La del Camotazo es una historia perdida en la gran Historia, la que se escribe con mayúsculas. Ocurrió en septiembre de 1988, cuando las Juventudes Comunistas se propusieron hacer un "instructivo musical", que en términos discográficos, era algo así como un " disco conceptual", con un tema subversivo: prácticas de lucha callejera contra el régimen militar. La canción que abre el casete es clara. La barricada del grupo Transporte Urbano: "En primer lugar/ hay que observar muy bien la esquina/ donde el cahuín se va a realizar/ y determinar la necesidad/ de materiales sin que ninguno vaya a faltar/ El neumático, y el miguelín, el combustible, fósforos secos, el aserrín".
El camotazo tuvo diez canciones, cuyos intérpretes no figuraban en la edición, porque se trataba - por razones obvias - de una obra clandestina. Hace 30 años, circuló de mano en mano y fue copiado por los militantes de esos años. Rotulado Camotazo Volumen 1, porque iba a tener nuevas ediciones, la historia con mayúsculas dejó su vida hasta allí. El plebiscito del SI y el NO y la muerte de dos comandantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Raúl Pellegrin y Cecilia Magni, fueron dejando claro, para los que grabaron El Camotazo, que las cosas habían cambiado.
Igual, no era el primer casete de su tipo. Sólo dos ejemplos: en 1985, el Movimiento Democrático Popular, el MDP, la alianza de comunistas, socialistas "Almeyda" (el ala izquierdista del partido), y miristas, habían editado uno con canciones que llamaban al paro nacional. Al año siguiente, Gabriela Pizarro - la fundamental folclorista- por encargo de socialistas y comunistas de Cerro Navia, grabó Vamos Chile, con cumbias y gritos callejeros.
En esa tradición se inscribió en 1988 El Camotazo, con una inspiración precisa: el disco de 1979 La Guitarra Armada, del nicaragüense Carlos Mejía Godoy, editado por el entonces popular Frente Sandinista de Liberación Nacional, con canciones que enseñaban a los guerrilleros a usar las armas. El nombre del Camotazo tampoco era casual. Provenía de los CAM, los "Comités de Autodefensa de Masas", que según la Política de Rebelión Popular del Partido Comunista, se debían organizar en sindicatos, poblaciones, liceos y universidades para defenderse de la represión.
Jorge Venegas, el 2010, escribió la historia en el libro Camotazo. Un canto en rebelión popular. Ahí dice: "El público que allí llegaba era en su mayoría de izquierda, de clase media alta. Nosotros decíamos que en el Café del Cerro se reunía la whiskierda".
En un momento de esa reunión pidió la palabra Payo Grondona, y sacó chispas. "Nos miró, y nos dijo", narra el libro: "Aquí en esta mesa, estamos reunidos dos tipos de artistas; los de primera división, que somos los que cantamos en los grandes escenarios, y los de segunda, que son ustedes, los que cantan en las poblaciones".
Los de la segunda división, según esa discutible taxonomía, son los que dieron vida al Camotazo.
Jorge Venegas, cantor de Santiago sur de 30 años, alguna vez parte del dúo Semilla, y militante comunista, fue el responsable de la grabación. Con su guitarra y su armónica, era nombre recurrente en actos donde tenía dos "hits": Tatiana en el viento, dedicada a Tatiana Fariña, estudiante de sociología muerta en un bombazo en Lo Prado en 1985. Y El flaco, la entrañable historia de un poblador detenido por, supuestamente, haber participado en el atentado a Pinochet de 1986.
En septiembre de 1988, Venegas fue contactado por sus jefes de la JJCC a un encuentro con miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez que aún permanecían en el partido. "Me dijeron que el casete era para ayer, urgente", dice hoy, y comenzó enseguida a contactar músicos. "Algunos me dijeron que no, pero yo lo entendía", cuenta.
Por el estudio del sello Círculo Cuadrado, desfilaron los músicos con tiempos muy acotados y con grabaciones en vivo, o sea, todos al mismo tiempo. Los primeros fueron Transporte Urbano, un activo conjunto de fusión. Aportaron dos canciones: El didáctico La barricada, y El muchacho, la historia de un adolescente que impedía el ingreso de los militares a su población.
"Todos entendíamos en ese momento el significado de instalar el arte a la lucha antidictatorial", dice hoy Oscar Riveros, líder del conjunto, aún vigente. Dos jóvenes: Francisco Villa, que aún no grababa ningún disco propio compuso Vamos a ver ("si nos quiere mojar el guanaco/ bolsas con pintura hay que tirar") y Esteban Escalona, cantautor hoy residente en Valdivia hizo Los muchachos de las piedras ("Tirando piedras abrimos a diario el camino / Lanzando gritos cadenas/ sobrellevamos esta guerra").
El sobrino de Víctor Jara, hijo de su hermana Georgina y que se presentaba como Jano Jara, aporto el tema RIP reggae, y Nino García, el baladista televisivo que desde 1987 se comenzó a presentar en circuitos opositores, puso La paz y la guerra, su canción dedicada la estudiante baleada en 1987, María Paz Santibáñez.
El grupo Al Sur de la Miseria, del Campamento Francisco Fresno aportaron La sublevación y Y va a caer, poderosos e inéditos retratos de la represión en los campamentos. Jorge Venegas entregó el master con las diez canciones a sus jefes políticos, que editaron el casete. Tras un acto de lanzamiento en el colegio Don Bosco de Alameda, varios de sus artistas comenzaron a presentar las canciones en poblaciones. "Adonde íbamos tenían El Camotazo" recuerda Venegas, en un proceso que se mezcló con los actos que llamaban a votar NO.
Fue justamente ese hito, del 5 de octubre, un punto de inflexión de esta historia. Venegas ya estaba trabajando en el volumen 2 del Camotazo, "pero nunca más me llamaron, y la idea se perdió". La historia del disco quedó diluida en la historia con mayúsculas.