Son diversos los temas que Philippe Claudel (56) aborda en sus novelas. Está la evocación de los olores y su efecto en la memoria, como ocurrió en Aromas. También ha narrado, en El informe de Brodeck, la reacción de los habitantes de un pueblo montañoso tras un crimen ocurrido luego de la Segunda Guerra Mundial. El proceso del duelo contado a través de un viaje, y cómo se vive el dolor de perder a un ser querido en culturas como la asiática, lo desarrolla en Bajo el árbol de los toraya.
Ahora, la última novela del escritor galo, editada en francés como L'Enquête (2010) y traducida al español como La investigación, llega impresa por editorial Salamandra. Presentada como una distopía futurista, la historia se produce en una ciudad anónima. En ella, al protagonista se le ha dado la misión de investigar la gran cantidad de suicidios ocurridos en la Empresa. Entonces el personaje, llamado el Investigador, chocará con una serie de situaciones hostiles. Es el absurdo en un mundo alienado.
"Para mí, es una historia del presente. La narración de un mundo que hemos construido y se ha vuelto loco", dice Philippe Claudel, quien vendrá por quinta vez a Chile a participar, el miércoles 19 y el jueves 20, en el ciclo La Ciudad y las Palabras del Doctorado en Arquitectura de la UC, apoyado por La Tercera. "En el libro hablo del mundo del trabajo, donde grandes empresas que ya no son propiedad de hombres sino de fondos de pensiones, se convierten en máquinas locas, incontrolables, cuyo único propósito es generar ganancias, incluso si aplasta a los que trabajan en ella o los hace infelices, hasta el punto de querer suicidarse", agrega Claudel, quien en el seminario de dos días hablará del proceso creativo de sus libros y películas.
-La investigación es un libro distinto, por ejemplo, a Bajo el árbol de los toraya. ¿Se impone desafiar nuevos temas cuando escribe?
-La investigación se publicó en 2010 en Francia y Bajo el árbol de los toraya, en 2016. Son de diferentes naturalezas, pero me gusta escribir en registros diferentes. A veces escribo novelas que cuestionan la intimidad del ser, como Bajo el árbol..., a veces cuestiono a la sociedad, como en La investigación o El archipiélago del perro (2018), mi última novela, que aparecerá el próximo año en español.
-La prensa ha dicho que La investigación es un intento de escribir como lo hizo Kafka en El castillo. ¿Qué opina usted?
-Cuando uno escribe en un género de fantasía un relato crítico del mundo moderno, surge la referencia a Kafka, pero es un poco fácil. Creo que estoy más influido por el cine, especialmente por las películas mudas de Charlot y Buster Keaton; por Jacques Tati, por Brasil, de Terry Gilliam, y Barton Fink, de los hermanos Coen. Y también por una novela como Epépé (Metrópolis), de Ferenc Karinthy, un escritor húngaro poco conocido. Kafka describió una burocracia metódica y absurda. El propósito, ahora, es mostrar que estas tonterías se han extendido mucho más allá de la burocracia y que gobiernan el mundo. El paralelo con Kafka que reclamo es el humor. Kafka es un gran autor cómico, y La investigación para mí es una novela atrozmente cómica.
-Da la impresión de que, cada vez más el cine o las series buscan historias en la literatura para desarrollar. ¿Es algo común o el síntoma de otra cosa?
-Durante mucho tiempo he estado diciendo que el cine es un arte muy joven y que necesita de las artes adultas para existir y comenzar a caminar solo, como un niño cuando se levanta sobre sus piernas. La literatura lo sirve como modelo y como enfermera; a él le cuesta separarse, ¡Pero no sucederá! Grandes series como La casa de papel, The crown o Fargo, no son adaptaciones de obras literarias.
-¿Qué piensa sobre los problemas que enfrenta hoy Francia?
-Vivimos un tiempo de ira, odio y rechazo. Un momento irracional en el que muchos de mis conciudadanos rechazan el modelo de democracia representativa. Tengo la impresión de que simplemente quieren que el país se hunda en un abismo bárbaro, pero me niego a aceptar el fascismo de la calle. Podemos no estar de acuerdo, podemos quejarnos, desear más diálogo, justicia, podemos desear que la vida cotidiana de las personas mejore, pero podemos presentar pacíficamente las quejas, iniciar discusiones, respetar sus interlocutores y no queriendo imponer su ley y su orden o desorden por la fuerza y la violencia. Y lo que muchos franceses pretenden ignorar es que viven en un país privilegiado, donde ciertamente existen problemas, pero son problemas de un país rico, en comparación con los problemas vitales reales que muchos conocen. Ciertamente también debemos repensar la distribución de la riqueza: es anormal que pocas personas posean la mayor parte de las riquezas del mundo y que cientos de millones, miles de millones de personas no coman lo suficiente. También es anormal que haya tales diferencias en los salarios en la misma sociedad. Debemos reflexionar absolutamente sobre las condiciones que deben establecerse para que una forma de felicidad individual y social pueda nacer y renacer. Esto es imperativo si no queremos que la humanidad se hunda en confrontaciones mayores.
-¿Por qué le interesa volver a Chile y de que tratará su seminario?
-Esta es la quinta vez que vengo a Chile. Me gusta venir y volver porque ahora tengo amigos y lectores fieles. Hablaré de cine, de literatura y por supuesto de cómo el cine y la literatura asumen la figura de la ciudad. Pero también hablaré de aquello en lo que nos estamos convirtiendo nosotros, los seres humanos. ¿Estamos comprometidos con una forma de inhumanidad?