Han sido meses de reflexión, de cobijarse en su núcleo familiar y sobre todo de vivir con el pie fuera del acelerador. Así lo afirma Alejandra Serrano (58), quien en mayo pasado y tras un llamado de la entonces ministra de Cultura Alejandra Pérez, fue removida de su cargo en el Centro Cultural La Moneda, que dirigió durante 11 años, para ser reemplazada por la curadora Beatriz Bustos.
Sentada en un sillón de su departamento frente al Parque Bustamante, relata que la decisión la tomó por sorpresa. "Tuvimos un año extremadamente bueno, tuvimos exposiciones de Picasso, Warhol, de los museos vaticanos; nos ganamos el premio de la Fundación del Patrimonio Cultural, nos visitaron más de un millón de personas, y pensé que por todo eso no iban a querer cambiarme, pero me equivoqué medio a medio". Serrano envió un escueto correo de despedida a su lista de contactos y no dijo más. No aceptó entrevistas, hasta ahora.
Hace unos días se hicieron público los despidos de 16 empleados del área educativa del centro, además de los encargados de educación y audiencias y comunicaciones y marketing, y la renuncia de las dos curadoras y la conservadora del espacio. Un remezón que la golpeó y la alentó a sacar la voz.
¿Cómo considera que fue su salida del centro cultural?
Lo que yo más hubiera deseado de todo corazón es que el centro hubiese implementado estos cambios de una manera armoniosa en virtud de una nueva dirección, pero no fue así. Me sorprendió porque fue la exministra Pérez quien me llamó tomando una decisión de gobierno arbitraria, sin nunca sentarse a discutir con los miembros del directorio de la fundación que dirige este espacio. Ella pasó por encima de una institución colegiada y luego fue avisándoles de a uno a uno por teléfono. Acepté esa situación y facilité el proceso de mi salida pensando en el bien de la institución. Sin embargo, lo que rebasó la taza fue que la exministra Pérez volvió a intervenir el directorio nombrando a una nueva persona a cargo, otra vez sin consultarlo con nadie. Es ella quien nombra por los medios a Beatriz Bustos y al mismo tiempo anuncia a Gonzalo Cienfuegos como nuevo presidente del directorio. Es decir, ni siquiera había presidente de la fundación cuando se elige a la nueva directora. Ese fue el error; el directorio permitió esta irregularidad que pone en duda este espacio de verdad e independencia, porque aunque estemos debajo del Palacio, al lado de los gobernantes, éste tiene que ser un lugar que vaya más allá de la contingencia política. Así lo entendí yo siempre.
¿Cómo se genera este escenario?
En estos años el diseño de la fundación que preside el centro se desdibujó. En principio el ministro (a) de Cultura presidía el directorio, pero luego el Contralor General objetó esto y se debió reemplazar por otra figura. También la Fundación Patrimonio Cultural y Banco Estado renunciaron al directorio y en lugar de reemplazarlos con otras instituciones se le dejó la decisión a la figura del ministro (a) de Cultura, quien hoy puede elegir a seis de los nueve miembros del directorio, pero no participar directamente en la discusión. Es un diseño desbalanceado que se debería revisar y corregir a nivel del ministerio.
¿Por qué decidió no hablar antes?
No quería entorpecer la labor de la directora nueva, pensé que ella tenía una oportunidad de hacerlo. Considero que ella no tiene la culpa de cómo se hace el nombramiento, a ella se le ofrece un cargo y ella acepta en todo su derecho. Ella no es la que comete el error. Sin embargo, me preocupa y no se entiende lo que está pasando hoy en el centro cultural. Una institución que tiene una línea editorial clara; que se ha convertido en un referente cultural en el país y en el extranjero; que tiene una aceptación increíble del público, hoy parece en crisis. Me parece inconcebible y lamento mucho que suceda esto en Chile, que por un cambio de dirección se permita que algo muy bien evaluado se desintegre sin justificación. El centro cultural, aunque cueste creerlo, tiene un equipo muy pequeño: en el área de exposiciones había cinco personas y hay tres que ya renunciaron, además se despidió al coordinador de educación y mediación y a la coordinadora de comunicaciones. Las tres áreas principales del centro han sido desmanteladas. A mí me duele en lo personal porque me costó armar este equipo y porque los quiero, pero me duele mucho más por la institución.
Persas y el Museo de Orsay
Si bien el centro cultural incluye a la Cineteca Nacional y tiene una galería dedicada a la fotografía local, el gran fuerte siempre han sido las exposiciones nacionales e internacionales que año a año lo han convertido en uno de los espacios más visitados del país. "Un centro para todos", rezaba el letrero que daba la bienvenida al público y que hoy ha desaparecido de la entrada. "Nuestro motor siempre fue la gente, el tema era ser un centro inclusivo para todos los chilenos y eso por supuesto genera un montón de problemas porque muchas veces la gente no sabe cómo comportarse, come dentro de las salas, corre por los pasillos, pero nosotros siempre estuvimos dispuestos a lidiar con eso y a educar", dice Alejandra Serrano.
La ciudad prohibida, China imperial, Antiguo Egipto, Los guerreros de Terracota, Roberto Matta 11.11.11 y Picasso. Mano erudita, ojo salvaje, fueron algunos de los hitos del espacio que se destacó por la calidad de sus muestras y sus conexiones con las más reputadas instituciones internacionales.
¿Antes de su salida tenía proyectos en carpeta para 2019?
Teníamos una agenda decidida y conversaciones abiertas con varias instituciones. Para 2019 teníamos una muestra sobre el Imperio Persa y una sobre Astronomía que sería nuestra muestra chilena. Para más adelante también estaba una exposición sobre chamanes de Rusia con fotografías y objetos etnográficos que pretendía hacer una comparación con el pueblo mapuche, ya que conceptualmente tienen algunas similitudes. También teníamos una carta firmada por el Museo de Orsay de París, que alberga a los mayores exponentes del impresionismo, donde nos aprobaban el envío de una muestra para 2021. Con ese grado de anticipación trabajábamos, gracias a que podíamos comprometernos financieramente. Logramos reunir un fondo de $ 800 millones que usamos como respaldo para cerrar contratos y que es único en este tipo de instituciones en Chile. No sé en qué estado estarán esas conversaciones hoy, pero es esencial seguir monitoreándolas porque si tú dejas de hablar con ellos, en dos años esa exposición desaparece; ese es el problema cuando falta continuidad.
¿Cuáles son sus proyectos ahora que dejó el centro cultural?
Tengo dos propuestas que aún no cierro, pero la verdad es que me he dado licencia de este año sabático para decidir y no apurarme. Empecé a trabajar a los 21 años y desde 1994 tengo instituciones a mi cargo; he estado siempre muy poseída por el trabajo. Este año la vida me puso en esta situación y la verdad es que ha resultado maravilloso para mí. Soy ceramista, joyera y me interesa el tema textil, y he tenido tiempo para todo eso. También pasé una temporada en Francia, donde vive mi hijo que acaba de hacerme abuela por primera vez, y viene otro en camino. Ha sido una alegría enorme en este momento de mi vida.
Y en lo laboral, ¿descarta liderar otra institución como el CCLM?
Me preguntaron por qué no postulaba a la dirección del Museo de Bellas Artes y contesté que ¡ni muerta! Ser la cabeza de algo así de complejo no lo sería jamás. Podría dirigir un espacio más pequeño que no requiriera trabajar como loca otra vez. Soy productiva y muy concentrada, y también siento la misión de compartir mi experiencia; he trabajado muchas veces como consultora y asesora, y esa fórmula me acomoda mucho. Por ahora, nada me apura a decidir.