías, con resultados olvidables como fue el caso de varios discos de Bob Dylan y los Rolling Stones de esos años. Un error en el que el propio Paul caería en 1986 en Press to Play.

Poco más de 30 años después, este disco pudo ser redescubierto por toda una nueva generación cuando se reeditó en octubre del 2015, con una remasterización que hizo justicia a uno de los álbumes más interesantes de la carrera de Paul como solista.