Ataviada con un poncho rojo, una joven sonríe de manera tímida al lente de la cámara. De fondo, se ve el Capitolio, sede legislativa del congreso de Estados Unidos, en Washington DC, a unos 200 kilómetros de la ciudad donde la veinteañera cursó su doctorado en astrofísica en la Universidad de Princeton (1971-1975).
La imagen corresponde a la portada del libro Conversaciones con María Teresa Ruiz: pionera de la astronomía chilena (Debate), presentado la noche del pasado martes, en el Centro Cívico de Vitacura, frente a un auditorio repleto de público.
En la publicación, María Teresa Ruiz (72) se revela como una mujer resiliente, capaz de sacar fuerzas y ánimo para salir airosa de los desafíos que la vida ha puesto en su camino, como una afección a su salud, que ella misma narra en el capítulo 10.
"Hace cuatro años perdí la visión de un ojo, a causa de una degeneración macular. Una cosa rara, porque no tengo ningún antecedente familiar, aunque no puedo saberlo a ciencia cierta, porque toda mi familia ha muerto joven, y quizás iban a pasar por lo mismo y nunca supimos", señala sobre ese tema.
A lo anterior, agrega, en el mismo capítulo: "Ya no manejo. Mi hermana me lleva para allá y para acá, lo mismo Fernando (Lund, su marido). O pido un taxi, Uber, lo que haya. Porque, a pesar de que tengo carnet de conductor, prefiero no conducir. El riesgo de atropellar a alguien me produce pánico".
También se refiere a las consecuencias de esta afección: "Una se deprime, se enoja o lo que sea, pero después pienso: ¡qué más vas a hacer! Es lo que me tocó. Hay cosas peores. Al principio, por ejemplo, no me atrevía a viajar sola, pero este año, en marzo, tenía un directorio en Pasadena (EE.UU.). Y fui sola".
Esa travesía refleja el carácter de María Teresa, a quien le atraen las cosas difíciles. Tanto, que se fue a hacer su doctorado a Norteamérica, en los años '70, sin saber hablar inglés. "Por suerte yo soy buena para hablar y cuando eso pasa no queda otra que aprender el idioma donde uno está", confidencia.
Reconoce que en esos tiempos, donde no había Internet, su gran ayuda fue escuchar televisión en inglés. "Al poco tiempo, aprendí a hablarlo y a entenderlo", recuerda la astrónoma, como una valiosa anécdota de su paso por la U. de Princeton, en la capital de EE.UU.
Y eso es lo que esta científica desea transmitir a las nuevas generaciones, a través de las páginas de este libro que, más que una biografía, se compone de diálogos donde ella comparte situaciones cotidianas, como su historia familiar, la llegada de sus nietos y ciertas dificultades, como la de su visión.
Y, por cierto, en esas mismas páginas rememora su trayectoria académica, motivada por la búsqueda de nuevo conocimiento astronómico, desde que ingresó al pregrado de ingeniería en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Así lo señala también en el capítulo 10.
"Miro hacia atrás y no puedo menos que sentirme orgullosa al observar el camino recorrido. Pensar que, a pesar de los obstáculos, y gracias a la ayuda de muchas personas, la astronomía es y será parte de nuestra identidad nacional", con lo que destaca la importancia de la ciencia astronómica.
A lo anterior agrega: "Me siento afortunada por haber participado en esta historia que tiene un final feliz, y que se complementa, además, con la felicidad que me produce haber dedicado una vida a interrogar el universo desde mi hogar en la Tierra, como astrónoma chilena".
Esa sensación de alegría se notó entre los casi 300 asistentes al lanzamiento de su libro, quienes hicieron sentir su interés por saber más de planetas, galaxias, estrellas y constelaciones, sobre todo el público infantil y juvenil, algo que María Teresa Ruiz agradece de manera auténtica y sincera.
A ellos les hizo la invitación a enamorarse de esta rama de la ciencia, tal como le sucedió a ella, cuando en una visita como estudiante de la U. de Chile al Observatorio Cerro Tololo (Valle del Elqui, Región de Coquimbo) le tocó observar la Vía Láctea a través del telescopio.
"Fue como un flechazo y sentí que se me dio vuelta el cerebro. En ese instante decidí que iba a poner todos mis talentos para lograr ser astrónoma", admite orgullosa, al tiempo que ríe al ser consultada si en ese momento mágico logró ver la constelación de Cúpido, dios del amor, a través del lente.
Para conocer algo más de su pensamiento, Culto formuló algunas otras preguntas a esta científica, que obtuvo, entre otros importantes galardones, el Premio Nacional de Ciencias Exactas (1997), por sus estudios de las denominadas estrellas enanas, y que además es la primera Presidenta de la Academia Chilena de Ciencias (2015-2018).
-¿Está contenta con el resultado del libro?
-Tengo sentimientos encontrados, porque ahí se cuentan cosas que son parte de mi vida íntima, pero que no son secretas. Y me pregunté 'qué tengo yo que contar estas cosas, si no tengo ni Facebook'. Pero, por otro lado, se ilustra una vida con cosas buenas y malas que a uno le pasan, con los problemas que puede haber en una familia, como estudiante y en el trabajo y mostrarle a los jóvenes una vida no tan distinta a la de ellos.
-¿Qué pasaje de su vida, reflejada en este libro de conversaciones, recuerda de modo especial?
-Una de las cosas de las que me siento contenta y orgullosa ahora es toda la batalla que dimos para poder conseguir que los observatorios astronómicos le dieran acceso a astrónomos nacionales. Antes, ellos daban permiso por buena gente y no como un derecho. Y mientras eso fuera así, era muy difícil que la astronomía pudiera progresar en Chile.
-¿Y cuál es el escenario en la actualidad?
-La diferencia es notable, porque pasamos de ser un puñado de astrónomos a tener más de 10 departamentos de astronomía en las universidades de todo Chile, más de 200 personas ejerciendo, 100 de ellos contratados por las universidades y otros 100 que son postdoctorados.
"A mí me da risa, porque en mis años de estudiante en Cerro Calán (Las Condes), donde está el Departamento de Astronomía de la U. de Chile, éramos tres mujeres y cuando íbamos al baño estaban desocupados. Hoy día hay que hacer fila, porque hay muchas mujeres, entre estudiantes, académicas y postdoctoradas".
-¿Qué le parece que niños y jóvenes quieran estudiar astronomía?
-Es fantástico poder decirles que sería una estupenda elección para ellos, porque los mejores laboratorios para estudiar el universo los tenemos acá en Chile. Cuando veo a jóvenes que están pensando en seguir una carrera como ésta me encanta. Yo tuve ventajas, en ser astrónoma chilena, pero ellos tendrán más instrumentación. Me encanta también que niños tengan ese proyecto de vida, para ser ciudadanos felices, haciendo lo que quieren hacer.
"Lo que tienen que aportar es su curiosidad, su inteligencia y su creatividad, pero las facilidades van a estar. Y eso me emociona, porque Chile va a ser reconocido, históricamente, y pensemos en muchas décadas más, como un país donde no solo hay telescopios, sino que donde están los mejores astrónomos del mundo. A mí me gustaría que fueran estos niños, a quienes veo que les brillan los ojitos cuando se imaginan siendo astrónomos y que tienen súper claro lo que quieren".
Astronomía y Ministerio de Ciencia y Tecnología
-¿Usted ve a Chile como uno de los puntales de la astronomía mundial?
-Ese fue el sueño que los que partimos tuvimos siempre. Yo siempre soñé que por fin se reconociera a Chile como capital mundial de la astronomía. Costaba mucho, porque al principio era considerada como un hobby, no como una profesión. Incluso, dentro de la propia universidad teníamos dificultades de justificar lo que hacíamos.
"Entonces, es un orgullo haber pasado de eso a hoy día, en que la astronomía es parte de la imagen país y que se considera como uno de los polos de desarrollo en Chile. Eso permite desarrollar nuevas tecnologías de avanzada y construir nuevos detectores de instrumentación astronómica y manejo de big data, que es lo que producen hoy día los telescopios".
-¿Cuáles son sus expectativas en relación al anunciado ministerio de Ciencia y Tecnología?
-Todos los gobiernos, de distinto color político, han intentado o han prometido aumentar el presupuesto para Ciencia y Tecnología a un valor razonable. En Chile tenemos un valor que es una vergüenza y el porcentaje del PIB que se le dedica a Ciencia y Tecnología es ridículo. Tal vez es por falta de liderazgo, porque si hubiéramos tenido un presidente que se la hubiera jugado, eso habría ocurrido antes.
"Entonces, tener un ministerio permite, por lo menos, que un ministro esté sentado en la mesa donde se discuten las prioridades de país y poder poner ahí las prioridades de la ciencia. Pero no de la ciencia por la ciencia, sino que porque si no hacemos algo al respecto, nos vamos a quedar atrás en Ciencia y Tecnología. La ciencia no es una cuestión a corto plazo".
"Invertir en ciencia toma su tiempo. Y en Chile hay científicos que han salido a doctorarse afuera, para obtener grados y ahora vuelven y están trabajando como Uber. No queremos eso. Hay mucho espacio para crecer. Y eso es lo que quisiéramos: pasar del 0.38% del PIB a un mínimo de 1% y conseguir además financiamiento de empresas".
Congreso Futuro 2019
María Teresa Ruiz forma parte de la Fundación Encuentros del Futuro, encargada de organizar el Congreso Futuro 2019, que se realizará entre el 14 y 20 de enero, y cuyas inscripciones para las charlas presenciales comienzan el 13 de diciembre en el sitio congresofuturo.cl. Para la cita se anuncian 110 expertos, nacionales e internacionales, entre ellos seis premios Nobel.
"En el próximo congreso el tema central será '¿Qué especie queremos ser?' que tiene muchas aristas, incluyendo a la astronomía, porque se nos muestra como seres humanos con conciencia y como lo más sofisticado que conocemos en el universo", señala.
Sobre lo anterior, la astrónoma reflexiona, a partir de Hijos de las estrellas (2017), publicación de su autoría: "Todos tenemos el mismo origen y cualquiera que se sienta superior a otros está muy equivocado, porque estamos hechos del mismo material de las estrellas y probablemente nuestro destino sea común".
Y, precisamente pensando en que el ser humano deriva de los elementos que constituyen el universo y en que la materia no se crea ni se destruye, sino que solo se transforma, María Teresa Ruiz confidencia qué cuerpo celeste la identifica y en el cual le gustaría trascender.
"Me gustaría ser una enana roja, que es una estrella pequeña, porque se demoran más en gastar su combustible, a diferencia de las estrellas grandes. Entonces, las enanas van a vivir para siempre y van a ser testigos de todo lo que pasa. Y como yo soy copuchenta, me gustaría ver qué es lo que va a pasar en el universo".
* Fotos: Archivo personal María Teresa Ruiz.