Página tras página y día tras día, las palabras de Willy son las mismas: "¡Escribe!". En la habitación, cerrada con llave por fuera, la veinteañera Sidonie-Gabrielle Colette sigue las indicaciones de su esposo, guía espiritual, jefe y explotador intelectual. En menos de un lustro, entre el 1900 y el 1903, ella publica las cuatro novelas de la serie Claudine y se hace famosa. O, mejor dicho, se hace famoso Willy, bajo cuyo nombre aparecen los súper ventas sobre los avatares de la adolescente de provincia que le da título a las obras. Nada más lejos de la propia vida del marido de Colette, un parisino de pura cepa.
Lo que Willy, seudónimo de Henry Gauthier-Villars, no sabe es que el tácito contrato artístico e intelectual que Sidonie-Gabrielle mantiene con él tiene una muy próxima fecha de vencimiento. Más temprano que tarde ella pasará a firmar con su apellido, Colette. Antes, en cualquier caso, debe romper con las obligaciones emocionales, los remordimientos y las convenciones que la atan a Willy.
Para el realizador británico Wash Westmoreland (1966), el nacimiento en sociedad de la escritora Colette tiene algo de superhéroes. Es, según él, una chica que aparenta la normalidad de cualquier vecino y que cuando nadie lo espera emerge con condiciones artísticas que nadie sospechaba.
"La mayoría de aquellas historias cuentan con protagonistas que en sus orígenes no tienen ningún tipo de superpoder", comenta Westmoreland al teléfono a Culto. "Se adquieren con el paso del tiempo. Con Colette pasa algo similar: primero es una muchacha de un pueblo cercano a París que llega sin nada a la ciudad. Se casa con Willy, pero poco a poco va encontrando su propia voz.
Aprende a narrar y a expresarse, a ser ella misma", agrega el director, que antes de este filme realizó junto a su fallecido esposo Richard Glatzer (1952-2015) la cinta Siempre Alice, por la que Julianne Moore ganó el Oscar a Mejor actriz.
Inspirada en la juventud de la escritora francesa Sidonie-Gabrielle Colette (1873-1954), la película de Westmoreland se estrenó este año en el Festival de Sundance, generando muy buenas críticas y en particular muchos elogios por la caracterización de Keira Knightley en el papel de Colette.
El largometraje, que acaba de estrenarse el jueves en salas locales, fue nominado a Mejor guion en los Film Independent Spirit Awards y el nombre de Keira Knightkey ha sido mencionado entre las eventuales candidatas a Mejor actriz en los Oscar.
La trama transcurre en los primeros años del siglo XX, en plena Belle Époque, período en el que Colette publicó gran parte de sus obras más conocidas (incluyendo la serie de novelas Chéri) y cuando pasó de su primer matrimonio con Willy a sus relaciones lésbicas con la artista Mathilde de Morny y la socialité Georgie Raoul-Duval.
Con Madame de Morny, que solía vestir de hombre, protagonizó un bullado caso que escandalizó a la sociedad parisina: ambas protagonizaron una obra teatral escrita por la propia Colette en el Moulin Rouge y se besaron. La escena provocó protestas en el público y el prefecto de policía de París clausuró todas las funciones.
"Keira Knightley era la actriz perfecta para interpretar a Colette. Ella tenía la suficiente inteligencia, sensibilidad y sentido del humor para encarnarla. Eran características que la misma Colette poseía", dice Westmoreland, que junto a Glatzer ganó el Gran Premio del Jurado en Sundance 2006 por Quinceañera.
Sobre la personalidad del primer esposo (Colette se casó dos veces más), Westmoreland enfatiza que no se trata de un villano en blanco y negro. "No es un malo absoluto. Por el contrario, es un tipo seductor, capaz de inspirar simpatía y con sentido del humor. Al mismo tiempo se aprovecha emocional e intelectualmente de Colette. Ella es seducida por él y se casa por amor, efectivamente lo quiere. La lucha de Colette tiene que ver con destruir su sentido de lealtad a Willy para hacerse oír y encontrar su voz", afirma el director, quien elogia el trabajo del actor inglés Dominic West (The Wire), como Willy.
Aunque los hechos que narra el filme transcurrieron hace un siglo, Westmoreland cree que la historia no deja de estar fuera de órbita en nuestra época. "A todas mis amigas les ha pasado algo parecido alguna vez. Todavía sigue siendo muy común que una mujer tenga una idea en una reunión y luego otro ejecutivo se la adjudique como propia. En un momento de la película Willy le dice a su esposa que sus libros no pueden aparecer con su nombre, pues las obras escritas por mujeres 'no venden'. Por lo demás, las cosas no han cambiado tanto en los últimos 100 o 200 años. Piense en J.K. Rowling, que fue obligada a firmar con sus iniciales para ocultar su identidad femenina. Es la misma porquería de siempre", sostiene.
Proyecto con 17 años de gestación desde la idea original, el británico siente que Colette es también una suerte de tributo al desaparecido Richard Glatzer: "En el rodaje de Siempre Alice, Richard estaba ya muy enfermo por la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), casi paralizado. Apenas utilizaba los dedos de los pies para escribir y aún así empezamos a trabajar en el guión de Colette.
Cuando murió me propuse terminar el guión y llevar la historia a la pantalla de cualquier forma. Era su último deseo. Retomé el trabajo, pero me contacté con Rebecca Lenkiewicz, una brillante guionista (Ida, Desobediencia). Ella fue capaz de abordar a Colette desde una perspectiva más femenina y de entrar a la psicología del personaje".