Tres días antes de que comenzara el Festival de Cannes de este año, murió el realizador italiano Ermanno Olmi (1931-2018), ganador de la Palma de Oro de ese encuentro en 1978 con El árbol de los zuecos (1978), una fábula con actores no profesionales sobre campesinos aplastados por un sistema de vasallaje semifeudal en la Italia del siglo XIX. En esa misma edición del encuentro francés, como si se tratara de un homenaje no buscado, Italia sorprendió con dos películas que son síntoma de un gran momento en el cine peninsular: Lazzaro felice, de Alice Rohrwacher (1982), y Dogman, de Matteo Garrone (1968).
La primera obtuvo el premio al Mejor guión y acaba de estrenarse por Netflix el viernes pasado, mientras que el largometraje del realizador de Gomorra (2008) se llevó el galardón al Mejor actor y fue elegida como representante de Italia al Oscar extranjero.
Es curioso además que su directora sea admiradora de Ermanno Olmi. Nunca lo ocultó en Cannes. "Tuvo mucha influencia en lo que yo he hecho y su figura es demasiado grande para todos nosotros", dijo a Culto en ese momento. Con 36 años, Alice Rohrwacher acumula tres largometrajes, cada uno de ellos ubicado en los primeros escalones de la apreciación crítica mundial.
Los mundos rurales, el acento autobiográfico y una delicada fantasía identifican su cine, que de a poco se ha transformado en marca registrada. Tal como Olmi y como el viejo neorrealismo italiano, la realizadora trabaja con actores no profesionales. Como Federico Fellini, en sus películas hay golpes de magia que a veces sorprenden desde la nada. Ella, por lo demás, es autoconsciente: en Le meraviglie (2014), una de las protagonistas se llama Gelsomina, como el personaje central de La strada (1954) de Fellini; en Lazzaro felice, el hijo de la marquesa es Tancredi, al igual que el sobrino del príncipe de El gatopardo (1963), de Luchino Visconti.
Ganadora además del Gran Premio del Jurado de Cannes con la mencionada Le meraviglie, Rohrwacher es una de las voces más brillantes del cine reciente de su país. Si hace una década, muchos daban por muerta una cinematografía que sobresalió entre los 40 y los 70, hoy es evidente el renacimiento que experimenta el cine italiano a través de la obra de Rohrwacher, Garrone, Paolo Sorrentino (1970) o Luca Guadagnino (1971). En 2008 hubo un punto de inflexión: Gomorra, de Garrone, e Il Divo, de Paolo Sorrentino, obtuvieron el Gran Premio del Jurado y el Premio del Jurado respectivamente, en el Festival de Cannes.
Los descendientes
Protagonizada por Adriano Tardiolo como Lazzaro, la película de Alice Rohrwacher retrata en su primera parte la vida simple, esforzada e injusta de una comunidad de campesinos sometidos al imperio de la marquesa Alfonsina de Luna (Nicoletta Braschi). Viven en el pueblo de Inviolata y parece que el tiempo se hubiera detenido en el 1800: la dueña de las tierras les paga sueldos muy bajos, apenas les provee de energía eléctrica y casi no conocen el teléfono.
En la aldea, Lazzaro es una especie de imperturbable peón dispuesto a servir a todo el mundo y a no hacerse problemas por nada. Su ingenuidad, mutismo e infalible buen humor lo hacen parecer un santo, un loco o, tal vez, un campesino con un ligero retraso mental. Sin previo aviso la historia cambia de lugar: Lazzaro aparece en los suburbios pobres de la ciudad, rodeado de un grupo de vagabundos.
Aunque el filme no es directamente ideológico, hay una evidente identificación con los trabajadores agrícolas, en la tradición de lo que hacían Olmi, Visconti (La tierra tiembla) y Giuseppe de Santis (Arroz amargo). "Estamos viviendo un período de xenofobia e intolerancia en Italia y, por supuesto en toda Europa, que nos impulsa a hacer un tipo de cine más político y directo", comentaba Alice Rohrwacher a Culto en la última edición de Cannes.
Pero matizaba de este modo: "Sin embargo, también se puede reflexionar sobre lo que pasa con los migrantes de una manera más indirecta. En nuestro caso lo hacemos con una migración interna: son un grupo campesinos que van del campo a la ciudad. Ellos también sienten la incomprensión en la urbe". También detalla el cambio que hubo desde la idea original: "Mi intención original es que la película fuera mucho más política, pero la llegada del personaje de Lazzaro de cierta forma ilumina la historia. Con Lazzaro, creo que entramos a un nivel más espiritual, más de cuento de hadas".
Aunque en esta oportunidad Lazzaro felice llegó a Chile a través de Netflix, hay al menos dos filmes de realizadores italianos actuales que se estrenarán próximamente en salas. Durante el primer trimestre del 2019 se podrá ver la mencionada Dogman, de Matteo Garrone, una nueva incursión en el mundo de la mafia a partir del personaje de un peluquero de perros. En la misma época llegará Suspiria, el remake que Luca Guadagnino hizo del clásico de horror de Darío Argento: la historia de una bailarina en una academia de ballet donde las estudiantes comienzan a desaparecer.
Y he aquí un detalle. Si Alice Rohrwacher es una heredera del cine de Ermanno Olmi, el cosmopolita Guadagnino es un reconocido deudor de la obra del recientemente fallecido Bernardo Bertolucci (1941-2018). Le dedicó un documental en el 2013 y el propio Bertolucci se refería a principios de año a las afinidades con el autor de Call me by your name (2017), ganadora del Oscar a Mejor guión adaptado 2018. Las razones que daba Bertolucci eran llamativas: ambos preferían trabajar con actores no italianos, eran considerados "snobs" en su país y debían cargar con la envidia de sus compatriotas cineastas.